«Convivían hasta 15 hombres en catres como nichos»
Jesús urkidi Miembro de la Asociación Ortubeko lagunak ·
El execonomista bermeotarra ahonda en las duras condiciones de trabajo de los arrantzales a bordo de los antiguos barcos de bajuraIRATXE ASTUI
Sábado, 24 de diciembre 2022
Jesús Urkidi da cuenta de la «dura y complicada» convivencia de una tripulación de unos 15 hombres, dentro de una nave de apenas 150 metros ... cuadrados durante una campaña de más de un mes de duración. Su relato llega desde la experiencia, después de que hace unas décadas embarcara en la bonitera 'Maitasuna', una de las últimas embarcaciones de madera que se dieron de baja en Bermeo.
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– ¿Cómo le fue la experiencia a bordo?
– Hoy nos echaríamos la mano a la cabeza porque las condiciones de trabajo de las tripulaciones estarían fuera de la ley, sobre todo en cuanto a medidas de seguridad, habitabilidad de los espacios y la duración de las jornadas de pesca, que comenzaban al alba y se alargaban hasta el ocaso. La Organización Internacional del Trabajo recomienda descansar 10 horas de cada 24, pero en bajura ni de lejos se cumplí.
– ¿Y en cuanto al espacio que tenían para convivir?
– Los barcos grandes contaban en torno a los 150 ó 250 metros cuadrados, pero los espacios en los que los arrantzales desarrollaban su vida, en realidad eran mucho más limitados.
– ¿De qué tipo de estancias hablamos?
– La bodega de proa o el 'rancho', como se le denomina en el argot marinero, era la zona donde se alojaban los tripulantes. En el puente vivía el patrón. Luego estaba el guardacalor, donde se encontraban los camarotes del maquinista y si había espacio, también se alojaba allí algún socio o mando intermedio. En la parte de atrás, se habilitaba la cocina, ya que el resto del barco estaba destinado a la propulsión o servicios auxiliares para la pesca.
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– Qué agobiante.
– Es que los barcos no estaban pensados para la comodidad de la tripulación, sino para la pesca en exclusiva. Su única función era la de pescar y retornar a puerto lo antes posible para descargar y vender las capturas. La cubierta era el otro espacio en el que los marineros podían hacer el resto de la vida.
– No les quedaba mucho lugar para la intimidad.
– Ni siquiera el guardacalor porque también ahí había que hacer sitio para alojar chicotes u otros materiales. Contaban con duchas y dos letrinas, pero una de ellas se utilizaba para colgar la ropa y la otra siempre estaba repleta de pertrechos para la pesca. Al escasear el agua dulce, la higiene diaria se limitaban muchas veces a quitarse las legañas.
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– ¿Cómo eran los camarotes de los hombres?
– Meterse en el catre del 'rancho' era lo más parecido a dormir en un nicho de cementerio. Tenían una dimensión máxima de 1,90 de ancho por 60 centímetros de ancho. Por si fuera poco, la ubicación era la peor; en plena proa, donde más se notan los movimientos y vibraciones del barco y sin ningún amparo.
– Vamos, lo que serían catres de movilidad reducida.
– Su altura libre era de tan solo medio metro y la intimidad se guardaba detrás de una cortinilla y bajo la luz de una bombilla. Entraban entre 12 y 14 hombres. La mayoría de los marineros armaban una pequeña balda a sus pies para tener a mano el chaleco salvavidas y algunos objetos personales como revistas, algún libro y pequeñas pertenencias. La ikurriña y el escapulario de San Juan de Gaztelugatxe decoraban las paredes.
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Desechos al mar
–¿Los colchones eran propiedad de cada hombre?
– Sí, al terminar la costera cada uno se llevaba su 'camañe', a casa. La ropa de cama consistía en una sábana de color sufrido, por razones obvias, y dos mantas. Dormían sin pijama, en ropa interior. En ese pequeño recinto tenían que compartir también olores corporales, ronquidos y otro tipo de sonoridades naturales.
– Suponemos que el 'rancho' sería un espacio libre de humos.
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– En esa época estaba prohibido fumar en la bodega, ¡menos mal!.
– ¿Cómo era la vida en la cocina?
– En 6 u 8 metros cuadrados tenía que entrar toda la tripulación. Se sentaban en una mesa larga, con bancos corridos, aunque la mayoría de las veces, si las condiciones del tiempo lo permitían, salían a cubierta para comer. El fogón era de gas butano, armado de travesañas para que no se volcaran los pucheros, que siempre eran altos para evitar que saliera despedido el caldo.
– Imaginamos que el menaje sería muy básico.
– Tarteras, cazuelas, olla a presión, sartenes y un molde de repostería. No faltaba el café, así que se llevaban también su molinillo, y el 'minipimer'. Cada uno tenía su tola de aluminio, cubiertos, navaja personal y la bota de vino. El cocinero tenía su mesa de trabajo en cubierta y los cacharros solo se limpiaban con agua y jabón una vez a la semana. El resto de los días se fregaba únicamente con agua salada y un trozo de red, que se utilizaban a modo de estropajo.
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– De los desechos del barco mejor ni hablamos...
– Todo se echaba al mar: cartones, plásticos, aceite… No había cabida para el espíritu ecologista. Retornaban a puerto sin de basura; algo impensable en la actualidad donde los barcos cuentan con sus contenedores para el reciclaje.
– ¿Qué hay de la dieta?
– Los víveres que se embarcaban eran de lo mejorcito. Las neskatillas se encargaban de abastecer los barcos con productos muchas veces de mayor calidad de los que se consumían en casa. Los que no embarcaban era fruta porque se ponía mala enseguida.
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– Usted equiparó también el 'encierro' en un barco hace 40 años con el ingreso en un 'barnetegi'.
– La bajura ha sido el mejor espacio para la integración en muchos pueblos costeros. Las tripulaciones estaban formadas por bermeanos pero también por castellanos, andaluces, extremeños... que pasaban semanas conviviendo, como en una escuela de verano. Estos marineros escuchaban hablar prácticamente todo en euskera. 'Egun on gizonak! Altxa gora!' (¡Buenos días tripulación! ¡Arriba!') Esas frases, por ejemplo, eran las primeras que aprendían antes de que saliera el sol. Muchos de aquellos chicos aprendieron el idioma en las embarcaciones y eso suponía siempre un 'plus' a la hora de integrarse en la vida del pueblo. Todos conocían el euskera. Otra cosa es que algunos lo hablaran y otros no.
– El Ortube es ahora el mejor ejemplo de aquel tipo de embarcaciones. ¿Cómo va su restauración?
– Hemos avanzado mucho y estamos abiertos a la participación de más gente voluntaria. Es importante mantener viva esta parte tan importante de muestro patrimonio marítimo.
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