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Bizkaia enseña 81 tesoros

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Pankra Nieto | Borja Agudo

Bizkaia enseña 81 tesoros

El festival Open House abre este fin de semana a la ciudadanía edificios e instalaciones históricas y de vanguardia que nos cuentan nuestra historia

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Sábado, 28 de septiembre 2019

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El festival Open House, que se celebra en al menos otras 40 ciudades de todo el mundo, abre este fin de semana de forma gratuita las puertas de 81 edificios e instalaciones en Bilbao, Barakaldo, Getxo y Leioa que habitualmente están cerradas, o que, de tanto verlas por fuera, pasan desapercibidas. Desde las villas palaciegas de los magnates vizcaínos, hasta infraestructuras como los cargaderos de Barakaldo o el millonario y recién inaugurado teatro de Getxo, de algún modo, todos cuentan nuestra historia. La de Bizkaia.

Algunas visitas muestran las entrañas de esas joyas en las que residió a todo trapo la burguesía bilbaína artífice de la industrialización que promulgó, con sus riquezas heredadas del comercio o de las minas, el desarrollo del territorio. Al mediodía, había más de una hora de cola para ver el Palacio Olabarri del Campo Volantín, propiedad de la Autoridad Portuaria de Bilbao desde 1953 y el último palacio que resisite en la zona. Lo enseñaba con gracia Helga Fuente, una voluntaria que es actriz en sus ratos libres. Ahora, apenas tiene uso: el presidente del Puerto, Ricardo Barkala, cuenta allí con un despacho y todavía celebra reuniones.

«Nunca podemos entrar y así que qué mejor que hacerlo ahora. Es un edificio histórico y veremos lo que le depara el futuro», decían los bilbaínos Endika González y Txaber Torres. La Autoridad Portuaria quiere convertirlo en un hotel, aunque la idea se topó con los reparos de URA, la Agencia Vasca del Agua, y de la dirección de Patrimonio. El Palacio Olabarri nos retrotrae a un Bilbao en blanco y negro, cuando las fábricas de Altos Hornos y Santa Ana de Bolueta tizanaban los cielos y la economía de Bizkaia despegaba con el sudor de los miles de obreros que comenzaron a llegar por oleadas. La burguesía residía en mansiones con calefacción decoradas con obras de arte extranjeras, maderas nobles talladas por los mejores artesanos, lujosos tapices y decenas de criados. La ostentación mandaba. La calle Huertas de la Villa era eso, huertas, pero la ciudad comenzaba ya a ensancharse hacia esta zona, donde comenzaron a florecer los palacetes.

Allí se proyecto esta residencia en 1894 para José María de Olabarri, presidente de la fábrica de Santa Ana de Bolueta. Él y su mujer vivieron allí hasta su muerte. Algunas estancias se conservan muy bien, como el propio despacho de Olabarri o la que era la sala de juntas del Puerto, donde se reunían «y tocaban» la campana cuando se llegaba a acuerdos. Era el salón de los hombres, donde llegó a haber un billar y las sobremesas se alargaban con las copas de licores finos y entre el humo de habanos. Al lado, estaban las estancias de las mujeres. La capilla es impresionante, con una cristalera que fue sustituida. Los criados podían asistir a la misa que se ofrecía allí los domingos, pero asomados a un balcón interior, no junto a los señores. El palacio también cuenta con una majestuosa terraza para ver, pero también para ser visto y hacer alarde de poder.

Ya en Barakaldo, al otro lado de la ría, la gente hacía cola para ver otra de las joyas de Bizkaia, el Palacio Munoa, donde murió en 1963 el último magnate, Horacio Echevarrieta, un hombre excepcional que dirigió multitud de empresas. Exportaba hierro de sus minas en su flota, compró los astilleros de Cádiz, se dedicó a negocios inmobiliarios e impulsó algunas de las empresas más pujantes, como Iberia e Iberduero. Hasta se atrevió con la construcción de submarinos.

El Palacio se levantó en 1860, pero Ricardo Bastida lo reformó en 1916. El Ayuntamiento lo adquirió hace unos años y solo se ha abierto al público en contadas ocasiones. Por eso, decenas de vecinos esperaban la fila para por fin satisfacer la curiosidad alimentada durante años. «Antes estaba lleno de árboles, no se veía nada y estaba todo amurallado», explicaba un grupo de vecinas de Barakaldo. «Está superchulo. Siempre pensábamos, qué pena de sitio. En el futuro, queremos que se disfrute como lo estamos disfrutando ahora. Que sea para el pueblo», decían Guadalupe Arrarás, Micaela Barrero, Carmina Barrero y Kati Kalero.

500 voluntarios

No se permiten hacer fotos del interior, y solo se puede visitar la primera planta, porque el resto, asegura la guía, está en restauración. En medio de un jardín inglés que ahora sirve de pulmón para los vecinos de Cruces, el palacio estaba decorado utilizando maderas nobles, telas de damasco y mármoles. Las obras de arte fueron subastadas y los inodoros, arrancados, pero todavía se conserva una escalera que quita el hipo, sus tapices, muchos muebles de la época, incluido el despacho con la caja fuerte, el piano adquirido en Nueva York o el imponente órgano incrustado en una de las estancias. Una de las chimeneas está expuesta en un museo, al igual que los vestidos de la hermana de Horacio, Amalia.

Otra de sus obras, las Galerías de Punta Begoña de Getxo, desde donde observaba las entradas y salidas de sus barcos, también se han abierto al público este fin de semana. Los municipios de la margen derecha participan por primera vez en el certamen para mostrar sus joyas palaciegas, como la Casa Encantada o el Palacio Bake Eder cedido a la Diputación, y también edificios religiosos o inmuebles desconocidos como el Real Club Marítimo del Abra-Real Sporting Club y nuevos hitos urbanísticos como Romo Kultur Etxea o el nuevo Getxo Antzokia.

El Open House tiene una gran acogida – más de 35.000 visitas el año pasado, que se espera incrementar con la apertura de nuevos edificios– ya que cientos de personas se arremolinan en la entrada de los inmuebles a esperar su turno, con mapas y planos del festival que organiza la asociación OUT y que es posible gracias a más de 500 voluntarios.

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