«Que no te dejen hablar de ello es como si volviera a fallecer»
Dos superviventes a la pérdida de seres queridos fundaron la asociación Aidatu, de estudio de la suicidología. Explican que además de la muerte, lo peor es el «silencio»
Cristina Blanco fundó junto a María José Pérez la organización Aidatu, de estudio del fenómeno suicida (aidatu.org). Ambas sobrevivieron a la pérdida de un ... familiar por suicidio, uno de los dolores más terribles y que puede convertirse en crónico. La pérdida de una persona en estas circunstancias «provoca una onda expansiva de sufrimiento que lesiona de por vida a todos los que le rodean, a todos los que le querían, que quedan marcados», explica María José Pérez, que perdió a su sobrina por esta causa. Durante una mesa redonda organizada esta semana por la Fundación Ramón Rubial en Bilbao, explicó que «cada persona que se suicida arrolla psicológicamente a más de otras seis». Y durante el primer año tras la pérdida el riesgo de acometer tentativas o suicidios consumados crece entre un 10% y un 20%.
El duelo tiene características que lo hacen distinto. A los allegados les invade un sentimiento de culpa atroz, algo que no ocurre cuando el familiar fallece por cáncer. «La arrastramos en una mochila. El porqué no lo vi venir, el porqué no puede evitarlo... El porqué es continuo. Pero ella se llevó las respuestas», relata. Otro de los elementos es el propio «abandono de esa persona. Te ha dejado. Ha decidido irse, muchas veces sin una sola nota», apunta Cristina, que perdió a su marido hace casi once años. Y el tercer factor es el silencio atroz que se les impone. Es lo más desgarrador.
La soledad que espera
En ocasiones ni en las propias familias se habla del tema. Ni los amigos o compañeros de trabajo se atreven. «La gente se cambia de acera. Te evita para no abordar la pérdida, cuando eso hace el doble de daño. Nadie te prepara para la soledad y el abandono absoluto que te espera. A la persona que muere así no se la vuelve a mencionar nunca. Y que no te dejen hablar de ello es como si volviera a fallecer, como si muriera dos veces», relata Blanco.
Ella cree que los supervivientes no reciben la mejor atención. «Enseguida te dan una receta, pero el duelo no es una enfermedad, es un proceso. Igual no solo sirve con medicación, te tienen que acompañar». Un recurso muy interesante, apunta, son los grupos de autoayuda. Recuperarse requiere de acompañamiento y tiempo. Sin buscar atajos para el dolor, como refugiarse en las pastillas o el trabajo, «porque luego todo estalla ante cualquier vaivén».
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