CARTA A LOS 342
Levantar persianas puede ser el camino de Bilbao para evitar cerrarlas
jon uriarte
Sábado, 24 de marzo 2018, 00:46
-¿Ahora qué hago?-. La voz sonaba por el teléfono a medio camino entre disgusto y perplejidad. Era una de esas personas que un flojo día decidió hacerme caso y gastarse los cuartos en ir a Bilbao. Y empezaba a arrepentirse. Cierto que le había advertido sobre el panorama habitual de la villa en Semana Santa y que era mejor elegir otra fecha. No creyó que fuera para tanto. Así que allí estaba. Delante de la persiana bajada de un restaurante. Igual de gris y desoladora que de los otros tres restaurantes y cinco tiendas que le había recomendado visitar.-¿Y decís que sois una ciudad de servicios?-. Entonces callé. Dolido. Y avergonzado. De ahí que este año quiera aplaudir, como humilde paisano, a los 342 valientes.
Un 46% más, que ya es un subir, respecto al pasado año. De ahí que el titular fuera '342'. Esa es la cifra de restaurantes y tiendas que abrirán esta Semana Santa en Bilbao. Lo que indica que se está dando una evolución de sentido común. A lo largo de temporadas anteriores, quienes se atrevían a abrir en estos días inciertos iban comprobando que les salía rentable. Algunos, incluso, te hablaban de buenas cajas. Cierto que la mayoría eran de las Siete Calles y alrededores. Pero poco a poco la villa entera muestra una cara más abierta que antaño. Lo que le pasó a mi amigo era habitual no hace mucho tiempo. Quienes viven o trabajan fuera de Bilbao saben que la época de procesiones siempre fue un momento complicado para regresar y visitar a familia y amigos, salvo que sean nazarenos. Lo que me recuerda a cierta Semana Santa en la que quedé con un amigo para ir al cine.
Comienzos de los 90. Dos colegas que por trabajo se quedan en la villa de la baldosa gris, más solos que Tom Hanks en su isla. O peor. No estaba ni Wilson. Así que decidimos ver una película. La taquillera nos lanzó una mirada cómplice que llevaba mensaje evidente. Otros dos pringados que se han quedado como yo. Tirados. Dado que no había bares de urgencia abiertos, llegamos con tiempo de sobra. Si nos hubiesen puesto el NODO habríamos aplaudido. Así de desesperados estábamos. Y entonces entró una pareja. Nos miramos y nos miraron, sospechando. Como supongo hicieron neandertales y cromañones la primera vez que se encontraron. Poco después llegó un tipo solitario con cara de necesitar un abrazo. Y se lo habríamos dado de no ser porque apagaron la luz y arrancaron los anuncios. Confieso que, de reojo, miraba a los improvisados compañeros de proyección. Entre las tinieblas confirmamos que no conocíamos a ninguno de los presentes. Ni de vista.-Para mí que son extras puestos por el ayuntamiento para que Bilbao no se quede vacío-susurró mi amigo. Y llegué a pensar que tenía razón.
Han pasado los años y la capital ha cambiado. Pero daba la sensación de que el Guggenheim y su efecto marcaban un paso y la ciudadanía otro. Hasta que, poco a poco, vamos casi a la par. Y digo casi, porque uno entiende que trabajar en festivo casa mal con familia o amigos. Y que todos necesitamos un descanso. También sabemos que no siempre es rentable. Y que, a veces, según zona y negocio, como mucho repartes miseria con el local de enfrente. Pero no es menos cierto que el año pasado hubo más comerciantes satisfechos que nunca, por decidirse a abrir. Y no imaginan lo que supone ese dato para quienes se ganan las alubias fuera de nuestra tierra y presumen de ella, haciendo que todo foráneo quiera pasar unos días en Bilbao, en Bizkaia y en Euskadi en general.
91.000. Esa fue la cifra, dado que hay gente a la que solo le vale los números de turistas que nos visitaron el año pasado en Semana Santa. Lo que supuso un gasto diario por visitante entre 100 y 130 euros. De nuevo otra buena noticia. Por no hablar de los que visitan el Botxo y aprovechan para dormir o cenar en nuestros territorios vecinos. Por cierto deberían aplaudir. aunque sea un poquito y por sentido común, el poder de un museo de titanio que a ellos también les ha beneficiado. Pero ese es otro debate. Hoy nos quedaremos en Bilbao. Nada más saber que habrá más comercios, bares y restaurantes abiertos en Semana Santa he trasladado la información a mis cercanos. Incluso a algún lejano. La cosa es que crezcamos como destino de ocio y turismo. Ya que un día decidimos que ese iba a ser uno de nuestros caminos, si no el principal, hagámoslo en serio. Algo que hicieron nuestros antepasados cuando se trató de apostar por una vía económica. Primero fuimos pescadores, ganaderos y agricultores. Luego marinos. Después mineros y siderometalúrgicos. Y por supuesto creadores y trabajadores de empresas de todo tipo. Pero nunca dejamos de ser comerciantes. No es fácil. Nunca lo fue. Por eso muchos aplaudimos a las gentes valientes que abrirán la semana que viene. De momento 342 y los que se apunten. En la vida como en el mus es fundamental saber a qué jugamos. Y Bilbao hace tiempo que lo tiene claro. O debería. Si queremos ganar la apuesta deberemos jugar toda partida. Y eso también incluye la Semana Santa.