«Yo nunca doy lecciones morales, los sermones están en el Evangelio»
El autor de ‘Instinto Básico’ firma una historia «provocativa» que no pudo rodar en Estados Unidos y representará a Francia en los Oscar
David López
Jueves, 29 de septiembre 2016, 01:51
El cruce de piernas más famoso de la historia del cine. Instinto básico forma parte de las fantasías húmedas de toda una generación de cinéfilos, ... un thriller erótico que catapultó a su protagonista, Sharon Stone, y a su autor, Paul Verhoeven (Ámsterdam, 1938), un extraño en suelo norteamericano que ya entonces había rodado exitosas producciones de ciencia ficción como Robocop y Desafío total. De la gloria pasó al desprecio con Showgirls, una película, hoy de merecido culto, que dejó una gran anécdota para la posteridad: Verhoeven es el único realizador que ha acudido a la gala de los premios Razzie para recoger en persona su galardón al peor director. La imagen de alguien capaz de no tomarse demasiado en serio a sí mismo.
Ahora engrandece su leyenda con Elle, una comedia con ingredientes explosivos: humor negro y corrosivo, psicopatías, perturbadoras fantasías sexuales y violencia quirúrgica. Una definición que muchos considerarán discutible si tenemos en cuenta que el relato que propone comienza con la salvaje violación de Michèle (Isabelle Huppert), una exitosa ejecutiva que dirige una empresa de software. Una invitación a un juego de dominación y venganza que desbarata por completo nuestros principios morales. Seleccionada por Francia para representar al país en los Oscar, tras su celebrado paso por Cannes o San Sebastián, Elle llega mañana a las salas españolas.
Elle ya ha causado división entre los que la consideran una película feminista y los que cuestionan su mirada hacia la mujer.
Cuando la novela se publicó, varios colectivos feministas la defendieron. Yo nunca doy lecciones morales. Quien quiera un sermón, que lea las enseñanzas de Jesús en el Evangelio. Debo dejar claro que Michèle no es una mujer que acepta la violación. Simplemente se niega a convertirse en una víctima.
¿Cómo surgió la posibilidad de adaptar a Philippe Djian?
Isabelle Huppert fue la primera que se enamoró de la novela. Hasta telefoneó a Philippe Djian para felicitarle. Sentía que el libro merecía una adaptación. Cuando el productor Said Ben Said me envió el proyecto, también fui consciente de que teníamos entre manos material para una película que dejaría huella. Acepté de inmediato, porque era una obra muy provocativa y perversa, algo que encajaba en mis inquietudes como artista, incluso como espectador.
En el momento de su publicación, Oh... generó cierta controversia.
A Djian se le ocurrió la historia inspirándose en la masacre perpetrada por el noruego Anders Behring Breivik. Como cita publicitaria ya resulta terrible.
Aun así, la intención era realizar una gran producción norteamericana. Se barajaron nombres como los de Nicole Kidman o Diane Lane.
El plan inicial era rodarla en Estado Unidos, situando la acción en Boston o Chicago, con un reparto íntegramente estadounidense. Mi deseo era trabajar con mi equipo habitual, pero dadas las circunstancias se contrató a David Birke, un guionista americano. Entonces comenzaron los problemas...
«Sentí miedo y vértigo»
Ningún productor se atrevía a financiarla.
Era un no inmediato. Enviamos el guión a la lista A, grandes nombres de la industria, y el rechazo fue sistemático. Ninguna actriz aceptaba interpretar un papel tan crudo y amoral. Les aterraba la idea de participar, creían que se convertiría en una mancha en su currículum. Estados Unidos es el imperio de la corrección política. Entonces Isabelle Huppert volvió a entrar en liza. Después de meses y meses de búsqueda, Ben Said se reunió conmigo y me dijo: Es una novela francesa y sabemos que en Europa nos van a apoyar. ¿Qué hacemos perdiendo el tiempo en Estados Unidos? Somos unos auténticos estúpidos. Así que nos embarcamos en un viaje de vuelta a París.
Y así empezó su primer rodaje en Francia.
No negaré que sentía miedo y vértigo, miedo a perderme en una cultura y un idioma diferente. Pero enseguida descubrí que allí podría disfrutar del máximo control sobre la película, que nadie pondría obstáculos a mi creatividad, a mi libertad.
Michèle, el personaje de Isabelle Huppert, reacciona de una manera peculiar a una violación.
Soy consciente de su ambigüedad. Michèle continúa con su rutina diaria como si no hubiese sucedido nada. No presenta una denuncia, le resta importancia cuando lo comparte con su familia y sus amigos e, incluso, se enfrenta a ello con ironía. Jamás tenemos la sensación de contemplar la tragedia de una mujer abatida y rota. Esa actitud contradictoria forma parte de su personalidad: agresiva, controladora, incisiva. Djian la retrataba así en la novela y nosotros nos limitamos a ser fieles al texto.
¿Cree que al final se justifica su comportamiento aludiendo a su oscuro pasado?
Es cierto que en la novela ella no está presente en los crímenes de su progenitor y Birke sí lo incluyó en el guión a través de los reportajes que emite un canal de televisión. Sin embargo, nunca pretendimos que el público pudiera llegar a la conclusión de que Michèle actúa de este modo como consecuencia de un trauma que arrastra desde la infancia por los macabros asesinatos que cometió Patrick, su padre. Si lo hubiésemos planteado así, habríamos atado al personaje. No ofrecemos en ningún momento una explicación cerrada, eso queda en manos del espectador. No me interesan las interpretaciones freudianas.
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