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Pilar Miró murió de un infarto masivo el 19 de octubre de 1997.
Pilar Miró, que estás en los cielos

Pilar Miró, que estás en los cielos

La cineasta y ferviente amante de la ópera, que habría cumplido 75 años hace poco, sufrió el abucheo más sonado de su dilatada trayectoria con una puesta en escena de 'Carmen' alejada del folclorismo. La pasión por las grandes voces era el único punto en común que tenía con su padre

Isabel Urrutia

Miércoles, 6 de mayo 2015, 00:06

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El pasado 20 de abril, esta mujer enamorada de Gary Cooper y amante de los callos -del plato, se entiende- habría cumplido 75 años. Pilar Miró murió víctima de un infarto masivo el 19 de octubre de 1997, al día siguiente de haber asistido al estreno de la ópera 'Divinas palabras', de Antón García Abril, en el Teatro Real de Madrid. Le gustaban los rebeldes -sobre todo los que no dejaban heridos a su paso-, por eso no quiso perderse la versión operística de la obra de Valle-Inclán. Un alma gemela si no fuera porque ella no tenía ojo para el esperpento ni para el patetismo o la sátira; eso lo dejaba en manos de talentos como Javier Gurruchaga, buen amigo y revulsivo de RTVE como impulsor del programa 'Viaje con nosotros', allá por los años 80.

"Dales caña, dales caña", animaba Pilar Miró al showman donostiarra en calidad de directora del ente público. Sus palabras eran órdenes. Así terminaron apareciendo en la pequeña pantalla un enano clavadito a Felipe González y una Moreneta con un niño Jesús enfundado en una camiseta del Español para estupor de los jugadores del Barça (actores de Els Joglars con Boadella al frente). Lo nunca visto. La cineasta madrileña lo había conseguido una vez más. Poco amiga de templar gaitas, entraba a matar sin vacilar, ya fuera a la hora de sumar amantes o en los rodajes donde conseguía, entre otras proezas, mantener abrazado a un palo horizontal a un actor con una cuerda alrededor del pene mientras el resto de equipo se despachaba la merienda. Sí, sí, la escena de la castración en 'El crimen de Cuenca' tiene su miga.

"¿Te vas a atrever con 'Carmen'?"

A la Miró siempre le gustaron las experiencias fuertes. De ahí que fuera una devota de la ópera, único punto en común que tenía con su padre, militar y excomisario de guerra -leal a la monarquía y represaliado tras las Guerra Civil- que la llevó el 12 de mayo de 1956 al Teatro Calderón de Madrid. Fue una epifanía, una revelación que la hizo estremecerse y sentir el placer del amor y la muerte, los instintos más primarios -eros y thanatos- que llegan a hermanarse con la locura. En aquella ocasión Mario del Monaco interpretaba el papel de 'Otello' y los gemidos del mítico tenor, después de haber estrangulado a Desdémona, se le quedaron grabados a fuego. "Un beso, otro beso...", susurra el protagonista poco antes de suicidarse en la ópera verdiana. Pilarín tenía entonces 16 años.

"¿A que no tienes cojones? ¿De verdad te vas a atrever con 'Carmen'", le preguntaría mucho tiempo después José Antonio Campos, programador del Teatro de la Zarzuela. Era de su quinta -cosecha de 1940-, nacido en Marruecos y figura clave en el entramado administrativo y cultural de Madrid. Lo tenía todo para hacerse respetar por la Miró. Le bastaba con agitar el trapo rojo para que su amiga embistiera con una energía furibunda. Y vaya si lo hizo: con la experiencia que le daba haber organizado un buen puñado de retransmisiones operísticas para RTVE, debutó como directora de escena en 1982 y aguantó los abucheos más ensordecedores de la historia de la lírica en España.

Ni antes ni después un 'régisseur' operístico se ha visto tan sumamente vapuleado. Pero nada, ella resistió de pie, digna y tiesa como una vela en el proscenio, agarrada a la mano del tenor Josep Carreras y de la soprano Ruza Baldini, que miraban con incredulidad hacia los palcos de donde partían los insultos y berridos -'puta' y 'roja', sobre todo- que las señoras encopetadas lanzaban contra la Miró. ¿Merecía tal varapalo una puesta en escena que renunciaba al folclorismo? ¿Tanto indignaba la apuesta por el blanco y el negro en un guiño a la estética más tenebrista de Goya?

Lo único impepinable: la derecha más casposa la odiaba, el sector guerrista del PSOE no la tragaba (ella se declaraba felipista) y para entonces nadie recordaba que había entrado como secretaria en RTVE gracias a un amigo de su familia, nada menos que el 'ultra' Blas Piñar, futuro impulsor de Fuerza Nueva. Las vueltas que da la vida. Tras las pitadas y pataletas de 'Carmen' -más moderadas en la tercera función, que se retransmitió el 6 de mayo de 1982 por TVE- celebró el estreno de la producción con su amigo José Antonio Campos y toda la compañía operística. El éxito musical había sido rotundo, sobre todo el debut de Josep Carreras en el rol de Don José. A ella, eso le bastaba y sobraba.

A corazón abierto

"Lo bueno de los tenores es que siempre encarnan la ternura. Representan mejor que nadie la estética del perdedor, con la que vital y artísticamente me identifico. Son los héroes solitarios que motivan mi ternura", explicaría más tarde, tras haber filmado 'Werther' (1986), con Eusebio Poncela y Mercedes Sampietro en los papeles principales y la ópera de Massenet como banda sonora con Josep Carreras y Frederica von Stade. Un arrebato de sinceridad poco habitual en ella. Le costaba Dios y ayuda arrancarse la máscara de César impertérrito, capaz de zamparse un racimo de uvas mientras los leones devoran a las vírgenes cristianas. Su frialdad podía alcanzar cotas surrealistas: al recibir la llamada de una esposa colérica, dispuesta a degollarla porque se acostaba con su marido, no dudó en colgarle el teléfono sin contemplaciones. Eso sí, no antes de soltarle: "Perdone, pero no hablo de mi vida privada con cualquiera". Amaba el riesgo, y eso que no le convenía porque siempre tuvo una salud muy frágil. Había pasado por dos operaciones a corazón abierto, en 1975 y 1985, para implantarle un par de válvulas cardíacas.

Nada que le impidiera trabajar a destajo, sin importarle las consecuencias, ya fuera la censura posfranquista o las puñaladas traperas de la política. Entre otras cosas, le tocó apechugar con un procesamiento civil y militar por 'El crimen de Cuenca' -acusada por injurias a la Guardia Civil- y también sufrió el linchamiento público entre 1989 y 1992 por una supuesta malversación de fondos públicos. Se la acusaba de haber comprado vestidos a cargo del presupuesto público. En última instancia fue absuelta y, de paso, el dedo acusador del PP, Luis Ramallo, se encogió hasta el punto de pedirle perdón por haberla expuesto al escarnio y el calvario.

No tuvo ocasión de aburrirse, no. Su vida fue un torbellino y no pasaba desapercibida. Entre sus amigos más fieles siempre llamó la atención un exestudiante de Derecho, al que las lenguas bífidas y venenosas apodaron en su día 'campanita' -por ser "tan tontín"- nada más aterrizar en la Universidad Complutense. Nadie se libra del 'bullying'. Pues sí, aquel chico era el Príncipe de Asturias y futuro Rey Don Juan Carlos. Una caja de sorpresas, la vida de esta mujer de flequillo adolescente y ojos de bebé. Bien pudiera servir su odisea existencial para una película de suspense o una ópera dramática, como las de Verdi, un compositor que "estará en los cielos, igual que Gary Cooper". Lo decía Pilar Miró. Amén y hasta la próxima.

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