Cierra el bar Petit Stop, el clásico de Begoña

Resti Castro, que se jubila, marcó impronta con los pintxos de tortilla de patata, las gildas, y, sobre todo, con las gambas con gabardina

Martes, 2 de abril 2024, 14:50

Hay bares de toda la vida y bares que llevan impregnado el sentimiento de barrio. A cualquiera que le pregunten por el Petit Stop responderá que este era el bar de Begoña. En realidad, fue el establecimiento de Resti Castro, un baracaldés que asumió la gestión en 1983. No se lio la manta a la cabeza y mantuvo el nombre del anterior hostelero que regentó el local, cuando echó a andar en 1969.

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De la mano de Resti, el negocio ubicado en el número 103 de la Avenida de Zumalakarregi, enfrente del Parque de Etxebarria, justo donde se colocaban las barracas en Aste Nagusia, se convirtió pronto en un imprescindible. En un local por donde pasaba, evidentemente, toda la gente de la zona. Al principio sirvió también de encuentros de noctámbulos por ser el último establecimiento de la zona en cerrar. Tiempos en los que llegaba a chapar a las cinco de la mañana.

«La edad no perdona»

Resti, que bajó la persiana a mediados de marzo, se jubila. Cuenta que ya no tiene el mismo vigor que tenía de joven. Este mes cumplirá 66 años. No ha perdido las ganas, pero reconoce que le ha llegado la hora y que la edad «no perdona. Claro que me da mucha pena, pero la hostelería quema mucho, ya están bien 41 años. Me he pasado aquí más de media vida», dice.

Pero qué bien la ha rentabilizado. En el Petit Stop la clientela moría, fundamentalmente, por los pintxos de tortilla de patata –«espectaculares siempre», remarca– y los buenos cafés que servía todos los días. Pero la fiesta llegaba los fines de semana y festivos cuando llenaba las barras de raciones de rabas y gildas y, especialmente, de gambas con gabardina.

Resti reconoce que se le va a hacer extraño perder el contacto con el equipo con el que ha trabajado tantos años y el calor de los clientes. Porque a su bar se iba a disfrutar y también a jugarse la suerte. Literalmente. Mantenía la esencia de aquellos viejos locales donde lo mismo se validaban apuestas de quinielas deportivas que se compraban décimos de la lotería y se tanteaba la suerte en sorteos como el Euromillones y las primitivas.

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Siempre fue un verso suelto el Petit Stop, empezando por su nombre tan afrancesado y la pequeña terraza que disponía bajo las torres residenciales que le abrigaban. Su interior se ha mantenido prácticamente igual. Aún seguían los azulejos que decoran la base de la barra, las pizarras donde se anotaban los precios de las consumiciones y, por supuesto, la fotografía que hizo José Ramón Orio, periodista y fotógrafo de EL CORREO, una noche de febrero del 83 con todo el exterior cubierto por una nevada impresionante.

Resti recuerda que en ese año mágico y trágico de las inundaciones vio cómo el Athletic entregó muy cerca de su bar el trofeo de Liga a la Amatxu. O cómo la última edición del Tour de Francia colocó la meta también enfrente del Petit Stop, que aparece en todas las imágenes. Los recuerdos se agolpan. Dice Resti que han desaparecido las cuadrillas de txikiteros de toda la vida y que las noches ya no son como antes y que había mucho más ambiente. Este tipo de razones, aparte de la edad de este hostelero, explican que el clásico de Begoña ponga punto y final a su exitosa historia.

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