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James D'Arcy interpreta a un periodista inspirado en el cronista George Steer.
'Gernika': imágenes de fuego, corazón de hielo

'Gernika': imágenes de fuego, corazón de hielo

Koldo Serra estrena en el Festival de Málaga su crónica del bombardeo, una cinta primorosamente rodada, pero que no logra emocionar

Oskar Belategui

Martes, 26 de abril 2016, 16:23

Las bombas de la Legión Cóndor han vuelto a atronar 79 años después de arrasar Gernika. Lo han hecho este martes a mediodía en la pantalla del Teatro Cervantes, donde Koldo Serra ha presentado su crónica del bombardeo, una superproducción de 6 millones de euros y el título que más expectación había despertado en la sección oficial del Festival de Cine Español de Málaga. Diez años ha tardado en volver a rodar el autor de 'Bosque de sombras', que aceptó el encargo de llevar a la pantalla un guion firmado por el estadounidense Barney Cohen y Carlos Clavijo, del que provienen los males de un filme primorosamente rodado que no oculta su vocación didáctica e internacional. Imágenes de fuego pero, ay, corazón de hielo.

'Gernika' transcurre en los días previos a un bombardeo que ha pasado a los anales de la historia por su carácter precursor: nunca antes se había arrasado una población civil indefensa, concentrando en unas pocas horas todo el poder mortífero de los aviones del Reich al servicio de Franco. Nuestros guías son un reportero de guerra cínico, desencantado y bañado en alcohol (James D'Arcy), que cubre la Guerra Civil para el 'New York Herald Tribune' pero estaría más a gusto entrevistando a Picasso en París. Los otros dos vértices del triángulo amoroso (sí, 'Gernika' es una historia de amor) están compuestos por la censora de la oficina de prensa republicana (María Valverde) y su superior, un asesor ruso que bebe los vientos por ella encarnado por Jack Davenport.

Sin ser un 'biopic', el personaje de D'Arcy se inspira en George Steer, tal como confirman los títulos de crédito finales. El periodista británico (en la cinta es americano) fue uno de los pocos testigos presenciales de la destrucción de la villa. Su crónica del 28 de abril de 1937, portada del 'Times' y del 'New York Times', conmocionó al mundo al refutar la tesis del bando nacional y revelar la autoría de la Legión Cóndor alemana en el devastador ataque aéreo. Sus emocionantes reportajes alentaron a Pablo Picasso para pintar el celebérrimo 'Guernica', a petición del Gobierno de la República para la Exposición Internacional de aquel año en París.

Tres cuartas partes del metraje de 'Gernika' se destinan a contar la toma de conciencia del protagonista, que necesita recobrar su fe en el oficio de periodista. Serra hace guiños a mitos como Robert Capa y Ernest Hemingway. El personaje de Ingrid García Jonsson, una fotorreportera dispuesta a todo por una instantánea, homenajea a Martha Gellhorn. Eran bohemios que discutían con sus jefes al otro lado del teléfono y que tenían que driblar la censura de los dos bandos. «Si escribes lo que te mandan no te pasará nada», expresa cínicamente uno de los periodistas. Ya hemos visto demasiadas películas sobre el tema como para que nos cuenten algo nuevo sobre una profesión idealizada y romántica, que en 'Gernika' no trasciende del cliché.

La piedra angular del filme, el arrebato amoroso que el reportero siente por la funcionaria republicana, es la parte que hace aguas. Y con ello, el espectador solo aguarda que caigan las bombas y comience el espectáculo. Si en 'Titanic' un colgante adquiría peso dramático en la historia, en 'Gernika' esa función corresponde a un pin del Athletic (en un hermoso homenaje, Álex Angulo, al que está dedicada la película, aparece en una fotografía como padre de la protagonista, un jugador del Athletic al que recuerda con el pin). San Juan de Gaztelugatxe es, sin duda, un lugar mágico. Pero la visita de la pareja al bello promontorio marino no basta para explicar que un reportero alcoholizado y de vuelta de todo de pronto se convierta en un febril enamorado.

El ingente esfuerzo de producción luce en pantalla con vistosidad y hará las delicias del espectador vasco, que jugará a reconocer la veintena de localizaciones vizcaínas que sirvieron de escenarios. Desde un majestuoso plano de El Arenal con el Teatro Arriaga en primer plano, a un baile de época en el Salón Árabe del Ayuntamiento y la Sociedad Bilbaína convertida en un glamuroso hotel en tiempos de guerra. Las vistas aéreas y grúas dan por momentos un aire de spot turístico, de 'Ven y cuéntalo', aunque Serra tampoco tiene la culpa de que los valles luzcan tan verdes y las montañas imponentes.

La conversión a la causa del protagonista pasará por conocer las tradiciones vascas, una visita al caserío y al mercado de Gernika. Hasta se baila un zortziko, cortesía del pedazo de banda sonora compuesto por Fernando Velázquez. Cuando la escuadrilla nazi rasgue el cielo, las imágenes de destrucción se apoderan de la pantalla. Serra consigue en ese último tercio los momentos más brillantes del filme, como ese plano de los aviones vistos a través del retrovisor de un coche o la imagen de una mujer en estado de shock, con la llave de su casa en la mano sin darse cuenta de que solo queda la fachada.

El plano más emocionante de 'Gernika' es el último: la reproducción del cuadro de Picasso. La mejor prueba de que esta película que Sony llevará por todo el mundo y que se estrena entre nosotros el 9 de septiembre hubiera necesitado más munición en el apartado dramático.

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