Salman Rushdie: "Quizás deban morir todas las religiones"
El escritor británico defiende el humor sin límites sobre las religiones. En 'Dos años, ocho meses y veintiocho noches' pone a la razón frente a mitos y leyendas
César Coca
Miércoles, 7 de octubre 2015, 02:20
Este es el mejor momento para criticar a las religiones y hacer bromas sobre ellas». Salman Rushdie (Bombay, 1947) no deja de sonreír mientras lo ... dice, en una tarde tormentosa que ha pintado de gris oscuro el cielo de Madrid. La afirmación parte de la persona que, con seguridad, está más autorizada para hacerla. Él estuvo condenado a muerte por sus críticas al Islam y pagó el precio de vivir oculto durante diez años para salvar la vida. Pero nunca se rindió, ni perdió el sentido del humor. Antes al contrario, reaccionó con una reivindicación de la libertad que mantiene en pie. Lo hace con su actitud diaria en la vida y con su literatura. Ayer llegó a las librerías la traducción al castellano de su última novela (Dos años, ocho meses y veintiocho noches, Ed. Seix Barral), un derroche de fantasía que enfrenta a la razón con dioses, magos y hadas; a la verdad con las leyendas y a los mitos con la ciencia. Por eso, es inevitable hablar con el escritor angloindio de realidad y ficción, de límites en la crítica y de la religión como categoría literaria. «No sé lo que estoy haciendo con la religión. Yo únicamente escribo. Ella sabe cuidarse muy bien sola».
Publicidad
Vuelve a la ficción después de Joseph Anton, el relato de su vida en los años de la fetua de Jomeini. Ha comentado que quedó saturado de realidad.
Sí, porque yo jamás había pensado escribir algo parecido a unas memorias o una autobiografía. Me parecía que no tendría ningún atractivo pero, por desgracia, adquirí una vida interesante y me sentí obligado a contarlo. Pero le aseguro que estaba ansioso de volver a la ficción. Nunca he querido ser otra cosa que un escritor de ficción.
¿Su libro es una reivindicación de la fantasía frente a la sobredosis de realismo que observa en la literatura actual?
Creo que hay un realismo extremo, una abundancia de lo que podríamos llamar ficción autobiográfica, que además está teniendo mucho éxito. Lo mío es justo lo contrario. Pero no lo hago con un sentido militante, sino porque es lo que me gusta.
Hace una década ya anunciaba que estos eran malos tiempos para la razón. Ahora ha puesto a combatir a la razón contra las leyendas. ¿Por qué?
Ese es el equipo del que soy parte, pero es una batalla que nunca acaba. Es como un péndulo que va de un lado a otro, unas veces parece que se impone la razón y otras veces parece derrotada. He hecho una novela sobre esa lucha que está dentro y fuera de nosotros. Todos, por muy racionales que nos creamos, tenemos aspectos irracionales. Yo escribo del lado de la razón y meto en mis historias criaturas mágicas. Es una contradicción, lo admito.
Publicidad
¿Sigue siendo el niño que escuchaba embobado las historias que contaba su madre?
No lo sé, pero quizá vuelva a serlo. Para escribir esta novela volví a las historias de la India. Allí la gente relata cosas sobre los yinn, incluso se usan para meter miedo a los niños y que se porten bien. Si pasa algo malo, por ejemplo que se te pinche una rueda cuando vas en tu coche, se culpa a un yinn.
Historias que se transmiten con la palabra. ¿Ha querido emular la tradición oral en esta novela?
Creo que en Hijos de la medianoche ya pasaba, pero aquí lo hago en una medida mayor. El lenguaje está más próximo a la oralidad y quizá deba leerse en voz alta. Es como si te sentaras en un sofá y alguien viniera, se pusiera a tu lado y te contara una historia.
Publicidad
«Me fascinó Averroes»
¿Contar historias es la esencia del ser humano?
Somos la única criatura que lo hace. Somos un animal que cuenta historias y eso es una necesidad desde la infancia. Cuando un niño está bien alimentado y cuidado, lo primero que pide es que le cuenten historias. Y en definitiva no hacemos otra cosa que relatarnos la historia de nosotros mismos.
En un momento de su novela dice que las religiones se basan en historias parecidas a las de alfombras voladoras y magos. Pero nadie reza a un mago o a una alfombra.
La diferencia está en que quienes escriben sobre magos te dicen que lo que cuentan no es verdad y quienes te cuentan historias religiosas te dicen que sí son verdad. Unas son ficción y las otras insisten en que no lo son. Y lo cierto es que un dios en el cielo es tan de cuento de hadas como una alfombra voladora.
Publicidad
Tras el ataque a Charlie Hebdo, a diferencia de numerosos intelectuales, siguió defendiendo que debemos tener la libertad absoluta de hacer bromas sobre las religiones y sus dioses.
Creo que, con lo que está pasando, este es el mejor momento para hacerlas. Muchas de las libertades de las que hoy disfrutamos fueron ganadas en una batalla contra la Iglesia. En la Ilustración, el enemigo no era el Estado, sino la Iglesia. Es importante que no permitamos que nos pongan límites a la libertad conquistada. Mi libro no es una tesis. Quiero que los lectores primero disfruten y luego piensen, pero no se trata de aleccionar sobre nada.
Algún crítico ya ha señalado que una de las características de su obra es que eleva a la religión a la categoría de gran literatura. ¿Lo ve así?
No sé. Desde luego, lleva mucho tiempo ahí. Toda la literatura comenzó como algo sagrado, igual que la pintura. Cuando la pintura se transformó en algo secular, fue una gran liberación. Y lo mismo sucedió con la literatura: cuando se despojó de los temas sagrados nació la literatura propiamente dicha, lo que hoy entendemos como tal. A mí me interesan mucho las historias sagradas.
Publicidad
¿Por qué?
Porque están en el origen de muchas cosas. Los mitos antiguos, griegos y romanos, estaban en la base de sus religiones. Por eso me interesan las religiones muertas, porque lo que queda de ellas son las historias. Quizá todas las religiones deban morir y dejar que sus historias permanezcan para que las generaciones futuras las lean así, como literatura.
En Dos años, ocho meses y veintiocho noches aparece Averroes, cuyo nombre árabe era Ibn Rush. Su padre cambió su apellido por él. ¿Le debía un homenaje?
Desde que descubrí que mi padre había hecho eso me fascinó la figura de Averroes y empecé a estudiarlo. Era un pensador muy progresista y mi trayectoria vital ha terminado por parecerse a la suya: tuvo que exiliarse, quemaron sus libros... La diferencia es que él fue un filósofo religioso que nunca dejó la religión, quería incluir la razón y la lógica dentro de ella. Tuvo una gran influencia en el pensamiento humanista de su tiempo.
Noticia Patrocinada
Salman Rushdie
-
un escritor superviviente
-
Nació en Bombay en 1947, en el seno de una familia acomodada de religión musulmana. A los 14 años fue enviado a estudiar a Londres. Se graduó en Historia por la Universidad de Cambridge y trabajó en una agencia de publicidad. Su segunda novela, Hijos de la medianoche, ganó el Booker y está considerada una de las grandes obras de la literatura universal en las últimas décadas. También ha publicado El suelo bajo sus pies, Furia, Este y oeste, El último suspiro del moro, Shalimar el payaso, La encantadora de Florencia, Joseph Anton...
Su libro comienza en Lucena (Córdoba) y entre las innumerables referencias a grandes figuras de la culura hay un puñado de ellas sobre autores españoles.
Sí, la novela comienza en tiempo de los árabes en España y, como dice, las referencias son muchas. Por ejemplo, la imagen de un yinn comiéndose la cabeza de un hombre es un guiño a Goya. La técnica de contar una historia dentro de otra, y esta de otra, y de otra... que está en Las mil y una noches y yo uso en el libro, la utilizó Pedro Almodóvar en una escena de Hable con ella. Cuando lo vi pensé que él también había leído la historia de Sherezade.
También hay un buen puñado de guiños a Buñuel.
Está en todas partes en esta novela, que combina la tradición oriental y la occidental, sobre todo el surrealismo, que aquí es tan importante como Las mil y una noches. Y más cosas: cuando uno de los personajes se convierte en rinoceronte, hago un homenaje a Ionesco y el teatro del absurdo. Todos los grandes de las artes se han colado aquí.
Publicidad
Al final de la novela, en un futuro lejano, se imponen la razón y la paz. Pero se acaban los sueños y los humanos los echan en falta. Incluso preferirían tener pesadillas. ¿Un mundo guiado solo por la razón sería invivible?
Lo que estoy sugiriendo es que, incluso si estás del lado de la razón, cuando consigues lo que deseas a veces no te gusta. Quería un final optimisma pero no tontamente optimista, así que le añadí algo de vinagre. No hay una comida gratis... Esa es la moraleja.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión