Las sinfonías de médicos, vendedores de seguros o ministros
Muchos grandes compositores han vivido del ejercicio de otras profesiones completamente alejadas de la música, como la milicia, la medicina, los seguros o la política
César Coca
Lunes, 6 de julio 2015, 23:59
Hubo un tiempo en el que los compositores eran modestos artesanos que con frecuencia no firmaban sus obras. Ni tampoco vivían de su música. Eran monjes, nobles, o intérpretes de un instrumento que se escribían sus propias piezas. Por eso, en los monasterios se conservan tantos libros de canto cuyo autoría se desconoce. Luego, hacia el siglo XV, muchas cosas cambiaron y hubo un cierto volumen de compositores que pudieron vivir de su trabajo, o al menos de la música entendida en sentido amplio. Esa profesionalización continuó y a partir del barroco los compositores son como los pintores o los escultores: artistas al servicio de una casa real o una iglesia, que asumen otras tareas (dirigir una orquesta, tocar un instrumento, dar clase a algún joven de la familia o del entorno) pero todas ellas giran alrededor de su disciplina. Tanto es así que lo que llama la atención son las excepciones: los compositores famosos que en realidad no vivían de sus obras, sino de otra actividad profesional. Y los ha habido que trabajaron en ámbitos bien distintos: la medicina, la milicia, la marina, los seguros, el periodismo... y la política.
Suele decirse que la expresión 'música militar' es un oxímoron. Si es militar no es música, dicen los más exquisitos. Llama la atención, por ello, que unos cuantos compositores de relieve fueran militares de carrera. Con otra cosa en común: que eran rusos. Veamos. Rimski-Korsakov (1844-1908) era oficial de la marina. Compuso su primera sinfonía durante una larga singladura (dos años y medio), e iba enviando los movimientos de la misma, a medida que los terminaba y recalaban en algún puerto, a su amigo Balakirev, el líder del Grupo de los Cinco, que reivindicaba una música verdaderamente rusa, frente a la influencia de la escuela germánica que 'contaminaba' la obra de colegas como Chaikovski. Hubo un momento en que dejó de navegar, pero siguió en la marina, como inspector de bandas navales. Allá donde iba, el autor de 'Sherezade' se presentaba siempre con su uniforme de oficial porque estaba obligado a ello.
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Músorgski (1839-1881) era también oficial pero en el regimiento de Preobrazhensky, creado por el zar Pedro el Grande y vinculado desde entonces a la casa real rusa. Sin embargo, en su caso, formar parte del mismo no le suponía una renta alta. Tanto es así, que al contrario de lo que sucedía a los restantes miembros del Grupo de los Cinco, siempre tenía problemas económicos. El famoso retrato de Répin lo muestra desaliñado y como ido. La música áspera de 'Borís Godunov', 'Una noche en el monte Pelado' y 'Cuadros de una exposición' responden perfectamente a ese perfil.
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César Cui (1836-1918) era también militar e ingeniero. Incluso daba clases de fortificación en la Academia de Artillería, y publicó varios libros sobre la materia. Es el menos conocido del Grupo de los Cinco, y apenas unas pocas obras se mantienen en el repertorio, aunque en la Europa meridional es rarísimo que se programen en concierto.
Borodin (1833-1887) era químico y médico, y aunque no hubiera compuesto 'El príncipe Igor' tendría un lugar en la Historia, concretamente en el campo de la ciencia: hay una reacción química que responde al nombre de Borodin-Hunsdiecker. Ese Borodin es el compositor, que era un gran experto en aldehídos. Se llamaba a sí mismo 'compositor dominguero', porque durante la semana estaba ocupado en sus clases y el laboratorio y apenas tenía tiempo para la música.
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El líder de este colectivo de músicos atípicos era Balakirev (1837-1910), quien también iba para ingeniero y si lo dejó para dedicarse enteramente a la composición fue por recomendación de Glinka, el autor de 'Russlan y Ludmila', considerado el padre de la música rusa.
Fuera de aquel enorme país que tanta música dio al mundo en el siglo XIX (y tanta literatura, pues esa centuria está dominada por la novela francesa y la rusa) hay también compositores no profesionales aunque en un tiempo posterior. Uno de los más interesantes es el caso de Charles Ives (1874-1954), autor de un manual que durante décadas ha sido materia casi obligada para los alumnos de estudios actuariales. Ives fundó varias compañías y tuvo un gran éxito en su trabajo. Tocaba el órgano en la parroquia en los oficios de domingo y componía a ratos libres hasta que hubo un momento en que sintió incapaz de seguir haciéndolo porque la música ya no sonaba en su cabeza. Durante los últimos 35 años de vida apenas hizo otra cosa -en el ámbito de la creación- que revisar sus obras anteriores. Entre ellas destacan la 'Sonata Concord' y 'Central Park in the dark'.
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El mexicano Carlos Chávez (1899-1978) pasó una parte de su vida sentado tras una mesa en la redacción del diario 'El Universal', uno de los grandes periódicos del país. Trabajó también en otros medios y creó distintas organizaciones relacionadas con la promoción cultural, como el Instituto Nacional de Bellas Artes. El autor de la 'Sinfonía india' y la 'Obertura republicana' ocupó además varios puestos de designación política.
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Pero quizá el caso más sorprendente de todos es el del pianista y compositor polaco Ignacy Jan Paderewski (1860-1941), que siempre estuvo implicado en los movimientos por la independencia de su país. Un discurso suyo en Poznan, cuando aún no se habían apagado los ecos de la Primera Guerra Mundial, desembocó en un levantamiento militar contra Alemania. Entre 1919 y 1922 se dedicó en cuerpo y alma a la política: fue primer ministro de la Polonia independiente, ministro de Asuntos Exteriores y embajador ante la Sociedad de Naciones. Luego se retiró pero poco tiempo porque a finales de los veinte encabezaba la oposición exterior al Gobierno de Varsovia y en su mansión en Suiza se firmó en 1936 una coalición de partidos contrarios al Ejecutivo. Ya casi octogenario volvió a la primera fila de la política cuando Alemania invadió su país, dando así comienzo a la Segunda Guerra Mundial. Aún tuvo tiempo de presidir el Consejo Nacional de Polonia en el exilio, antes de morir en 1941 en Nueva York, donde se encontraba dando una serie de conciertos para recaudar fondos para la causa de la resistencia.