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Javier Ortiz de Lazcano
Martes, 17 de noviembre 2015, 02:45
Las lesiones acabaron con su carrera poco después de superar la edad juvenil. Pedro Platas, algorteño de 45 años, fue condenado por su rodilla. «Las primeras artroscopias que realizó Mikel Sánchez fueron la de Joseba Agiriano (cedido por el Athletic en el Eibar) y la mía en 1989». En el Getxo puso punto final a su carrera como jugador. A partir de ahí decidió escribir una historia alejada del fútbol. Tras hacer la mili se integró en las COE's, los comandos especiales del Ejército. Con los 'boinas verdes' estuvo a punto de viajar a la Primera Guerra de Irak, pero finalmente la misión se asignó a barcos de la Armada porque España no participó en las batallas terrestres.
En 1995 comenzó su periplo por los banquillos vizcaínos, que le ha llevado a trabajar en una amplia lista de clubes. Desde Segunda Regional a Segunda B, en donde tocó techo al ser técnico de Segunda B en dos ocasiones en el Barakaldo, en 2008-09 (2 partidos, como sustituto de Alberto Iglesias) y en 2011-12 (9 encuentros como relevo de Alfonso del Barrio). Además, pasó por Bizkerre, Arenas, Acero, Urdaneta, Zorroza, Astraduduko y Aranguren, su último club del territorio, en Preferente.
«No tuve suerte como jugador y la quiero tener como entrenador», resume. Interpretó que «mi camino en Bizkaia estaba taponado como entrenador» y apostó por la aventura inglesa, a donde ha llegado junto a su mujer y sus cuatro hijos, de entre 1 y 8 años.
«Veía que no acababa de progresar. Todo lo que me salía era en Regional. Vi que había opciones fuera para entrenadores españoles, muy bien vistos en el extranjero. Me plantee la posibilidad de venir aquí a la aventura, sin apenas contactos y con el objetivo de aprender inglés. Mi mujer y yo estudiamos el idioma en un colegio y nos integramos poco a poco en una sociedad en la que no saber inglés supone que te cueste mucho integrarte», resume.
Se fue al Truro City Young, un club del condado de Cornwall, en la península al suroeste de Inglaterra, el equipo de una ciudad de 19.000 habitantes cuyo máximo exponente en el fútbol está en la sexta inglesa. Allí entrena a niños de entre cuatro y once años. «No competimos. Nos vamos rotando y cada dos semanas cambiamos. Ahora estoy con los de once años».
«Veo que hay por el mundo muchas ofertas de trabajo para entrenadores, pero se requiere un nivel alto de inglés. Por eso nos vinimos a Inglaterra. Lo utilizo como trampolín. Es una inversión. No cobro nada, pero noto que avanzo. He hecho contacto con un club más importante que el Truro. Estoy bien considerado porque aquí el nivel no es demasiado alto ni entre jugadores ni entre entrenadores porque en esta zona predomina más el rugby que el fútbol. Mi inglés no es demasiado fluido, pero cada vez soy más apreciado, me dan más chance y veo que cada vez me quiere conocer más gente», se despide.
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