Manolo Jiménez, presidente de los cetreros vizcaínos, con su azor 'Isis' y su perra 'Nala', en el monte Avril, en Bilbao. Pedro Urresti

«Quienes más cuidamos a las aves somos los cetreros; estamos enamorados de ellas»

El presidente de la asociación vizcaína alerta del peligro que corre esta modalidad de caza si la Ley de Protección Animal prohibiera su cría

Sábado, 11 de marzo 2023, 00:20

La cetrería es un arte de caza milenario, que en 2010 fue declarado por la ONU patrimonio inmaterial de la humanidad. El presidente de ... la asociación de cetreros El nervión de Bizkaia, Manolo Jiménez, alerta de que de aprobarse la nueva Ley de Protección Animal, que se están ahora debatiendo, «la cetrería desaparecerá». En su opinión, se trata de una regulación acertada para evitar el maltrato y el abandono de perros y gatos, «pero no se puede meter a todos los animales en el mismo saco. Es ilógico». Por este motivo, piden que se excluya de la Ley, como en el caso de los toros, a esta modalidad de caza. La última comisión va en esta línea de sacar a los perros de caza, aves de cetrería o cetaceos de espectáculos del anteproyecto, que aún tiene que aprobarse en el Congreso. Los cetreros vizcaínos estuvieron en la gran manifestación de Madrid contra la Ley en marzo del año pasado.

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De aprobarse tal como estaba redactado el primer articulado, supondría que se prohíbe la cría de estas aves rapaces, una de las estrategias de un buen cetrero. «Si te gusta el halcón que tienes y lo quieres cruzar para seguir con esa línea, no podrías», aclara. La mayoría de los cetreros cuando quieren hacerse con un nuevo ejemplar consultan entre el colectivo para adquirírselo a alguien de confianza o acuden a una casa de cría. Tampoco podrían ceder las rapaces ni tenerlas en casa. «Si llega un momento en que quiero dejarlo, ¿qué hago con las aves?», se pregunta. «Es absurdo que no puedas tener un azor en casa y sí te permitan cuidar de cinco san bernardos en un piso de 60 metros cuadrados», compara. Según la nueva legislación, no se podría matar a otros animales, por lo que de facto quedaría vedada la caza, lo que impediría que las rapaces se coman los animales que cazan y habría que darles comida procesada.

El proyecto de ley obliga a esterilizar a los animales que tengan acceso a un espacio abierto, salvo las gallinas, patos, perdices o faisanes, por lo que entrarían también las aves rapaces. «Es absurdo. Para aparear a estos animales se tarda una semana. Primero hay que juntarlos y se toman su tiempo. No es como los perros, aquí te pillo aquí te mato. Ahí sí tiene sentido controlarlo. Además, tendría que viajar con el azor hasta Madrid, donde hay veterinarios especialistas en rapaces y pagar por ello».

Los 25 cetreros miembros de la asociación El Nervión remitieron sus alegaciones al parlamentario del PNV, Luis Javier Tellería, ponente de la proposición de ley de Protección de los animales de compañía, como se denomina en Euskadi y que fue aprobada el pasado verano.

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Excepciones

«Es una ley pensada para perros y gatos, pero no se puede meter a todos los animales al mismo saco»

Manolo tiene una azor ibérica hembra de ocho años, llamada Isis, y una perra Springer Spaniel, Nala. El ave es «una rapaz pequeña similar al halcón». Estos animales pueden llegar a los 20 años de vida. «Quienes más cuidamos a nuestras aves somos los cetreros porque estamos enamorados de ellas», proclama. Es un hobby «muy sacrificado, que exige trabajo. Tienes que dedicarle mucho tiempo, que se lo quitas a la familia. Sacarle a volar casi a diario, aunque llueva o haga frío, y además hay que desplazarse kilómetros para encontrar espacios abiertos, sin torres de alta tensión». Manolo suele acercarse a la zona de Burgos con un compañero.

Otra de sus reivindicaciones pasa por que les amplíen el tiempo de vuelo de las aves y, tras varias conversaciones con el área de Medio Natural de la Diputación vizcaína, competente en el asunto, no lo ven tan lejos. En la actualidad, sólo pueden sacar a las rapaces en época de caza, es decir, entre agosto y septiembre y desde mediados de octubre a finales de enero, bajo multa por saltarse la norma.

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«Esto no es como el cazador que limpia el polvo de la escopeta y ya puede volver a cazar. Nosotros para poner a punto al ave otra vez y que recupere la fuerza, para generar ese vínculo especial y te haga caso, necesitamos por lo menos 30 días porque pasa ocho meses sin volar». Durante este tiempo, permanecen encerradas en jaulas, cambiando las plumas. Manolo coloca la «caperuza» a Isis «para que esté tranquila, porque como no es época de vuelo, si la saco se estresa», explica mientras le acaricia el plumaje.

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