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Todos llevan impresa su pasión por la Semana Santa en el ADN. Forman parte de alguna de las nueve congregaciones que integran la Hermandad de ... Cofradías de Bilbao. Y estos días viven una penitencia muy particular porque, a la obligación de estar confinados por la pandemia del coronavirus, se le suma el pesar por no poder celebrar ninguna de las 14 procesiones que recorren las calles de la capital. Ocho cofrades revelan a EL CORREO sus frustraciones y cómo viven su Pascua «más interior y personal»
Íñigo Pérez - Cofradía de la Santa Eucaristía de los Jesuítas
Su primera gran tarde de esta Semana Santa tenía que haber sido el sábado pasado con la procesión de la Pasión anterior al Domingo de Ramos. Pero no pudo ser. Un pesar muy grande para él y para sus 240 hermanos de la Cofradía de la Santa Eucaristía de los Jesuitas, que intentaron aliviar con una intensa sesión de nostalgia. «Colgamos en Youtube vídeos grabados de las procesiones de otros años con distintos momentos a lo largo del recorrido y las vimos a la misma hora que la estaríamos haciendo; no es lo mismo, pero fue muy emotivo», explica.
Apelando al dicho de que 'la procesión va por dentro', reconoce que este año toca «celebrar la Semana Santa más atípica, pero también la que viviremos de forma más interior y personal». Porque no sentirán esos sentimientos «que afloran a flor de piel cuando sales en la procesión, porque pasan muchas cosas debajo del capirote», pero se las han arreglado para sobreponerse. «Estamos ayudando a Cáritas, ya que le daremos todo el dinero no gastado en estos días y además colaboramos con su programa de contacto telefónico para animar alas personas mayores que se encuentran solas». También han multiplicado sus contactos en las redes sociales y a través de videoconferencias, aunque con todo no logren llenar el vacío de no poder procesionar. «El momento más triste del día es cuando me levanto y abro la persiana; deberíamos estar estresados por todo lo que tendríamos que hacer hasta la noche y nuestra agenda ahora está vacía». Y para colmo, la meteorología otros años esquiva, este año parece que va a acompañar en todo momento. «Con este sol: saldría todo perfecto pero bueno, lo importante es conservar la esperanza, y el año que viene viviremos todos estos momentos con mucha más ilusión y entrega, sin duda», asegura el también presidente de la cofradía.
Raquel Ceballos - Cofradía de Santiago Apóstol
Desde octubre que llevaban ensayando, «tres días a la semana». Ella la trompeta, su marido Iñigo el timbal y sus hijas Eider y Nagore la corneta. Los cuatro se habían preparado para darlo todo en las procesiones, especialmente la de esté sábado que es la que organiza siempre su cofradía, y la suspensión les ha caído como un jarro de agua fría. Pero, a su juicio, de nada vale lamentarse y hay que aprender a vivir la Semana Santa de una manera especial.
«En nuestro caso, todos los días a la hora de una procesión nos envían alguna oración especial y también vídeos de otros años», explica. Aunque la banda de músicos ha dado un paso más, «y estamos grabando nuestras propias actuaciones». Lo hacen cada uno con su instrumento en su casa, «y luego un hermano las mezcla en un mosaico donde la canción aparece completa, como si estuviéramos todos tocando a la vez». No es un trabajo profesional, pero el resultado es espectacular. «Ya hemos grabado dos vídeos y, de cara al sábado, vamos a hacer algo sorpresa», anuncia.
Y, mientras tanto, la Pasión se lleva por dentro, y se comparte con los amigos. Según reconoce Raquel, los wasap, las videollamadas y las conversaciones telefónicas son constantes entre los hermanos cofrades. «Hablamos de anécdotas de otros años, nos contamos nuestras cosas, nuestros sentimientos, es una forma inesperada de vivir estos días pero, al fin y al cabo, estamos viviendo como mejor podemos nuestra Semana santa». Incluso se siguen mandado los mensajes al móvil cada día como si realmente fueran a salir de procesión.
Marta Goitia - Cofradía Nuestra Señora de Begoña
Para Marta, el chasco de la Semana Santa está siendo un poco más llevadero que para otros cofrades. «Yo he cambiado el hábito por el uniforme de la DYA», asegura. Está en las ambulancias de la organización asistencial. Aunque reconoce no haber conseguido evitar que el estómago se le revuelva un poco cuando llega la hora a la que tendría que salir en procesión. Sobre todo en su procesión, que tendría que haber salido el pasado domingo. Ella es la jefa de la banda de música, y le gusta la responsabilidad que tenía. Marcar el ritmo de los que llevan los pasos «e incluso acelerarlo un poco parra adecuarlo a la marcha de los que llevan el peso de las imágenes en la empinada cuesta que teníamos que subir antes de llegar a la Basílica de Begoña». Una hora y cuarenta minutos de auténtica pasión, asegura.
Pero no queda otra y toca aguantarse. Así que el recorrido en la calle lo hacen mentalmente desde casa. Con la ayuda de su abad, Javier, «que nos envía unas pautas del Vía Crucis para que los hagamos de forma virtual en nuestra cabeza». Salir desde la parroquia del barrio de la Cruz, alcanzar la rotonda del parque Etxebarria, enfilar cuesta arriba hasta alcanzar la clínica Virgen Blanca y la basílica, tocar varias marchas y regresar en hermandad y orgullosos de haber cumplido un año más con la tradición... «Este año teníamos una nueva integrante en la banda, una niña de 10 años que toca la trompeta; ella sí que se ha llevado un buen disgusto, pero la próxima Semana Santa nos resarciremos todos».
Elvira Solano - Abadesa de la Cofradía de los Cruzados Eucarísticos
Elvira añora como nunca salir a la calle. Y no es precisamente el confinamiento obligado lo que la tiene más apesadumbrada, «que también». En otros momentos se le haría más llevadero, pero estos días no. Porque no puede procesionar, que es algo que le apasiona con locura. No en vano, no es que se considere una pionera «pero casi». Fue la segunda mujer que entró, hace ya 31 años, en la Cofradía de los Cruzados Eucarísticos, y desde hace 13 es la abadesa. Un cargo que desempeña con honor y mucho orgullo. «Lloré mucho cuando nos anunciaron que quedaba todo suspendido, no nos lo podíamos creer, estoy viviendo muy mal estos días, con mucho dolor», lamenta. Porque, para colmo de males, este año la hermandad celebra su 75 aniversario «y habíamos preparado una misa en la parroquia de los Santos Juanes, de donde salieron los primeros 'cruzados' con el padre José Julio Martínez a la cabeza». Vamos, «un desastre»
Pero, cumpleaños al margen, su actividad era ya frenética de por sí estos días. Un no parar. La hermandad no tiene pasos propios, pero se multiplican para participar en todas las procesiones que se celebran en Bilbao. Y también fuera. «Si hasta el Viernes Santo sacábamos tiempo para ir a la Pasión Viviente de Arkotxa, y uno hacía de soldado, yo de la mujer del vino..., vivíamos las celebraciones con mucha intensidad y solemnidad», explica.
Ahora, sin embargo, tiene que limitarse a la televisión, «donde vemos todas las misas del obispo de Bilbao, y las del Papa». Y a apostar por las videoconferencias con sus hermanos cofrades «para animarnos unos a otros». «Este parón obligado nos ha hecho reflexionar, ser conscientes de que viciemos una Semana santa muy especial, en la que nos estamos dando cuenta de lo que supone realmente ser cofrade».
Marian Rucandio - Cofradía de La Merced
Reconoce que el componente religioso no fue el determinante que la llevó a entrar en la Cofradía de La merced. Más bien su hijo y su sobrino. «Ellos fueron los que empezaron a participar en las procesiones y mi marido y yo venga a seguirles por todas partes». Hasta que se dijeron, ¿y si procesionamos también nosotros? Dicho y hecho, y ya llevaban 19 años sin faltar a «ni una sola, siempre con mucha ilusión». Le parece surrealista que un virus haya logrado suspender una tradición con «siglos y siglos de historia».
Es más, reconoce que nunca había entendido muy bien los lloros de miles de cofrades en Sevilla cuando las lluvias les obligaban a dejar sus pasos en las iglesias. «Me decía que eran una exagerados, pero ahora lo entiendo, porque ellos solo salen una vez, pero nosotros toda la semana y, aunque un día no se pudiese por el tiempo, siempre había más, siempre se acababa saliendo de procesión». Hasta ahora.
Y, «como nunca había pensado que podría pasar esto, ni de lejos que iba a vivir una experiencia profesional y personal semejante», confiesa que el detalle de no haber podido ponerse el uniforme y el capirote para procesionar junto a sus hermanos cofrades le ha afectado más de lo que se podía haber imaginado. «Me da muchísima pena e intentamos arroparnos en a familia, con los compañeros, el martes, por ejemplo, que era nuestro día, el secretario de la cofradía nos envió un vídeo precioso, me hizo mucha, mucha ilusión», remarca.
Fernando Ruiz - Cofradía de La Pasión
Lo de Fernando Ruiz ha sido pasar del todo a la nada. Secretario de la cofradía, también es músico, y desde hace meses que no le llegaban las 24 horas del día para prepararlo todo. «Ahora mismo debería estar a tope, y aquí me veo un poco descolocado, sin nada que hacer», subraya. Y, confiesa, siente «un poco de impotencia por no poder sacar nuestras imágenes a la calle; ayer a la mañana tendríamos que haber hecho la procesión de La Salud, con el día que hacía y por Jardines de Albia, habría sido espectacular». Y sabe lo que dice porque lleva 40 años seguidos haciendo el mismo recorrido, «y es un trauma, poco menos».
Ya le gustaría que con el tema de las procesiones se pudiese hacer como con los partidos de fútbol. «La copa se ha suspendido, pero se acabará jugando». O como están haciendo muchos ayuntamientos con las fiestas populares. Pero con la Semana Santa no hay demoras posibles, «y, aunque es una pena, no se puede celebrar un Viernes Santo en julio».
Así que toca resignarse, «y que cada uno viva estos días su religiosidad a su manera». Unos repasando sus canciones como si realmente estuviesen procesionando, otros rezando, «y muchos como yo imaginado lo que podría haber sido de no irrumpir esta terrible pandemia». Pero, quizá precisamente por eso, al momento se desprende de la nostalgia y mira al futuro. «No pasa nada, somos penitentes y la penitencia se lleva de muchas formas; no hay que quejarse porque, sólo con ver lo que está pasando fuera de nuestras casas...».
Isabel Martínez - Cofradía del Nazareno
Isabel tiene 23 años, está realizando un máster en energías renovables en París y es una cofrade convencida. Desde los siete años, «y no me viene de familia, sino que a los siete años estuve siguiendo a una amiga por todas las procesiones de Bilbao y me acabé apuntando a la Cofradía del Nazareno». Arrastró incluso a su abuela. Así que por nada del mundo quería perderse su Semana Santa. «Tenía el vuelo reservado para el 3 de abril, aunque al final se cerró la universidad por el coronavirus y me vine ya el 17 de marzo».
Ya por aquel entonces quedaban pocas esperanzas, pero todavía conservaba alguna de poder salir en procesión. La evolución de la pandemia pronto la convenció de que no iba ser posible. Y reconoce que, más allá de creencias religiosas, «ha sido un palo, me da una pena enorme». Además, se ha dado cuenta de la importancia que esta celebración tiene para mucha gente, «si hasta unos vecinos de mi barrio, en Errekakoetxe, ponen por las mañanas música a tope de los tambores y las trompetas que suenan en la procesiones».
Y el dichoso tiempo, que parece haberse empeñado en empeorar la cosa. «Si al menos lloviese... Otros años hasta nos ha granizado y tenías que tener mucho cuidado con el capirote porque es de terciopelo y si se moja se estropea, y mira ahora que sol todos los días».
Ramón Mandiola - Cofradía de Los Escolapios
Ramón tiene 58 años, y desde hace 47 no se había perdido ni una procesión de la Semana Santa bilbaína. «Ni una sola». Siempre con la Cofradía Madre de Dios de las Escuelas Pías, la de los Escolapios. Esta es la primera, y a veces se le pone un nudo en la garganta por la congoja que le genera no salir con los pasos. «Yo es que vivo mucho las procesiones, si es que hasta las hago descalzo, todas y todo el recorrido». Pero él es un hombre de recursos y de espíritu optimista, así que ha encontrado una manera muy particular de vivir al máximo la Pasión de Cristo sin salir de casa. Responsable de la Banda de Clarines, Tambores y Timbales de la cofradía, desde el primer momento salió a aplaudir al balcón para homenajear a los sanitarios «que tantas vidas están salvando en esta lucha contra el coronavirus«. Cuando se retiraba al interior de su domicilio, un vecino que sabía de sus artes musicales, le invitó a tocar el clarín. Y se lanzó. «Toqué 'El patio de mi casa', en plan broma, pero a la gente le encantó».
No tenía la intención de seguir, pero al día siguiente le volvieron a pedir otra canción. Acabó interpretando cuatro. «Y una semana después se me unió un tenor, con lo que amenizamos a los vecinos durante un cuarto de hora y nos los agradecen mucho y nosotros muchísimo más», reconoce.
Así que, cuando se acercaron los días señalados de la Semana Santa, vio la oportunidad de perfecta de celebrar la Pascua a su manera. Con toda la oficialidad posible. Se enfundó el uniforme al completo: hábito, medalla, guantes, calcetines granates, zapatos negros y una hebilla especial (eso sí, «sin el capirote, que solo se puede utilizar cuando vas en procesión»), y salió de nuevo a actuar a las ocho de la tarde. Lo hizo el pasado sábado, lo repitió este jueves y lo mismo hará el viernes y de nuevo el Sábado Santo.
La Semana santa, sin embargo, es mucho más y Mandiola es plenamente consciente de ello. Religioso y católico practicante, no ha dudado en sumarse al mundo de las redes sociales y las televisiones para seguir desde su sofá las misas «del papa y también del Obispo de Bilbao», y mantiene contacto directo con sus hermanos cofrades por videoconferencia y wasap. «Como ya ha hecho la cofradía de Santiago Apóstol, estamos grabando cada miembro de la banda nuestra parte de una marcha por separado, y la vamos a juntar para ofrecer una actuación en toda regla en Youtube», asegura. Espera que esté lista para este viernes, «que es cuando debía salir nuestra procesión, la del Encuentro».
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