Daniel Calparsoro estrena este viernes en los cines su noveno largometraje, 'Cien años de perdón'.

«Dicen que en el norte hay menos corrupción. ¿Qué hay más corrupto que pegar un tiro en la nuca al vecino?»

El cineasta vascono da un respiro al espectador en 'Cien años de perdón', un 'thriller' de atracos en una España podrida

Oskar Belategui

Domingo, 28 de febrero 2016, 22:34

Políticos corruptos, discos duros con preciada información, cajas fuertes que albergan secretos incriminatorios... Bastaría con leer los periódicos para encontrar estos elementos de género negro, ... que acaparan el día a día informativo de un país que destapa un escándalo tras otro. También forman parte del argumento de 'Cien años de perdón', la mejor película de Daniel Calparsoro en muchos años.

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Luis Tosar, Raúl Arévalo, José Coronado y un puñado de soberbios actores argentinos protagonizan este tenso 'thriller', que arranca como una historia de atracos y muta en una intriga política que dibuja una España hundida en el fango de la corrupción. Un grupo de ladrones asalta el Banco de Valencia. Resulta que son los más pringados en una historia que la trama del PP valenciano parece imitar. 'Cien años de perdón' llega a los cines este viernes con todo el poderío promocional de Tele 5.

¿Cuál es su película de atracos favorita?

'Tarde de perros', de Sidney Lumet, con Al Pacino y John Cazale. Es algo más que una película de atracos, trasciende del ' thriller' cuando muestra a los habitantes de Nueva York apoyando a los atracadores. Quizá lo haga de una manera un poco naif, pero es muy divertida. Al final, la película tiene un lado muy oscuro y acaba como acaba.

El motivo del atraco era pagar la operación de cambio de sexo de la pareja de Pacino.

Un motivo peculiar, sin duda. Sidney Lumet es uno de mis directores favoritos, me gustan todas sus películas, hasta aquella que hizo con Vin Diesel ('Declaradme culpable'). Y me encantó la última, 'Antes que el diablo sepa que has muerto'.

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En 'Cien años...' los atracadores son los pringados de la historia. También los que demuestran tener más ética.

Son atracadores profesionales que se enfrentan a una situación azarosa. Aprenden que yendo cada uno por su lado son menos fuertes, que en equipo consiguen más cosas. Son los criminales de la historia y tienen su propio código, pero resulta que son más nobles que los que están fuera. Los políticos y policías resultan más corruptos que los propios atracadores.

Da más miedo la directora de la sucursal, a punto de ser despedida por un ERE, que los ladrones.

Quería un personaje femenino que tuviera fuerza, que rompiera el tópico del director de banco. Ahora hay más mujeres al frente de sucursales que hombres porque son más inteligentes y saben manejar mejor su ambición. Lo hablé con Jorge Guerricaechevarria (el guionista) y escribió una mujer fuerte, como lo son en todas mis películas.

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Antes de ese atraco dibuja un país en apuros: los clientes del banco renegocian sus hipotecas para no verse desahuciados.

El atraco es una excusa. Todos los personajes se van desvelando como las capas de una cebolla, ninguno es lo que parece. Todos tienen su agenda secreta. De repente, te das cuenta de que hay una marcada intención de retratar la España actual. Hay un ERE, gente intentando conseguir créditos... El pan nuestro de cada día por el que todos hemos pasado en algún momento. La trama está al servicio de los personajes y no al revés. Uno de los retos como director era, además de manejar al reparto, conseguir un tono de 'thriller' con sentido del humor. Te ríes pero se mantiene la amenaza de que algo terrible puede pasar. Pero no quiero dar lecciones a nadie, ¿eh? Esta es una película de entretenimiento.

Todo el mundo al suelo

  • 'Cien años de perdón' arranca como tantas películas de atracos con la irrupción en el banco de una banda armada que obliga a todos los clientes a tirarse al suelo. Sin embargo, el inteligente guion de Jorge Guerricaechevarria ya nos ha dado pistas de que estamos ante algo que trasciende de la mera intriga criminal. Los trabajadores de la entidad andan a la greña. La amenaza de un ERE se cierne sobre ellos y la ambiciosa directora de la sucursal acaba de descubrir que tiene un pie en la calle (avasalladora Patricia Vico, esposa de Calparsoro en la vida real).

  • Los clientes que tienen la mala suerte de convertirse en rehenes también están histéricos. Renegocian sus créditos e hipotecas para no perder su casa. Los ladrones, con el rostro deformado por inquietantes máscaras de plástico, no esconden su acento argentino y se mueven con la pericia de quien lleva muchos golpes a sus espaldas. También hay un español, 'El Gallego', que se disputa el liderazgo del grupo con otro volcánico miembro, 'El Uruguayo' (Luis Tosar, impecable como siempre, y un descubrimiento, brutal Rodrigo de la Serna).

  • Poco a poco iremos descubriendo que el dinero del banco no es tan importante como los secretos que alberga una de las cajas de seguridad perteneciente a un político en la picota. Intervienen entonces representantes de la ley que resultan más siniestros que los atracadores un negociador de la Policía (Luis Callejo), el jefe de gabinete de la presidenta delGobierno (Raúl Arévalo), una suerte de Sr. Lobo especialista en solucionar asuntos turbios (José Coronado)... 'Cien años de perdón' muta de peli de atracos a 'thriller' político empujada con brío por Daniel Calparsoro, que acierta a administrar tensión y humor. Tras la catástrofe de su anterior trabajo, 'Combustión', estamos sin duda ante la película más redonda de su filmografía.

  • Precisión de relojero

  • Ambientada no por casualidad en una Valencia caótica y lluviosa, 'Cien años de perdón' comparte con la estupenda 'El desconocido' (donde Luis Tosar era un director de banco víctima de la venganza de un preferentista) la habilidad de unir entretenimiento y denuncia social. Casi todo funciona a la perfección en una cinta que va administrando las sorpresas y los giros de la trama con precisión de relojero y donde solo chirría la elección de Raúl Arévalo para dar vida a un personaje salido de 'House of Cards'. Como en las buenas películas de atracos, aquí el espectador quiere que el golpe salga bien.

'Cien años de perdón' puede verse también como una película política sobre la corrupción que inunda la vida pública.

Los últimos acontecimientos la están llevando a ese sitio. Y me refiero a los últimos diez años. Cuando empezamos a escribir, la imaginamos como una historia de política ficción. A la vista de lo que está sucediendo nos quedamos cortos. No es cine político, pero evidentemente está ligada de una manera clara a lo que sucede en este país. Frases que hace nueve meses tenían un significado hoy tienen otro: 'A veces es mejor mirar para otro lado', 'No me quiero ir de aquí sin algo que merezca la pena'.... Hoy las escuchamos en boca de gente que sale en el telediario.

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Que esté ambientada en Valencia tampoco es gratuito.

Obviamente no. Aunque no creo que sea la zona más corrupta de España, desgraciadamente hay corrupción en todas partes. Sí ha sido significativo que todo el Partido Popular en Valencia esté visto en el sumario como una organización criminal. El manejo de lo público en este país se ha convertido en el cómo me lo quedo yo. Muchas veces se dice que en el norte hay menos corrupción, pero ¿qué hay más corrupto que pegarle un tiro en la nuca a tu vecino si no te paga un dinero?

No hay esperanza en el filme, todos están pringados y la información se maneja como arma de chantaje.

La corrupción no entiende de siglas, es una enfermedad transversal enraizada en los estamentos de la sociedad española. Y todos somos cómplices por haber permitido lo que una vez llamamos picaresca. El manejo del dinero público se convirtió en un estraperlo, nos descubrimos básicamente un país de bandidos. Eso se ha entendido como una profesión. Discrepo contigo, porque la película da esperanza. Aunque este sea un mundo podrido, de vez en cuando hay alguno que se sale con la suya. Y aquí el espectador se va haciendo cómplice de gente que intenta dar la vuelta a la tortilla.

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El rescate de Bankia

De todos los casos de corrupción, ¿cuál le ha enfurecido especialmente?

Lo que más me ha molestado es el rescate a Bankia. Los dividendos, la fusión de las cajas, los millones que han robado... Todos los demás nos hemos tenido que apretar el cinturón. Nos han subido la luz, el gas, el IVA cultural, aparcar en la esquina... Los ciudadanos de a pie hemos sido sometidos a un expolio para pagar agujeros gigantescos bajo las órdenes de la Unión Europea. Si Europa es en realidad quien gobierna este país, ya va siendo hora de que nos quite los políticos corruptos.

¿No cree que en la realidad esos políticos corruptos que muestra resultan chuscos y chapuceros? Siempre se comportan como nuevos ricos.

Un país de bandidos tiene comportamiento y cultura de bandido. Los que gobiernan y los que están en la oposición tienen la tendencia a mostrar sus trofeos. El bandido vive de la rapiña y de enseñarla. Así es mucho más fácil pillarles, lo que pasa es que como el bandidaje está tan extendido, no tienen miedo a que lo hagan. Ahora están saliendo muchísimos casos de corrupción. No es que hace diez años no se robara, se hacía igual o más, pero se ocultaba. Ha sido tan fuerte el hedor y la injusticia que por miedo a que haya un estallido social se han visto obligados a sacarlo a la luz.

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Define el cine español como una industria «frágil y sobrepolitizada».

Sí. El cine español está intrínsecamente relacionado con una opción política y contra otra opción política. Y a mí eso no me parece sano. Cuando haces una película, no la haces para tus amigos, sino para el mayor público posible. Me parece muy bien que se defiendan las opciones políticas de cada uno y se denuncie lo que haya que denunciar. Pero no que uno se sienta en posesión de la verdad sistemáticamente y diga que los de enfrente son una mierda. Eso siempre lleva al error y es torpe. Produce una endogamia que nunca es positiva.

Este discurso suyo no es muy habitual en el cine español.

Está mal visto, pero a mí qué más me da.

¿Le ha traído problemas pensar así?

Los problemas se los busca uno en la vida, y yo me he buscado muchos. Cada uno tiene su carácter, y lo de mirar hacia otro lado nunca ha ido conmigo.

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¿Qué queda de la rabia del director de 'Salto al vacío'?

Ahora la rabia la tiene mi hijo... Es mucho más listo que yo y tiene su propio carácter. La rabia es inherente a la edad, y yo empecé con 26 años. A los 48 no es que tenga alergia al compromiso, de hecho estoy felizmente casado. Hago películas dentro del sistema, y estoy muy contento de estar absorbido. No tengo necesidad de enfrentarme con nadie, quiero trabajar cada vez mejor y lo voy consiguiendo: 'Cien años de perdón' es mi noveno largometraje y una de mis mejores películas. Voy por el buen camino.

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