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Rafa Toral, el último guarda del Pagasarri, fallecido en 2018. Mikel Alonso
Cuando cinco mil personas regalaron un trozo del Pagasarri a los vizcaínos

Cuando cinco mil personas regalaron un trozo del Pagasarri a los vizcaínos

El libro 'Pagasarri gurea' rinde homenaje a aquella iniciativa y a su impulsor, Rafa Toral, el último guarda del monte

Domingo, 26 de enero 2025, 00:55

El Boletín Oficial de Bizkaia del 13 de mayo de 2002 incluía un apartado muy curioso: era un listado de más de cinco mil personas (de Merche Abad a José Zurinaga) a las que la Diputación agradecía públicamente que hubiesen comprado a escote un trozo del Pagasarri, el paraje conocido como el Tarín, y lo hubiesen donado después a la institución foral. Aquella iniciativa tan poco corriente fue una idea del guarda forestal Rafa Toral, que quería salvar esas diez hectáreas de su destino como plantación de pinos y lograr que se repoblasen con robles, encinas y, cómo no, hayas, esas 'pagoak' que dan nombre al monte. La movilización de hace un cuarto de siglo logró reunir los cinco millones de pesetas necesarios (o de 'tarines', como rebautizaron la moneda para la ocasión) y, ahora, un libro rinde homenaje a aquellos donantes desinteresados y al propio Toral, el último guarda del Paga, fallecido en 2018 tras treinta años de servicio.

El volumen, con coqueto formato de cuaderno de campo, toma su título de aquella asociación, 'Pagasarri gurea', y plantea un recorrido visual y literario por el ciclo estacional en este monte, pulmón de Bilbao y escenario tradicional del excursionismo de la villa. Las fotografías, de la colección de Rafa Toral y tomadas por él mismo, Juanjo Díez, Imanol Zubero y Mikel Alonso, proponen un paseo por las cuatro estaciones: las páginas se van fijando en senderos, flores, bayas, cascadas, la fuente del Tarín -construida, también por suscripción popular, en 1914-, orugas, libélulas, culebras, tejones sorprendidos por una cámara nocturna y, por supuesto, cientos y cientos de árboles, que muestran la evolución desde el ilusionado renacer de la primavera hasta el traje invernal de escarcha, nieve y carámbanos.

«No existen muchas montañas cuyo nombre original sea tan conocido como su diminutivo», plantea el sociólogo Zubero en el primero de los textos que componen el libro, una reflexión sobre el «afecto y cariño» que inspiran en los bilbaínos el Paga y su vecino el Ganeko. «Es un monte intergeneracional, que atrae a personas jovencísimas junto a otras de edad bien avanzada; es un monte intercultural, que acoge con alegría toda la diversidad que caracteriza a la sociedad de Bilbao y de Bizkaia; y es una montaña segura, por la que puede transitar sin temor cualquier persona sola, sabiendo que en su camino se cruzará con otras personas que la saludarán con cortesía», desarrolla, mientras que Solange Vázquez, periodista de EL CORREO, recupera el inventario de flores que llevó a cabo Pagasarri Gurea, desde «las plebeyas chiribitas» hasta rarezas como la orquídea de la dama o la grasilla, que es carnívora.

Recorrido original

El escritor José Fernández de la Sota, por su parte, contempla el Pagasarri como «un salvavidas» para una ciudad que siempre fue «dura, tirando a hosca y mayormente gris», y cita las ascensiones del joven Unamuno para huir del agobio urbano: «Ceñudo Pagasarri, viejo amigo / de la tristeza de mis mocedades, / tu soledad amparó mis soledades / con su rasa verdura como abrigo», dejó escrito don Miguel. «No es un punto final como las grandes montañas míticas que se miden por miles de metros -concluye De la Sota-. Nuestra pequeña montaña mágica y dominical es modesta y hermosa. Es un punto y seguido porque nos dice que la vida sigue». Y el montañero Juanjo San Sebastián combina lo histórico y lo autobiográfico en una panorámica de los inviernos del Pagasarri, en la que no faltan los fosos donde se almacenaba nieve prensada para abastecer de 'refrigerante natural' a Bilbao, ni tampoco el proyecto abortado de finales de los 50 de construir el Telesirga, un teleférico hasta la cima. «En el entorno del Pagasarri hemos 'descubierto' el esquí, la escalada, las primeras nociones sobre orientación con brújula, ardillas, cucos, jabalíes..., rincones impensables y gentes extraordinarias», repasa San Sebastián, que también recupera la primera ocasión en que lo subió sin necesitar los hombros de su padre, a los tres añitos, o la vez que se extravió por sus caminos de manera portentosa y pasmó a Juanito Oiarzabal con su «original diseño de recorrido».

El cierre del libro corre a cargo de Mikel Toral, hermano de Rafa e impulsor de este proyecto editorial, que traza una emocionante semblanza del último guarda. «Hablaba con pasión de los tesoros ocultos del Paga; sus increíbles cuevas, árboles singulares, el haya más grande, impensables flores, los arroyos con sus caídas más espectaculares, las sendas escondidas, los miradores más increíbles, el alimoche, el corzo, el jabalí, el tejón, el visón, la comadreja, la garduña...», lo recuerda. Ese amor y ese conocimiento se contagiaron a 5.525 personas, cuyos nombres aparecen recogidos en catorce páginas del libro, y las animaron a comprar un trocito de monte para que siguiese siendo de todos y de nadie. «Fue más que un guarda».

El libro

Está a la venta por 15 euros en las librerías Libu y Cámara de Bilbao y el refugio del Pagasarri, entre otros puntos.

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