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Jon Agiriano
Sábado, 28 de mayo 2016, 00:23
El pasado miércoles saltó la noticia de que Javier Mascherano podía tener sus horas contadas en el Barça tras recibir una gran oferta de la Juventus. Lo aseguraba en su portada el diario 'Sport' y había que creerle. Sí, ya sé que no es demasiado prudente confiar en las portadas de los diarios deportivos cuando informan del mercado de fichajes. Y más en estas fechas, recién inauguradas las vacaciones de los clubes, es decir, en las primeras horas de desabastecimiento informativo posteriores al final de la temporada. Pero tenía muy claro que el 'Sport' no podía informar a la ligera de algo que tuviera que ver con uno de los jugadores más importantes del Barça.
Cuando un par de horas después 'El Mundo Deportivo' se hizo eco del tema en su página web y anunció a su vez que Dani Alves había llegado también a un acuerdo con la Vecchia Signora, ya no lo dudé. Aquello iba muy en serio. La continuidad del capitán de la selección argentina en el que había sido su club durante los últimos seis años pendía realmente de un hilo. Otra cosa diferente, me dije, es cómo terminaría aquella historia. Porque ya me estaba imaginando a Luis Enrique pegando ladridos y removiendo Roma con Santiago es más, hasta me lo imaginaba haciendo cosas raras como subir a la Pedraforça en mountain bike o a Montserrat haciendo 'retrorunning' para calmar los nervios que la noticia le había provocado con la intención de evitar la salida de uno de sus futbolistas preferidos, de uno de sus intocables (por la marcha de Alves, sinceramente, no creía que iba a derramar demasiadas lágrimas).
Entiendo perfectamente a Luis Enrique. Y es que Mascherano es mucho Mascherano. He conocido pocos jugadores que hayan concitado tanta unanimidad, respeto y consideración por parte de sus entrenadores. Todos y cada uno de ellos le han considerado una pieza básica y le han utilizado como correa de transmisión de sus órdenes y deseos dentro del campo; algo que tiene un mérito enorme si se tiene en cuenta que el 'Jefecito' ha sido dirigido por técnicos tan dispares como Marcelo Bielsa, Pekerman, Basile, Maradona, Batista, Sabella, Geninho, Pardew, Curbishley, Rafa Benítez, Guardiola, Martino o Luis Enrique. El dato obliga a decirlo en voz alta: si algo tiene el agua cuando la bendicen, algo muy especial debe de tener Mascherano para que lo hayan bendecido todos sus jefes y que uno de ellos el 'Loco' Bielsa tuvo que ser hiciera con él una excepción de la que no conozco precedente en la historia del fútbol: hacerle debutar con la selección nacional cuando todavía era un futbolista de las categorías inferiores de River que no se había estrenado en Primera División.
¿Qué es lo que tiene Mascherano? Se ha hablado mucho de sus virtudes más evidentes: una lectura perfecta del juego, una concentración obsesiva, una intensidad que nunca declina y esa jerarquía espontánea de los líderes naturales. Si a ello se une su velocidad, su indómito espíritu guerrero y una técnica más que aceptable, se conforma el puzzle de un futbolista excepcional. Y luego hay otras dos virtudes que pasan más desapercibidas y a las que yo, personalmente, doy un gran valor. Una de ellas es su afán de superación. La manera en que Mascherano fue adaptando su juego hasta acabar triunfando en el Barça en un puesto que no es el suyo y en el que nunca se ha sentido cómodo siempre me ha parecido algo extraordinario. (Dicho esto, una confesión: cuando salió del Liverpool y fichó por el Barça de Guardiola, pensé que se equivocaba, que le convenía más otro club con un estilo de juego diferente).
La segunda virtud a la que me refiero es su madurez. Qué quieren que les diga. Entre tanto niñato consentido con más millones de euros que neuronas, Mascherano es un hombre, un tío serio y sensato que se viste por los pies. Y sí, ya sé que ha sido condenado por un delito fiscal y que en ese aspecto su ejemplaridad ha quedado en entredicho, pero me reafirmó en lo escrito aún a riesgo de equivocarme. Uno tiene sus limitaciones. Qué le voy a hacer si me siento más capaz de valorar a una persona por la manera en que se comporta en un campo de fútbol a hacerlo atendiendo a la forma en que un día rellenó su declaración de la Renta. Qué le voy a hacer, en fin, si admiro a este tipo que, en realidad, es un prototipo: el del jugador al que todo entrenador quiere dirigir, todo futbolista desea tener a su lado en el campo y todo aficionado se muere por tener en su equipo.
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