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Durante años vivieron por y para su marido y sus hijos. Después se quedaron solas, con pensiones irrisorias y un insuficiente apoyo emocional. En la ... sombra. Era una época en la que en muchas empresas las despedían cuando se casaban. En otros casos, las mujeres tenían que dejar el trabajo si no tenían algún familiar que las echara un cable si tenían familia, porque no había guarderías. Muchas enviudaron con varios críos pequeños a los que sacaron adelante fregando portales y cuidando ancianos por las noches «porque tocaba».
Eran tiempos en los que no existía el paraguas social que hoy protege a los menos favorecidos. Las asociaciones de viudas de Euskadi surgieron hace ya décadas para apoyarlas en sus reivindicaciones y para paliar su soledad con excursiones, charlas y actividades. En febrero, 133.000 personas cobraban una pensión de viudedad en Euskadi, que asciende a los 1.125 euros como media merced a las últimas reformas, 700 euros menos que la pensión media de jubilación. Hoy en día muchas siguen apoyando a sus hijos o nietos. Según la última estadística de población del Eustat, el número de vascos viudos es mayor, porque no siempre optan a la prestación de viudedad: son 143.159 personas, el 7,8%, de los que 21.622 son hombres. Y más de la mitad están en Bizkaia: 84.400.
La Casa de Cultura de Ibaigane de Basauri ha albergado esta mañana el encuentro de la Federación de Asociaciones de Viudas de Euskadi, FAVI, al que han asistido más de 60 personas. El alcalde de la localidad, Asier Iragorri, ha acudido a la sesión, que después se ha rematado con una comida en un restaurante de la localidad. Antes había una veintena de asociaciones de viudas en el País vasco, algunas de ellas muy relevantes, pero ahora solo quedan cinco. La de Santurtzi es la más numerosa, con más de 50 socias que participan activamente, aunque en los buenos tiempos fueron más de 150. Pero también sobreviven las de Llodio, que cumplió 30 años el año pasado, Gernika, Eibar y la de Basauri, anfitriona del evento, en el que han expuesto sus reivindicaciones y asistido a una charla de psicología.
Arrate Aranzeta tiene ahora 78 años y es la presidenta del colectivo eibarrés, Altzoa, creado hace 35 años. Y de la federación vasca. Ella enviudó con 41 años, hace 36. Tenía entonces cuatro hijos, el pequeño de 7. Quiso que estudiaran tanto ellos como ellas. Practicó la economía de subsistencia, cuidando niños, mayores, limpiando portales y casas, repartiendo cartas y propaganda. «Lo triste es que éramos muchas las que estábamos así», relata. Son la resilencia en vida:
«En cuanto nos quedábamos viudas se nos acababan todos los derechos, solamente se podía trabajar y sacar a los hijos adelante. Muchas de nosotras hemos estado en peligro de desahucio antes de se empezara a hablar de los desahucios. Si tienes cuatro niños y estás pagando la hipoteca con la pensión, no llegaba, así que había que tirar de lo que se pudiera», cuenta. Y abunda que «hace poco estuve de ponente en una reunión y una viuda se acercó y me dijo que cobraba 500 euros de pensión». Y es que también hoy en día «las viudas estamos invisibilizadas. La mayoría de las pensiones son muy bajas, no alcanzan para vivir. Y hay otros problemas, pero no se nos escucha», reivindica.
Además de compañía, en las asociaciones de viudas encuentran formación sobre autocuidado, organizan viajes, hacen deporte... «Lo que ahora se llama empoderamiento, para poder estar bien ante la ante el problema y ante la familia». Pero están en horas bajas. Falta relevo generacional y estas entidades, que hacen una gran función social, están desapareciendo. «Ahora, las nuevas viudas no se acercan, no conocen el trabajo que hacemos. Nosotras sabemos dónde hay que ir a tramitar la pensión, si hay que ir a la Seguridad Social, si hay que ir a la asistenta social, buscar una abogada o un abogado que sea gratuito...». Además, muchas de las socias más mayores «se murieron, en la pandemia, otras están impedidas... Necesitamos gente que participe», relata la presidenta de la Federación.
En la asociación de Basauri llegaron a ser más de 150. Hoy solo quedan unas 25 que participen de forma activa. Tere Gascón, una basauritarra de 77 años, lleva 10 años formando parte de ella. Tras quedarse viuda pasó por un infierno. «Me sacó mi hermano de casa», explica. Entonces, tuvo que aprender a subsistir con una pensión de 650 euros. Empezar a construir de nuevo una vida desde los cimientos. En la asociación ha encontrado amistades y organizan actividades casi a diario. Sofía Andrés explica que formar parte del colectivo de Santurtzi fue «la salvación» para ella. Se quedó viuda hace 14 años, con 68. Su marido tenía 72. «Yo estaba siempre con mi marido y mis hijos. Y entonces no hacía vida, tenía tanta tristeza...Mis hijos eran mayores, no quería que estuvieran pendientes, porque estaban dejando de hacer su vida». Ahora tiene nuevas amigas y ha podido viajar, algo que antes no solía hacer porque no había tiempo entre el trabajo y las obligaciones familiares.
Esperanza de la Mano, la presidenta de la entidad del municipio marinero, explica que se fundó hace 26 años, un año después de que su marido falleciera. Tenía 49 años y tres hijos, el pequeño de 13. «Tuve que susbsistir con trabajos de la economía sumergida, porque encima mi marido, que había tenido una buena cotización, estuvo de autónomo los últimos años, y a mí me quedó lo comido por los servido. Me puse en una casa a trabajar, a cuidar a unas niñas. Luego cuidé a mi padre, que estaba enfermo. Fui a otras 2 ó 3 casas y así seguí adelante hasta que dije: hasta aquí». Ahora cobra menos de 900 euros de pensión pero «prácticamente me arreglo con eso al mes, aunque me tuve que gastar 3.500 en unos audífonos, pero te vas adaptando». La fundación de la entidad fue impulsada por la Iglesia. «El señor cura me dijo que se iba a hacer una reunión para hacer una asamblea de viudas y allí me presenté». Según relata, las viudas «tenemos que estar juntas, saber cuidarnos, estar entretenidas. Además, nadie nos entiende mejor, porque hemos pasado por lo mismo».
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