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El seleccionador de Irlanda del Norte, Michael O' Neill, y el futbolista Steven Davis.
Cuatro héroes nacionales
Fútbol

Cuatro héroes nacionales

Gianni De Biasi, Cris Coleman, Michael O´Neill y Lars Lagersback tocan el cielo tras clasificar por primera vez para una Eurocopa a las selecciones de Albania, Gales, Irlanda del Norte e Islandia

Jon Agiriano

Sábado, 17 de octubre 2015, 00:22

Las fases de clasificación para Eurocopas o Mundiales no suelen ser especialmente atractivas. Es cierto que siempre se produce alguna sorpresa, pero hasta ese imprevisto -ver a una de las grandes selecciones cayendo eliminadas o sufriendo una agonía para lograr su objetivo- ya forma parte del paisaje. En realidad, las fases de clasificación no pasan de ser un trámite bastante farragoso que las principales potencias del fútbol europeo afrontan con deportividad. Esta vez, sin embargo, las cosas han cambiado. Hablar de revolución sería exagerado -casi siempre lo es-, pero podemos hablar con toda propiedad de cuatro sorpresas formidables, de cuatro auténticas hazañas que han agitado el fútbol europeo, tan necesitado de aire fresco. Nos referimos, por supuesto, a las clasificaciones históricas de Islandia, Irlanda del Norte, Gales y Albania, que en 2016 jugarán por primera vez una Eurocopa.

Si todas las familias felices se parecen unas a otras, como escribió Tolstoi, islandeses, irlandeses del Norte, galeses y albaneses se parecen entre sí en la actitud que les ha llevado al éxito. Su determinación ha sido formidable, inaudita en unos equipos acostumbrados a ejercer de comparsas. Porque aquí está, en buena medida, la grandeza de su conquista. Estamos hablando de selecciones que, a lo largo de su historia, salvo alguna pequeña excepción, han sido carne de cañón, las cenicientas de los sorteos, los rivales preferidos, equipos voluntariosos llenos de futbolistas modestos cuya mayor ilusión en los partidos era conseguir la camiseta de los ídolos a los que se enfrentaban. Han sufrido humillaciones sin cuento, a veces incluso desprecios. Y no sólo por parte de sus rivales. Cuando Gianni De Biasi, el seleccionador albanés, intentó captar a Adnan Januzaj, el padre del joven talento del Manchester United, cedido ahora en el Borussia de Dortmund, ni siquiera le contestó a su oferta. Le debió parecer indignante para la categoría de su hijo. Mejor que jugara con Bélgica.

Es cierto que la ampliación del número de participantes en la Eurocopa, que ha pasado de 16 a 24, ha ayudado también a que Gales, Irlanda del Norte, Islandia y Albania consigan su pasaporte. Pero si uno se pone a analizar la trayectoria de estas cuatro selecciones por la fase de clasificación lo primero que descubre y admira es el espíritu de conjura que les ha propulsado. Y en esto, por supuesto, han tenido una importancia capital cuatro técnicos que acaban de alcanzar las cimas de sus carreras: Michael ONeill, Lars Lagersback, Cris Coleman y Gianni De Biasi. Los cuatro son ya héroes nacionales.

El caso del norirlandés es el más llamativo porque su carrera como entrenador se limitaba al Brechin City, de la segunda división escocesa, y al Shamrock Rovers, de la primera irlandesa. No hablamos de la élite del fútbol, precisamente. ONeill, sin embargo, ha sabido reactivar a una selección cuya mayor gloria internacional la vivió en el Mundial de España ganando precisamente a la selección anfitriona. ONeill dispone de buenos futbolistas como Steven Davis, Joss Magennis, Evans o McLauglin y se ha aprovechado de un grupo benigno sus grandes rivales han sido Rumanía, Finlandia y Hungría, pero su mérito ha sido inmenso. Enfrentarse a Irlanda del Norte, de hecho, se ha convertido en una experiencia muy desagradable para cualquiera, sobre todo en su casa.

De la mano de Gareth Bale, llamado a relevar a Brian Giggs como el mejor futbolista galés de todos los tiempos, Cris Coleman también se ha ganado la felicidad y la posteridad. Ni siquiera le importó que la clasificación no llegase de la manera soñada. Como saben, Gales perdió contra Bosnia Herzegovina, pero la derrota de Israel ante Chipre (1-2) le dio el pase. Lo importante era estar en Francia en 2016 y ver premiado su trabajo de construir un bloque entusiasta y competitivo, al menos lo suficiente como para ser segundo en un grupo formado por Bélgica, Bosnia, Israel, Chipre y Andorra.

Del gran trabajo de Lars Lagersback, exseleccionador sueco, al frente de Islandia se viene hablando desde hace tiempo. De hecho, sus jugadores se quedaron a las puertas del pasado Mundial de Brasil. Croacia les privó del pasaporte. En este sentido, la clasificación de los islandeses, con aquella épica victoria en Amsterdam incluida, no se puede considerar tan sorprendente en el plano deportivo. Lo que llama la atención es que en un país de 326.000 habitantes donde los deportes nacionales son el balonmano y el ajedrez sea capaz de germinar un grupo de jugadores capaces de lograr seis triunfos y un empate en ocho partidos de clasificación para la Eurocopa. Esto es casi un milagro.

Como lo es lo que ha conseguido Gianni De Biasi al frente de Albania. No es extraño que el veterano técnico italiano, en su día entrenador del Levante durante 25 partidos, se haya convertido ya en uno de los grandes ídolos de los albaneses. Cogió a su selección hace dos años porque estaba sin trabajo y su representante, a falta de mejores cosas que ofrecerle, le vino con una oferta exótica. Al principio, se sorprendió. Albania, confesó, era «uno de esos países que jamás hubiera pensado pisar». Pero De Biasi pronto se sintió muy a gusto, hasta el punto de ponerse a estudiar albanés y la historia del país de las Aguilas, que le gusta recorrer en bicicleta. Hace unos meses, recibió el título de doctor honoris causa en Ciencias Sociales por la Universidad de Tirana.

En lo futbolístico, lo suyo ha sido una búsqueda casi detectivesca por toda Europa de jugadores de ascendencia albanesa: siete de los once titulares en el decisivo partido frente a Armenia que les dio la clasificación nacieron fuera de Albania, algunos en Kosovo, otros en Alemania o Suiza, con cuya selección juegan, por ejemplo, Shaquiri, Behrami, Mehmedi o Dzemaili. A De Biasi le hubiera encantado tenerlos. Lo mismo que a Januzaj o a Mustafi, el central del Valencia, que al final optó por la selección alemana. Pero a base de perseverancia, el italiano logró armar un equipo apañado capaz de quedar segundo de su grupo dejando fuera a Serbia, una alegría inconcebible en un país pobre del que hace veinte años no llegaban ni imágenes de televisión.

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