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La Alemania de los nazis, un país de yonkis

La Alemania de los nazis, un país de yonkis

El ejercito alemán, buena parte de la ciudadanía y hasta el propio Hitler fueron consumidores de metanfetamina y otras drogas en cantidades masivas durante la II Guerra Mundial

Ion M. Taus

Jueves, 30 de junio 2016, 16:07

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En 1940, el mundo observó horrorizado, y la vez, fascinado, cómo el ejercito alemán avanzó infatigable y a una velocidad de vértigo para tomar París y hacer capitular a Francia en la II Guerra Mundial. En cuestión de un mes, los 'panzer' alemanes lograron atravesar la llamada 'línea Maginot' y alcanzar la capital francesa. De hecho, en cuatro días, los tanques de Hitler conquistaron más territorio galo que el que las tropas alemanas habían logrado obtener en los cuatro años de la Primera Guerra Mundial. El 'Blitzkrieg', o guerra relámpago, cambió el concepto de cómo triunfar en la guerra, sin embargo, esto no hubiese sido posible sin una ayuda extra que lograse que soldados y oficiales pasasen horas sin sentir sueño ni hambre para poder avanzar a esta velocidad desconocida hasta entonces para un ejercito.

El responsable de este 'empujón' fue el Pervitin, un medicamento estimulante introducido en el mercado alemán en 1938 y compuesto por metanfetamina, que básicamente es lo que hoy conocemos como 'cristal', el mismo narcótico que prepara Walter White en Breaking Bad. El creador de esta droga fue el grupo farmacéutico Temmler Werke. Su fundador, Hermann Temmler, buscaba un método para producir metanfetaminas, debido a sus efectos beneficiosos para tratar problemas respiratorios. En 1937, presentaba una patente de una nueva fórmula con la que lograba producir un nuevo medicamento a gran escala y con bajo coste. Además, Temmler observó que su nuevo producto reducía la fatiga, mejoraba el estado de ánimo e incrementaba el poder de atención y concentración. Por tanto, su creador vio en este fármaco una especie de 'píldora de la felicidad' que iba a ayudar a mejorar la calidad de vida de sus compatriotas.

Fiestas de Pervitin

En los años 30, los medicamentos no tenían que pasar los controles exhaustivos que se exigen hoy en día en la industria farmacéutica, por lo que, sin haber estudiado los efectos que pudiera provocar un consumo regular, pocos meses después de registrar la patente, el medicamento se ponía a la venta bajo el nombre de Pervitin. Esta pastilla 'milagrosa' no tardó en convertirse en todo un éxito de ventas. Sin necesidad de receta, con un precio bajo y con una campaña publicitaria enorme, el Pervitin llegó a buena parte de los hogares alemanes. Su fama creció hasta tal punto que una empresa de chocolate llegó a comercializar pralinés rellenos de este fármaco, con unas dosis de 18 miligramos de metanfetamina por bombón. Algo muy habitual en estos años eran las reuniones de amas de casa que se juntaban para comer bombones de Pervitin y disfrutar juntas del 'subidón'.

Tal era la popularidad del Pervitin que pronto llamó la atención de la Academia Médica Militar de Berlín, donde el doctor Otto Friedrich Ranke se encontraba trabajando como director del Instituto de Fisiología. En septiembre de 1939, Ranke probó la droga en 90 estudiantes universitarios, y concluyó que el Pervitin podría ayudar al ejercito nazi a ganar la guerra. Al principio el Pervitin fue testado en los conductores militares que participaron en la invasión de Polonia. Luego, fue distribuido en masa a las tropas que luchaban en el frente, según el investigador Wolf Kemper.

Más de 35 millones de tabletas de Pervitin fueron enviadas al ejército y la fuerza aérea alemana entre abril y julio de 1940. Cada pastilla tenía 3 miligramos de metanfetamina, y se distribuían directamente a las tropas. Incluso se hizo circular esta droga en forma de tabletas de chocolate, conocidas como 'Panzershokolade' (chocolates de carro blindado). La invasión de Francia, que coincide con ese periodo, es el ejemplo más claro de la diferencia que marcó esta droga en el devenir de la II Guerra Mundial. Los efectos del Pervetin duran unas 48 horas en las que no es necesario dormir, aumenta la concentración y se reduce la sensación de hambre y sed.

Tanques, nocturnidad y drogas

Para aquella incursión, Erwin Rommel había recibido el mando de la Séptima División de tanques de combate, con la que puso en práctica la 'Blitzkrieg', una penetración veloz en campo enemigo, atacando donde no se les esperaba y haciendo de la sorpresa y la rapidez su mejor arma. Con ella logró sembrar el caos entre las filas aliadas, que la apodaron como la División Fantasma, ya que no lograban atraparla, pero parecía que golpeaba en todas partes. Su avance sin precedentes tenía desconcertado hasta al Alto Mando alemán, ya que este desconectaba la radio por las noches mientras seguía en marcha, por lo que ignoraban sus intenciones.

Gracias al Pervitin, los 'panzers' de Rommel lograban avanzar decenas de kilómetros diarios durante el día y la noche, sin necesidad de detenerse a dormir. En los diarios del que después sería conocido como 'Zorro del desierto', hay pasajes escritos aquellos días, en los que las descripciones surrealistas que realiza del avance de los tanques en la oscuridad denotan que pasaba noches enteras sin dormir y bajo la influencia de las drogas. Él mismo confesó que había consumido Pervitin como si fuera su «pan de cada día».

Robert Soulat, un soldado francés hecho prisionero por los alemanes durante la invasión rememoraba tiempo después como «las tropas alemanas comandadas por Rommel llevaban varios días avanzando sin recibir avituallamiento. En los primeros días de su ofensiva relámpago todo eran triunfos y tomaban entre 100.000 y 200.000 prisioneros cada día . Era increíble. En aquel momento tenían una ayuda extra». Además, cuando los alemanes llegaron a París, el Pervitin se convirtió también en moneda de cambio, ya que muchos soldados pagaban a las prostitutas francesas con estas pastillas, que les permitía permanecer despiertas toda la noche y atender a un número mayor de nazis.

Hitler no tardó en poner su mirada en Inglaterra, y un mes después de la conquista francesa comenzaron los ataques aéreos a la isla británica. Más de mil bombarderos y setecientos cazas alemanes de la Luftwaffe entraron en acción con el objetivo de destruir los aeródromos ingleses, las defensas costeras y la red de carreteras. Aquí volvió a entrar en juego el Pervitin. Los pilotos y tripulaciones de las aeronaves alemanas volaban durante día y noche, permaneciendo activos hasta treinta horas seguidas sin descansar.

Los peligros de la adicción

Los resultados del Pervitin eran considerados como «maravillosos» por el mando del Ejército alemán. Un ejemplo: enero de 1942 en el frente oriental, a 30 grados bajo cero, 500 soldados alemanes intentan escapar del Ejército soviético. Tras 6 horas de huida y con la nieve hasta la cintura, los soldados, totalmente extenuados se tumbaban en la nieve para abandonarse a la muerte. Los oficiales decidieron dar Pervitin a sus tropas y «después de media hora, los hombres se sintieron mejor y empezaron a marchar ordenadamente», escribió en su informe el médico militar.

Sin embargo, pronto comenzaron a aparecer problemas entre los consumidores habituales, con síntomas físicos como palidez, cara inflamada y deterioro de los dientes; además de los psíquicos, como depresiones, agresividad, paranoia y alucinaciones. Cuando se producen las primeras muertes, estas son ocultadas por los mandos.

  • las drogas y la guerra

  • El farmacéutico y experto en drogas José María Fuentes-Pila explica que los soldados siempre han tomado sustancias, aunque su uso se normalizó a partir de la Guerra de Crimea y más aún en la Primera Guerra Mundial. «Los alemanes sintetizaron la primera anfetamina a principios del siglo XX -añade Cabrera- para aguantar el dolor, el hambre, el sufrimiento y dar acometividad. Se convirtió desde 1914, hasta muy entrado el siglo XX, en una sustancia que figuraba en los botiquines de todos los ejércitos. En el Ejército Español los 'Estimulantes FAS' estuvieron en activo hasta los años 90. Hasta esa fecha incluso los medicamentos antigripales tenían anfetaminas». En la Segunda Guerra Mundial, además de los alemanes, «se calcula que los británicos y los norteamericanos consumieron 72 y 180 millones de tabletas, respectivamente, durante la contienda. A su término, Japón sufrió una gravísima «epidemia» de abuso de anfetaminas como consecuencia de la venta sin control de los excedentes almacenados, calculándose que en 1950 había un millón de adictos». A esta droga se atribuye que los pilotos kamikazes ejecutaran sus misiones suicidas sin vacilar.

Leonardo Conti, médico jefe del Reich, contrario al uso de este tipo de drogas, puso en marcha una campaña para restringir su uso, pero la cúpula del Partido Nazi no lo quiso escuchar. Conti aseguró en uno de sus escritos que «el Pervitin es un veneno que debe salir del ejército». Señalaba la contradicción que suponía que, en un momento de la historia donde los nazis predicaban y exigían la promoción de la vida sana y la salud nacional, sus soldados fuesen animados a consumir drogas. «El hecho de que la Blitzkrieg fue una guerra alimentada por las drogas, una vez más, echa por tierra la teoría de que el ejército alemán estuviera limpio», asegura el historiador alemán Hans Mommsen.

De hecho, muchos miembros del ejército nazi se habían convertido en adictos al Pervitin sin darse cuenta. En una carta escrita a su familia por el joven soldado Heinrich Böll, que después lograría el premio Nobel de Literatura en 1972, aseguraba que los combates y la falta de descanso le hace sentirse «indiferente, apático , sin ningún tipo de interés en nada» y pide a su familia: «¿Podríais obtener un poco de Pervitin para que pueda tener un suministro extra?». En el resto de cartas también rogaba que le mandasen más Pervitin, al igual que hacían miles de soldados alemanes adictos.

Vistos los problemas que generaba, Leonardo Conti siguió insistiendo y consiguió que el Pervitin fuera catalogado como sustancia restringida el 1 de julio de 1941, bajo la Ley del Opio. Sin embargo, diez millones de comprimidos fueron entregados a las tropas ese mismo año. Las recetas médicas eran fáciles de conseguir y el mercado clandestino hizo el resto, por lo que el Pervitin seguía circulando como si nada. Cuando el sentido de la guerra comenzó a ponerse en contra de Alemania, aún se suministró con más ahínco para dar valor y fortaleza a sus soldados.

La droga definitiva

Ya en los estertores de la guerra, los nazis trabajaban en una droga aún más potente para sus soldados. En 1944, el vicealmirante Hellmuth Heye solicitó una droga «que pueda mantener a los soldados preparados para la batalla cuando se les pida continuar luchando más allá de un periodo normal, a la vez que incremente sus capacidades». Poco después, el farmacólogo Gerhard Orzechowski ofreció a Heye su creación, la píldora D-IX. Esta pastilla, una auténtica bomba, contenía 5 miligramos de cocaína, 3 miligramos de pervitín y 5 miligramos de eukodal, un analgésico derivado de la morfina al que al parecer estaba totalmente enganchado el propio Hitler.

Las primeras pruebas de esta droga se realizaron con prisioneros del campo de concentración de Sachsenhausen. Tras suministrarles la D-IX, los prisioneros eran obligados a marchar en círculos cargando con 20 kilos cada uno. Estos 'conejillos de indias' fueron capaces de caminar entre 80 y 110 kilómetros antes del colapso. Animados por los resultados, los científicos nazis planearon fabricar y distribuir la droga entre la tropa alemana. Sin embargo, la derrota alemana llegó antes de que pudiesen llevar a cabo su plan.

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