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La 'Operación Fortaleza' es el nombre en clave del engaño.

El día del mayor engaño

La creación de un 'ejército fantasma' en los alrededores de Dover y la acción de agentes dobles convencieron a los nazis de que el desembarco tendría lugar en Calais, dejando así desguarnecidas las costas de Normandía. Ayer se cumplió el septuagésimo segundo aniversario, los expertos en estrategia militar se preguntan cómo los alemanes cayeron en la trampa

Anje Ribera

Lunes, 6 de junio 2016, 00:57

Han transcurrido ya 72 años y todavía los investigadores militares siguen cuestionando por qué los nazis se tragaron el anzuelo. Cómo fueron engañados por los aliados hasta hacerles creer que el desembarco que permitiría la reconquista de Europa occidental en la Segunda Guerra Mundial tendría lugar en el paso de Calais y no detectaran que realmente el escenario del Día D sería Normandía. La respuesta al incomprensible ejercicio de candidez de los alemanes debe encontrarse en un conjunto de operaciones de intoxicación y maniobras disuasorias que acabaron por dispersar, y consecuentemente debilitar, las fuerzas de defensa que durante aquellos últimos días de la primavera de 1944 dirigía Erwin Rommel en la costa atlántica francesa.

La lógica aseguraba que los escasos 33 kilómetros que separaban las costas inglesas de las francesas a la altura de Calais hacían de esa zona la más propicia para que la mayor, y asimismo más exitosa, operación militar de la historia de la humanidad se llevara a cabo con el menor índice de dificultad posible. Pero el alto mando aliado, encabezado por Dwight David 'Ike' Eisenhower, no primó la corta distancia que había que atravesar en las siempre agitadas aguas del Canal de la Mancha. Optó por la lejana Normandía dada la debilidad de las defensas que Hitler había establecido en sus playas y acantilados. Además, los inmensos arenales de aquellos lares deberían facilitar la llegada de las primeras oleadas y el establecimiento de una amplia cabeza de puente para recibir la gran cantidad de recursos y material previstos. En ese caso se creyó que el camino más largo sería el más seguro.

Británicos y estadounidenses buscaban el factor sorpresa y para ello erigieron una grandiosa maniobra de despiste que respondió al nombre de 'operación Fortaleza'. Utilizaron todos los trucos militares y civiles conocidos por entonces para generar la confusión que se precisaba para que materializara con éxito un plan de desembarco masivo sobre el que se trabajaba desde finales de 1943.

Agentes dobles

Sobre todo, lo importante era sembrar dudas en el enemigo. La mejor forma de hacerlo, según entendieron desde Londres y Washington, era mediante una inteligente utilización de espías que supuestamente trabajaban para el Tercer Reich, pero que realmente estaban controlados por los aliados mediante un organismo denominado Comité Doble Cruz, que se reunía en la sede de una productora de Hollywood. Uno de sus agentes más importantes era español. El catalán Juan Pujol García, conocido por los británicos como 'Garbo' porque era considerado el mejor actor del mundo y como 'Arabal' por los alemanes, urdió desde la neutral Lisboa un señuelo que, a la postre, fue vital para el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.

Desde los cafés y un modesto despacho en la capital portuguesa, siempre operando en la sombra, sólo armado con periódicos de Londres, un diccionario de términos militares, una guía de la marina mercante y otra de los ferrocarriles británicos, este hombre enjuto y menudo, de aspecto anodino, gestó la trama. A través de una falsa red de espionaje que puso al servicio de los alemanes logró inclinar la balanza hacia el lado de los aliados al hacer creer a los germanos que el desembarco y la apertura del frente europeo del norte tendría lugar por el paso de Calais, la vía natural. Fue una inmensa mentira que propició el éxito de la 'Operación Overlord' en los extensos arenales de Normandía del 6 de junio de 1944, el día más largo.

Pujol fue captado hacia 1940 por el coronel John Henry, el militar al que Winston Churchill encargó liderar la London Controlling Section. Esta sección estaba diseñada para llevar a cabo la 'Operación Fortaleza', la creación de un ejército fantasma para convencer a los nazis de que el grueso de las tropas encabezado por el general George Patton se encontraba frente a la costa sudoccidental francesa dispuesta a dar el salto al continente. La unidad tenía poco de castrense. De hecho, estaba integrada por un amplio elenco de actores, ilusionistas, maquilladores, pintores, diseñadores de moda, meteorólogos, fotógrafos profesionales, guionistas, técnicos de sonido y agentes de prensa. Su misión era hacer creer al enemigo que estas tropas eran numerosas y estaban totalmente equipadas, y así llamar la atención y permitir que el avance de las verdaderas fuerzas se desarrollara sin contratiempos.

Técnicas cinematográficas

Un inmenso plató cinematográfico compuesto por campamentos ficticios, municiones de pega, señuelos hinchables, carros blindados de caucho, barcazas fondeadas frente a Dover, puertos de cartón piedra y campos de aviación falsos en el condado de Kent formaban parte de la escenificación. Incluso en las operaciones de intercambio de prisioneros se hacía transitar a un grupo de oficiales germanos prisioneros por aeródromos fuertemente pertrechados para que, a su regreso a casa, confirmaran los datos aportados por Pujol. Incluso en periódicos locales se publicaron cartas escritas por los vicarios de los distintos pueblos quejándose del mal comportamiento de los soldados desplegados. Hasta el rey Jorge VI realizó una visita de inspección a las instalaciones simuladas.

Otras infraestructuras utilizadas sí eran reales, pero se cambiaron señales de tráfico y rótulos de poblaciones para dar la impresión de que era el sudeste de Inglaterra y no la región de Cornualles, donde realmente estaban estacionadas las tropas que protagonizarían la invasión. Horas antes de la 'Operación Overlord' la Royal Air Force voló en repetidas ocasiones sobre el Canal de La Mancha dejando caer millones de laminillas de papel de aluminio para generar sensación de actividad y hacer creer a los nazis que una gran flota avanzaba hacia el continente. También se llevó a cabo un tráfico falso de mensajes y señales, a cargo de doscientos operadores de radio y telégrafos que se cruzaban órdenes y despachos.

Fue la primera guerra electrónica de la historia, llevada a cabo por diez equipos de radio, fijos y móviles, que gracias a 170 actores, simularon un gran intercambio de comunicaciones, unas veces en clave y otras en abierto, que el enemigo siempre trató de captar e interpretar, dando lugar a un gran engaño en las ondas. Al Pentágono le costó más de cinco décadas, hasta 1996, reconocer la existencia de esta unidad hollywoodiense.

Rommel, descolocado

Así se consiguió que las divisiones blindadas Panzer de la Wehrmach bajo las órdenes del mariscal Rommel nombrado comandante de la defensa de Europa tras haber sido derrotado en África por las 'ratas del desierto' de Montgomery se estacionaran cerca de Le Havre y tardaran dos días en cubrir los doscientos kilómetros que separaban su emplazamiento de las playas de Utah, Omaha, Sword, Juno y Gold. Rommel, gran estratega, decidió levantar en la zona de Caen el llamado Muro del Atlántico, una red de búnkeres instalados a lo largo de toda la costa, y los famosos 'espárragos', los trípodes fabricados con vigas y alambre de espino inmortalizados por el cine. Pero el führer le obligó a concentrar sus fuerzas lo más cerca posible del Cantábrico, ya que estaba convencido de que la invasión llegaría por allí, porque Londres quería aprovechar, según su opinión, el operativo para derrocar también el régimen franquista en España. 'Garbo' le había hecho creer que Normandía era sólo una maniobra de distracción. No se convenció de lo contrario hasta un mes después de la invasión. Los aliados estaban ya casi a las puertas de París.

'El zorro del desierto' apostaba, además, por reforzar las costas normandas porque, según él, era la única vía de entrada factible. En su opinión, el mar del Norte resultaba inseguro y la opción del Cantábrico era imposible logísticamente. Acertó. Pero el 4 de junio, dos días antes de la invasión, al comprobar que las previsiones meteorológicas eran malas, decidió viajar a Alemania para ver a su esposa. El Día D le pilló en casa.

El agente doble barcelonés fue el hombre clave para mantener la artimaña hasta la Hora H. Sin tener idea ni de inglés ni de alemán, y sin haber pisado apenas suelo británico aunque hizo creer a los alemanes que residía en Londres, Pujol convenció a la Abwehr servicio de espionaje militar nazi de que había comprado a una docena de hombres que trabajaban en las bases militares de Reino Unido. Creó los personajes de un piloto alcohólico de la RAF, un lingüista que odiaba a los comunistas, un operador de radio homosexual, una enfermera ninfómana que mandaba informes desde el frente asiático... La presunta información que lograban desembocaba directamente en Berlín. Intoxicada, por supuesto. Todos los informes eran inventados.

'Garbo'

Para dar credibilidad a su trabajo, Pujol pasaba incluso detallados partes de gastos y cuando sospechaba que algún informe enviado era cuestionado utilizaba cualquier estrategia para cubrirse las espaldas. Llegó a publicar la esquela de uno de sus agentes para demostrar que había sido descubierto y eliminado por Londres, y hasta alteraba los matasellos de sus comunicados postales con el fin de culpar al servicio de correos de que alguno de ellos hubiera llegado demasiado tarde. Sus actividades obligaron además a Berlín a desvelar identidades de verdaderos espías que operaban en suelo inglés.

Fue el auténtico 'tercer hombre' del desembarco, tras Eisenhower y Churchill. Con una precisión de equilibrista deambulaba entre los dos bandos hasta conseguir atesorar una confianza que le permitió desequilibrar la balanza y, sobre todo, ahorrar muchas muertes entre los cerca de tres millones de soldados británicos, norteamericanos, franceses, canadienses, polacos y de otras diez nacionalidades que invadieron Europa desde el otro lado del Canal de La Mancha. Durante varios años 'Garbo' inundó a los alemanes de información falsa sin que en Berlín se llegara jamás a sospechar de él. Los aliados contaban con los códigos de la máquina Enigma, la utilizada para encriptar los mensajes secretos nazis, y ello les permitió comprobar la credibilidad que en la capital germana se otorgaba a los 'envíos' del espía doble. La gran labor de Pujol fue reconocida con la Cruz de Hierro nazi. Luego, finalizada la guerra, fue premiado, asimismo, por Gran Bretaña con la Orden del Imperio británico. Se constituyó en el único civil de la contienda condecorado por ambos bandos.

Alcanzada la paz, gracias a las grandes cantidades de dinero que cobró tanto de Londres como de Berlín, se exilió en Venezuela, donde se vio obligado a vivir en el anonimato para salvar su vida. Aunque incluso fue dado por muerto por su propia familia, dicen que desde allí colaboró en la detención de varios nazis fugados. Murió en Choroni, en el Caribe, en 1988, con la identidad de un vendedor de juguetes. Tenía 76 años.

'Brutus'

Al igual que 'Garbo', el exoficial polaco Roman Garby-Czerniawsky realizó una labor muy importante en la intoxicación sobre el desembarco. Fue reclutado por el Tercer Reich bajo la amenaza, si no colaboraba, de ejecutar a sus compañeros de resistencia capturados. Con el nombre en clave de 'Armand' trabajó inicialmente en el seno de la Abwchr, el servicio de espionaje de Hitler, hasta que se pasó al bando británico, donde se convirtió en 'Brutus'.

Su mejor labor de engaño consistió en avisar a los nazis de que una parte de la ofensiva aliada se había puesto en marcha hacia Normandía, para desmentirlo al día siguiente, asegurando que se había equivocado y que realmente se trataba de un maniobra de distracción. El verdadero objetivo, corrigió, era Calais. Los alemanes le creyeron, ya que los mismos datos fueron aportados por 'Garbo', y desplazaron el grueso de sus fuerzas hacia esa zona.

Hasta se aprovechó la liberación debido a su mala salud del último comandante del Afrika Korps, Hans Cramer, capturado en mayo de 1943. Antes de ser enviado a Alemania, el general fue invitado a cenar por Patton, que se encargó de dejar caer cierta información que interesaba que llegara al enemigo. Cuando Cramer regresó a casa fue interrogado de manera exhaustiva y sus declaraciones convencieron aún más al mando nazi de que el grueso de la invasión tendría lugar en Calais. Algunos meses antes, los servicios de contraespionaje aliados y agentes que realizaron labores similares a las de 'Garbo' o 'Brutus' también intentaron hacer creer al alto mando alemán que los aliados podrían atacar por otros lugares como Grecia desde Egipto (Operación Zeppelin), los Balcanes desde Malta, el sur de Francia por Córcega (Operación Vendetta), la costa adriática de Yugoslavia, Noruega, los Países Bajos, Dinamarca o el golfo de Vizcaya galo.

De esta forma, el 6 de junio de 1944, las fuerzas de defensa alemanas estaban repartidas entre los frentes activos de Italia y Rusia, y los otros posibles que hemos citado en el párrafo anterior. En estas maniobras disuasorias también se involucraron los grandes generales. Por ejemplo el mariscal británico Bernard Law Montgomery se trasladó a Gibraltar a finales de mayo para que su visita fuera interpretada como un inminente desembarco en algún punto de la costa española. El peñón se había convertido en un nido de espías alemanes que pronto transmitieron la información a Berlín.

Una vez más fue un engaño, porque quien realmente viajó a la colonia no fue Montgomery sino un doble un teniente australiano llamado Clifton Jones, actor aficionado que se paseó por sus calles en compañía de las autoridades locales. A Jones le tuvieron que poner incluso un dedo postizo, ya que él había perdido este miembro durante la Primera Guerra Mundial. De Gibraltar voló a Argel y El Cairo, para aumentar la credibilidad de su inspeccin. Muchas de estas ocurrencias parecían inicialmente descabelladas, pero a los nazis no les quedó otro remedio que tener en cuenta todos los escenarios posibles y mantener guarniciones en cada una de las regiones. Ello repercutió en el desarrollo de la guerra en los frentes establecidos, porque se llegaron a retirar tropas de la vanguardia oriental, lo que facilitó la labor de los rusos. Además también impidió grandes concentraciones de soldados nazis en Francia.

El gran engaño se extendió hasta la misma noche del desembarco, con el lanzamiento en paracaídas de cientos de maniquíes con objeto de engañar a los alemanes sobre las auténticas zonas de lanzamiento de las tropas aerotransportadas. Apodados 'rupertos', eran muñecos de trapo equipados de petardos, señales y sonidos de batalla. Finalmente una carga explosiva les prendía fuego y destruía, tratando de simular que el soldado había quemado su paracaídas y se había ocultado. Todo ello se denominó 'operación Titanic' y propició una enorme confusión entre las tropas germanas. El Día D se pudo comprobar que todas las maniobras de distracción y de intoxicación habían tenido éxito, incluso más del esperado. El 'ejercito fantasma' había ganado la batalla y la balanza de la contienda se inclinó definitivamente hacia el lado aliado.

Cine y literatura

La gran pantalla ha plasmado con distinta suerte el desembarco de Normandía. La superproducción 'El día más largo' reunió en 1962 a las mayores estrellas del momento en Hollywood para confeccionar una grandiosa película de 180 minutos, que sin embargo sólo fue premiada con dos Oscars menores a los mejores efectos visuales y a la mejor fotografía. En su reparto aparecían, entre otros muchos, John Wayne, Robert Mitchum, Henry Fonda, Richard Burton o Sean Connery. Lo ambicioso del proyecto obligó a contar con tres directores Ken Annakin, Andrew Marton, Bernhard Wicki y decenas de militares reales y asesores para plasmar el más minucioso y verídico relato de desembarco.

Seis años antes llegó a los cines 'Día D, 6 de junio', protagonizada por Robert Taylor. Muy inferior a la anterior. Correcta, pero a la vez convencional.

'El desafío de las águilas' (1968) toca colateralmente el día más famoso de la Segunda Guerra Mundial. Brian G. Hutton llevó al celuloide la novela de Alistair MacLean y Richard Burton y Clint Eastwood se pusieron a la cabeza del plantel para relatar cómo un grupo de elite intenta rescatar a un general estadounidense en poder de las tropas nazis antes de que revele el plan para el desembarco.

En 1980 llegó al mercado 'Uno rojo, división de choque', obra del genial Samuel Fuller. La protagonizan Lee Marvin, Robert Carradine y Mark Hamill.

La genial obra 'Salvar al soldado Ryan' (1998) de Steven Spielberg retrata como nadie, aunque sólo en su inicio, cómo se produjo la llegada a Normandía. Tom Hanks lidera un elenco que pierde protagonismo ante el talento visual que esparce el director estadounidense con magistral nervio y crudeza. La película cosechó cinco Oscars al retratar mejor que ninguna otra el caótico y sangriento desembarco en la playa de Omaha. Veinticinco minutos de acción irrepetible.

La serie de televisión de HBO 'Hermanos de sangre' (2001), con Spielberg y Hanks como productores, dedica un capítulo al desembarco.

La literatura también ha puesto su punto de mira en el desembarco de Normandía, sobre todo a la hora de recoger los testimonios de los propios protagonistas.

'El día D', del británico Antony Beevor, al que hemos recurrido en escritos anteriores, presenta un relato prolijo y pormenorizado, salpicado de experiencias personales recogidas gracias a entrevistas y cartas de protagonistas reales de la batalla.

'Mi guerra', de Dwight T. Eisenhower, evidentemente, recoge las memorias del general de cinco estrellas que dirigió el desembarco. 'Ike' nos narra la génesis de la 'Operación Overlord' y las dificultades de los aliados para llevarla a cabo.

'Memorias', de Erwin Rommel, donde 'El zorro del desierto' repasa toda su carrera militar. Sin concesiones, admite sus errores en Normandía.

'El día más largo', de Cornelius Ryan, constituye la base del guión de la película del mismo título. El autor logra un relato ameno y ordenado, que muchos expertos califican como la obra básica para conocer qué paso en Normandía.

'Los secretos del día D', escrito por Larry Collins, es quizá más específico. Muy relacionado con lo que hoy queremos contar en este reportaje. Cuenta los motivos que, a su juicio, impidieron que Alemania defendiese correctamente las costas francesas y hace especial hincapié en el papel de los servicios secretos a la hora de confundir a Hitler.

'El desembarco de Normandía. Día D', de Martin Gilbert, aport la visión más objetiva de aquel momento histórico de la contienda. Se centra en los aspectos políticos, diplomáticos y de inteligencia preliminares.

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