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Iñigo Muñoyerro
Lunes, 1 de febrero 2016, 18:39
Se nos ha ido nuestro compañero y amigo Gabriel Gascón Navarro. Murió este domingo en Bilbao a los 73 años tras una larga enfermedad que sobrellevó hasta el último día con ánimo y dignidad, siempre rodeado de sus seres queridos, de su esposa Luisa y de sus tres hijas, Esther, Amaia y Elena. Fue un periodista deportivo ejemplar, de raza, que se ganó nuestra admiración y respeto durante varias décadas de ejercicio profesional, siempre en la redacción de EL CORREO.
Gabriel nació en Los Santos, Salamanca, un pueblo ganadero a los pies de la Sierra de Francia, pero llegó joven a Bilbao. Ingresó como corrector en el periódico, que en aquellos años estaba en la calle Ledesma. Fue allí donde se ganó con todo merecimiento el apodo de 'El científico'. Puntilloso en extremo, implacable, no dejaba escapar ni una falta ni una coma. Levantaba la página y, ante el cabreo del regente del taller y del redactor de Cierre, ordenaba parar la edición. Nunca abandonó esa meticulosidad. En el fondo, no dejaba de ser una demostración de respeto hacia el oficio.
A principios de los ochenta, Gabriel decidió que quería dejar de corregir textos ajenos y ponerse a escribir los suyos. Dicho y hecho. En cuatro años comenzó y terminó la carrera de Ciencias de la Información. Eran los tiempos de Antonio Barrena, un director que apostaba por las caras nuevas. El 'científico' subió de planta y recaló en Deportes, sección en la que trabajó durante 23 años y que no abandonó hasta su prematura jubilación. Allí todos tuvimos que adaptarnos a la evolución de los medios, a los nuevos tiempos, cuya primera gran manifestación fueron los ordenadores. A Gabriel nunca le intimidaron los cambios tecnológicos. Se diría que los acogía como aliados para su perfeccionismo.
Memorioso en extremo, era un gran lector. Selecto con los clásicos y devorador de la denostada prensa deportiva. Su faceta más secreta era su afición a los ripios. Le encantaban los de Ánsurez, que se publicaban en El Norte de Castilla. En lo personal fue un dandy. Corbata en invierno y traje de lino en verano. Siempre contaba la anécdota del descapotable que aparcaba sobre las aceras en aquel viejo Bilbao que se nos ha ido. Durante su dilatada carrera profesional, pudo presumir de amistades y contactos. Su humor con retranca, profundo, muy castellano, arrancaba la carcajada incluso en los tipos más serios y le convertía en el centro de las reuniones. También le granjeaba amigos. Para toda la vida. Mientras le aguantó la salud, nunca falló. Siempre estuvo dispuesto al favor, a la ayuda desinteresada.
Artritis reumatoide
Su red de contactos era proverbial. No los guardaba en una agenda, sino en la memoria, otra faceta en la que destacaba. Tenía vara alta en todas las altas instancias del fútbol. En la Federación Vizcaína conservaba a los conocidos de sus años en el fútbol de bronce. En el Real Madrid, gozó de la estima de Ramón Mendoza. En su añorada Unión Deportiva Salamanca tenía buenos amigos. Apreciaba mucho a Vicente del Bosque, de quien decía que era el entrenador que hablaba «el mejor castellano de la Liga», y también al difunto Juanito y a otros muchos futbolistas. Dentro de la FIFA y de la UEFA, siempre tuvo a su amigo Ángel María Villar. Tenía línea directa con él.
Gabriel Gascón fue durante años enviado especial con la selección española y con el Athletic, con el que disfrutó y sufrió. Su sufrimiento de verdad, sin embargo, comenzó en 1990, justo a la vuelta del Mundial de Italia, al que acudió como enviado especial. Tenía 47 años cuando se le diagnóstico artritis reumatoide, una dolencia que afecta a las articulaciones, especialmente a las muñecas, los dedos de las manos, las rodillas, los pies y los tobillos. La enfermedad, sobre la que escribió un libro, 'Rebelión en la sangre', a medio camino entre la novela y el testimonio íntimo, fue un calvario para Gabriel, que probó todo tipo de terapias para ganar en calidad de vida y poder continuar haciendo lo que más le gustaba: el periodismo.
En la redacción de EL CORREO tenía una silla de madera. Se la habían hecho a medida y su esperanza siempre fue volver a ocuparla. Al final, sin embargo, la enfermedad se agudizó y tuvo que resignarse y abandonar su profesión. Pasaba temporadas en La Manga del Mar Menor, descansando bajo el sol, y en Tiedra, el pueblo de su mujer. De ahí nos traía a sus compañeros de Deportes unas pastas que eran la envidia de la Redacción. Aunque, bien mirado, la verdadera envidia siempre fue que tuviéramos un compañero como él. Descanse en paz.
(El funeral por Gabriel Gascón se celebrará el martes, 2 de febrero, a las siete y media, en la parroquia de San Ignacio de Loyola del barrio bilbaíno de San Ignacio).
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