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Evangelina Sobredo.
Cecilia

Cecilia

Reivindicada por las nuevas generaciones de melómanos, a Evangelina Sobredo se le ha acabado por hacer justicia, y, hoy por hoy, está considerada una de las más lúcidas representantes del folk hispano

César Campoy

Miércoles, 9 de noviembre 2016, 17:14

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Evangelina Sobredo lo tenía todo para acabar convirtiéndose en lo que fue: una de las mentes creadoras más brillantes del folk setentero que ha visto nacer España. Por una parte, se crió en un ambiente increíblemente cosmopolita, al haber residido en lugares tan dispares como Inglaterra, Estados Unidos, Portugal, Argel o Jordania, merced a la condición de diplomático de su padre, el militar José Ramón Sobredo. Por otra (o, tal vez, impulsado por ello) pronto desarrolló, tanto una mentalidad basada en el compromiso social y el feminismo, como su pasión por la música, en particular, y por la cultura, en general.

Una vez establecida en Madrid, alternó sus estudios de Derecho con la celebración de sus primeros recitales en colegios mayores y ambientes universitarios. En aquellos años, Cecilia utilizaba, sobre todo, el inglés, y su estilo tenía mucho que ver con la esencia folk norteamericana. Su encuentro con dos representantes de los nuevos sonidos hispanos, Nacho Saenz de Tejada (Nuestro Pequeño Mundo) y Julio Seijas (Aguaviva), le ayudó a encauzar definitivamente su camino. De hecho, con ellos registró su primer sencillo, bajo la marca Expresión. Un disco que incluía los temas 'Try catch the sun' y 'Have you ever had a blue day?', compuestos por la propia Evangelina (Eva, en los créditos). Pocos meses después, un directivo de la CBS, tras presenciar una de sus actuaciones, decide ofrecerle un contrato. Inspirada en una composición de unos de sus referentes, Simon & Garfunkel, aquella joven decide adoptar el nombre de Cecilia. Acababa de nacer uno de los mitos musicales de la historia sonora hispana.

En continua lucha con el sambenito de 'niña bien', la artista demostró, ya con su primer larga duración, su asombrosa capacidad para idear composiciones de una calidad supina, repletas de ironía, melancolía, rabia y, sobre todo, convertidas en retrato certero de la España más inmovilista, hipócrita y conservadora. A partir de una sensibilidad emotiva, aquel disco, publicado en 1972, deslumbró a muchos ayudándose de criaturas (hoy, ya, universales) como 'Dama, dama', 'Fui', 'Señor y dueño', 'Mi gata Luna' o 'Nada de nada'. La respuesta de público y crítica es abrumadora y, en pocos meses, nuestra protagonista vuelve a entrar a un estudio para registrar el que se convertirá en su trabajo magno: 'Cecilia 2'.

'Andar'

Si aquella primera referencia contó con los arreglos y el cobijo del afamado y barroco Juan Carlos Calderón, esta segunda se grabó con la connivencia de otro grande de nuestra música, Pepe Nieto, que decidió mostrar, de manera más directa, desnuda y dramática, la esencia creadora de una Cecilia que, aquí, muestra abiertamente su vena más existencialista, agridulce y, en muchos momentos, pesimista. 'Cecilia 2' es un trabajo que emociona y duele. Implacable.

Abre este magnífico elepé, un sobrio 'Andar' que se inicia con una brillante introducción instrumental que da paso a una línea melódica estremecedora que arropa una letra de una calidad indiscutible ('No me propongo destino, no quito puestos a nadie, porque mi puesto es el aire, como el olor del buen vino'), coronada por un estribillo popularísimo ('Quiero ser peregrino por los caminos de España') precedido por unos teclados de altura. Le sigue uno de los emblemas de este larga duración, 'Me quedaré soltera', sin duda, uno de sus hitos creativos, capaz de enternecer al espíritu más helado. De letra tremendamente abrumadora ("Dicen que es mejor ser monja que estar así, como lo estoy yo, con mi perro viejo, mi loro que llora, mi gato tuerto"), sus arreglos son la combinación perfecta para invitar a la lágrima sentida. 'Si no fuera porque...', por su parte, es una cruda y descarnada apología del suicidio ('Si no fuera porque he pecado, y no pienso volverme atrás, me mataría mañana, sin pensarlo más'); una muestra más de la (supuesta) facilidad con que Cecilia era capaz de abordar temas incómodos, de aquéllos que la mayoría de los mortales tratan de huir. Le sigue una 'Con los ojos en paz' cuyo texto (como suele suceder en la obra de la artista), lo dice todo ('Si yo me quedara tranquila, y al acostarme en mi cama no hubiera nada que me preocupara, ¿cómo sería mi vida?, si vivir es morir cada día'), mientras que 'Canción de amor' se convierte en una dramática declaración: 'Tuve tu cuerpo junto a mi cuerpo, mi cuerpo incierto, el tuyo fugaz. Quise llevarte en mis pobres venas, tenerte en mi sangre cuando te vas'.

La segunda parte del disco se abre con la impactante 'Un millón de sueños' (de arreglos, coros y ambientación grandilocuentes), que costó más de un disgusto a Cecilia, y a punto estuvo de no ser incluida en este trabajo. De letra evidente ('Cuánta sangre se ha perdido, cuánto honor herido, en estas guerras crueles sin laureles'), Evangelina tuvo que defender ante un tribunal que no estaba inspirada en la Guerra Civil Española (pese a ser evidente), sino en la Guerra de los Seis Días. En 'Cuando yo era pequeña', mientras tanto, Cecilia seguía evidenciando su existencialismo pesimista ("Cuando yo era pequeña era feliz, ahora qué será de mí'). A continuación, entra en escena la rabiosa 'Mi ciudad', que gana en ritmo e instrumentación, y se convierte en un duro y sentido alegato ecologista ('Si pudiera haber soluciones, respirar sin pulmones, crecer sin jugar, no estaría mal vivir en mi ciudad'). La recta final se inicia con una nueva muestra de desesperanza y desasosiego, 'Me iré de aquí' ('Yo me iré de aquí, de esta prisión sin rejas, de mi niñez feliz, de fotografías viejas'), arropada por una melodía sencillamente magistral, y se corona con una de las piezas de construcción más curiosa y psicodélica, 'Equilibrista', ejemplo claro del momento vital que atravesaba la cantante: 'Mi padre quisiera que fuera su niña estudiosa de alguna carrera, mi madre prepara mi boda con un caballero de güisqui con soda'.

Con este trabajo, la compositoria, como hemos avanzado, vivió un nuevo capítulo en sus contínuos encontronazos con una censura (sonadas ya habían sido las modificaciones de los textos en 'Dama, dama' o 'Mi querida España') que acabó obligando a compañía y artista, a modificar, tanto su título (iba a ser 'Me quedaré soltera'), como su portada (debía aparecer, Cecilia, embarazada). Además, sin ir más lejos, 'Un millón de sueños' llevaba por nombre, en un principio, 'Un millón de muertos'.

'Me quedaré soltera'

Curiosamente, y pese a las buenas críticas recibidas, las cifras de ventas se redujeron en comparación con su anterior trabajo. No obstante, este 'Cecilia 2' encumbró, definitivamente, a la artista, como una de las mentes creadoras más valientes y personales. Todo ello contribuyó a que fuera elegida por TVE para representar a España en el Festival de la OTI celebrado en Puerto Rico en 1975. Lo hizo con 'Amor de medianoche', quedó en segundo lugar, y abrió la puerta a la victoria, un año más tarde, de María Ostiz (otra digna figura del folk hispano), en la edición celebrada en Acapulco. Aquel año, además, vio la luz su tercer y más exitoso trabajo, 'Un ramito de violetas', de nuevo bajo el manto de Juan Carlos Calderón. Las tornas cambiaban y, si bien la crítica no respondió de manera tan efusiva como con 'Cecilia 2', sí lo hizo un público que convirtió aquel disco en el más exitoso de la carrera de la madrileña, merced a composiciones como 'Mi querida España', 'Mi pobre piano', 'Don Roque' o el propio tema que le daba título.

Apenas unos meses después, un 2 de agosto de 1976, Cecilia y uno de sus músicos fallecían en un accidente de tráfico en Colinas de Trasmonte (Zamora), mientras regresaban de una actuación en la Sala Nova Olimpia de Vigo. El coche en el que viajaban no pudo esquivar un carro tirado por bueyes que circulaba por un tramo sin iluminación. Evangelina estaba a punto de cumplir los 28 años.

En las décadas siguientes, la figura de Cecilia ha sido reivindicada y recuperada. Lo ha sido, prácticamente, desde su muerte, a partir de innumerables recopilatorios, dúos, homenajes y difusión de temas inéditos. No obstante, ha sido en este último lustro cuando la mayoría de sectores de la crítica especializada ha coincidido en definir a la artista como una de las figuras indiscutibles de nuestra música. La edición, en los últimos años, de trabajos como 'Cecilia inédita en concierto' o 'Diálogos' (una joya que incluye material nunca antes publicado), ha acabado por hacer justicia a una de las mentes más sensibles y osadas que ha dado la cultura hispana, cuya influencia ha perdurado hasta hoy en día, ya que artistas tan variados como Julio Iglesias, Mocedades, Rocío Jurado, El canto del loco, Amaral o Fangoria han puesto voz a sus composiciones.

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