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Claudio Ranieri en una imagen de archivo.
El viejo zorro
Fútbol

El viejo zorro

Claudio Ranieri, que hace un año parecía destinado a la jubilación tras su sonado fracaso con la selección griega, causa sensación con el Leicester

Jon Agiriano

Sábado, 19 de diciembre 2015, 01:13

Hace poco más de un año, el 15 de noviembre de 2014, Claudio Ranieri fue cesado como seleccionador de Grecia. Sólo llevaba cuatro meses en el cargo. Durante ese periodo, se puede decir que el técnico italiano no dio una a derechas. Convocó a 38 jugadores, lo que daba una idea del tamaño de sus dudas, y los resultados no es que fueran malos sino que se precipitaron directamente hasta los fondos abisales del bochorno. ¿O no se puede calificar así perder en casa contra las Islas Feroe en partido de clasificación para la Euro 2016? Desde luego, así lo consideró Giorgos Sarris, presidente de la Federación Griega, que no se anduvo con medias tintas cuando anunció, en un comunicado, la destitución de Ranieri. «Después de este devastador resultado para el equipo nacional asumo toda la responsabilidad por la desafortunada elección del entrenador», escribió.

Éramos muchos los que pensábamos que, tras esa experiencia traumática, Claudio Ranieri iba a ir apagándose hasta desaparecer del fútbol de elite. A sus 64 años, yo lo veía en China o en algún Emirato Árabe, disfrutando de una jubilación dorada después de casi tres décadas en el fútbol profesional, al mando de trece equipos de cuatro países y de una selección. Sin embargo, por estas cosas curiosas de la vida, el técnico romano volvió en julio a la Premier, al Leicester City, que había despedido a Nigel Pearson por discrepancias que no se quisieron concretar.

La prensa británica no adoraba precisamente a Pearson, que era un serrucho en las ruedas de prensa y un tipo muy peculiar, un sargento de hierro al que, de repente, le pegaban extraños ramalazos poéticos y se comparaba a sí mismo con un cisne, en apariencia inmóvil en la grada mientras observaba a su equipo pero sin dejar de mover sus pies bajo la superficie del agua. El hombre decía cosas así. A un periodista le dijo que era una avestruz y que ocultaba su cabeza para no ver las verdades que temía, entre ellas la resurrección de su equipo. Ahora bien, Pearson había conseguido algo grande con los 'fox' (los zorros), una memorable 'great escape', que dicen los ingleses. Y es que, desahuciado durante gran parte de la temporada, en las últimas nueve jornadas el Leicester sumó más puntos que nadie: 22 de 27. Dicho de otro modo: el técnico de Nottingham merecía continuar. ¿Y merecía Ranieri el banquillo de King Power? El caso es que el periodismo recibió al italiano con una mezcla de sorna y reticencia. No tardó nada en recuperar el apodo de 'Tinkerman' que le puso durante su etapa en el Chelsea, entre 2000 y 2004, por su afición a rotar jugadores y cambiar de esquemas.

Los dirigentes del Leicester tenían claro lo que querían fichando a Ranieri: un hombre con mucha experiencia que pudiera mantenerles en la Premier. Sin más. Que este era el objetivo quedó perfectamente demostrado en la curiosa cláusula que incluyeron en su contrato. (Y de la que ahora, sospecho, se estarán arrepintiendo). El italiano cobraría 140.000 euros por cada puesto por encima del 18 en que su equipo quedara a final de temporada. Siendo estas las expectativas, hay que imaginar el estado de euforia de los aficionados del Leicester viendo a su equipo al frente de la Premier con 35 puntos, dos más que el Arsenal y una sola derrota en lo que va de campeonato.

¿Cómo es esto posible? Digamos que Ranieri ha sido inteligente. Un viejo zorro para los zorros. No cayó en el error propio de los entrenadores jóvenes, la obsesión por distinguirse, por empezar de cero y dejar muy clara su impronta en el equipo. Con los años, se diluyen los narcisismos y las tentaciones adanistas. El italiano mantuvo la base estructural creada por Pearson, cuyo Leicester, al fin y al cabo, había terminado la temporada como un tiro. Un buen entrenador nunca puede renunciar a esa inercia y Ranieri no lo hizo. Mantuvo el bloque -aunque abandonó la defensa de tres centrales- y le suministró también su propia medicina, un fútbol directo y veloz, a campo abierto, basado en los contragolpes y en los pases largos. Este tipo de juego fulgurante ha provocado estadísticas curiosas. Por ejemplo, que el Leicester sea el equipo que menos tiene el balón y el que más lo pierde. O que sea el que más goles mete -Jamie Vardy se está saliendo- de toda la Premier (34 goles) y el que más encaja de los catorce primeros clasificados (22). Sea como fuere, estamos hablando de la gran sensación del fútbol europeo en este final de 2015. Quién se lo hubiera dicho a Claudio Ranieri hace un año.

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