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Luis Miguel Uruñuela, pedagodo y alma mater de Berriztu. Yvonne iturgaiz
Luis Miguel Uruñuela | Pedagogo experto en justicia juvenil de Berriztu

«Bizkaia aprueba con nota la acogida a menores de fuera»

Los menas «vienen aquí porque saben que se les atiende. A La Rioja no van. Pero, ¿qué haces cuando te vienen cien de golpe, qué servicio puedes dar?»

Jueves, 12 de diciembre 2024, 07:12

Luis Miguel Uruñuela fundó Berriztu hace 33 años. El Gobierno vasco le encargó crear el primer centro de justicia juvenil de la cornisa cantábrica, con ocho plazas, en Urioste. Entonces, dependía de la Consejería de Bienestar Social y el juzgado estaba en Campo Volantín. Cada vez que se condenaba a un menor, se le mandaba a Cataluña. Había chicos de 12 a 16 años, «unos enanos», pero «muy potentes, con mucha calle y mucha mala leche». Hoy gestionan cuatro centros en Euskadi y uno más en Navarra, además de equipos en medio abierto y un centro de día por territorio. Han ayudado a más de 20.000 personas, entre menores y familias, víctimas de violencia de género y presos. Berriztu celebra mañana una jornada en la Universidad de Deusto sobre el suicidio y la salud mental en la adolescencia.

- ¿Cómo ha cambiado el perfil?

- No hay un patrón único. Ahora, tienen entre 14 y 18 años y hay más chicos. Hace 33 años, de 12 a 16 años, eran unos mocos. Respecto a los tipos de delitos, antes no había violencia filioparental. El primer juicio de menores al que asistí, era en una sala como ésta, con una mesa. Estaba el juez, la fiscal y no había abogados. Yo era el representante del chico, que había robado un coche. «¡La paya esta, si no calla, revienta!», soltó el chaval. Entonces, me di cuenta de que había que prepararles. Sólo por eso le cayeron seis meses más.

-¿Era la época de la heroína?

- Fumaban chinos, tomaban pastillas y todo lo que pillaban, como ahora. Aunque yo creo que no hay una correlación directa entre consumo y delincuencia.

- ¿Pero sí entre droga y problemas?

-Sin duda. Somos demasiado duros con los chavales en los centros. El principio de autoridad y las normas tienen que estar muy claros. Deben aprender a obedeces, a comer de todo, unos aprendizajes que igual no han tenido. Es una lucha de poder permanente.

- ¿Y cómo se consigue la autoridad? Se lo pregunto como madre.

-La fórmula mágica es una combinación entre firmeza y cercanía o cariño, desear el bien al otro. Saber pronunciar la palabra no y mantenerse ahí, no dimitir cuando están mal. Aguantar su ira, pero también su llanto con un abrazo. Que vean que les importas.

-Un menor que comete un homicidio, una agresión sexual contra su propia madre. ¿Puede corregirse?

- Sí, claro, ¿Sólo un hecho define la vida de una persona? Yo creo que no. Evidentemente, tienen que pagar por ese hecho. El sistema de justicia juvenil y la Ley del menor son de lo mejorcito en respuesta social. ¿De qué depende que salgan? Pues no lo sabemos. Alguien que lo tiene muy bien, empieza una carrera que puede durar 15 años y otro, que en principio lo tiene fatal, no vuelve a delinquir. El ser humano es complejo. Ahora, sin ayuda profesional es imposible.

-Para algunas víctimas, la Ley resulta blanda.

- Hay algunas víctimas que son capaces de perdonar, o que quieren llegar a entender y que se les escuche. Hemos trabajado mucho en justicia restaurativa.

-¿Qué caso de los que ha visto le parece más inspirador?

-Un chaval que estuvo con nosotros en el 95. Llevaba recortada, salía en el periódico por persecuciones de la Ertzaintza, mucha 'coca'... Entró en la cárcel al cumplir los 18. Sus padres habían muerto por la droga. No tenía a nadie. Era demasiado vulnerable. Cuando le surgía un problema, se hundía y la liaba por no pedir ayuda. Tiempo después, recibimos un correo electrónico en el que nos preguntaba si podía considerarnos su familia. Por supuesto, le dijimos. Tenemos una empresa de inserción y le dimos trabajo como carpintero.

- ¿Suelen recaer?

- La mayoría de los chicos que pasan por justicia juvenil no entra en centros, sólo un 10 o 15%. Y un 85% del total no reincide.

-¿Cómo es el día a día en un centro de menores?

-Es duro, más que la cárcel. Están mañana, tarde y noche sometidos al programa socioeducativo. En prisión pasan revista y luego algunos están en el patio fumando. Aquí, se levantan, se asean, arreglan su cuarto y ponen y quitan el desayuno. Luego, tienen aula o taller y no pueden hacer pira. Aprenden a cocinar seis primeros, seis segundos y seis postres, y en el tiempo libre están supervisados por los educadores, que les plantean dilemas morales o hablan de noticias. Hacen más que en su casa en 15 años. Las familias se quedan alucinadas cuando vuelven y les ayudan con las tareas.

- Y sin pantallas.

-Sin móvil, con tele supervisada y con periódicos.

- ¿Suele haber detrás enfermedades mentales?

- Enfermedades no tanto, más trastornos de la conducta y de personalidad, ansiedad, depresión... Pero en los últimos cinco o seis años ha subido. Algo pasa con los niños, algo estamos haciendo mal. La salud mental de niños y adolescentes es preocupante y no sólo se debe abordar desde el punto de vista psicológico-psiquiátrico.

- También gestionan centros de protección ¿Comparte con el lehendakari y la Diputación que ya no podemos acoger a más menores inmigrantes?

-Bizkaia ha aprobado con nota el tratamiento a los menores que vienen de fuera. No puedo decir otra cosa, lejos de ser pelota. Hay comunidades que tienen cero.

-¿Son víctimas de mafias?

-No suelen querer hablar de ello. Si no hay un daño, como el síndrome de Ulises, y no se considera necesario no se les pregunta. Son historias terribles, cualquiera de nosotros acabaría en el psiquiátrico. Tienen una fortaleza... Algunos, con 16 años y sin entorno, se quiebran, pero no son muchos. Tenemos suerte.

-¿Se les da un buen servicio o por sobresaturación, los centros se convierten en meros albergues sin función educativa?

- ¿Y qué haces si te vienen 100 de golpe y al vecino, ninguno? Vienen porque aquí les han dicho que se les atiende, no van a La Rioja.

-Ahora, el problema está en Sopuerta y Amorebieta, antes en Carranza y El Vivero, que terminaron cerrando. ¿Cuál es la solución?

-Es que es un tsunami. No quisiera estar yo en el pellejo de quien tiene que gestionar eso con menores y que no se te rompan valores como la solidaridad y la humanidad. Bizkaia ha cumplido de sobra. Muchos se quedan y están trabajando y contribuyendo con la Hacienda foral para pagarnos las pensiones. La inmensa mayoría vienen con un proyecto de vida.

-¿Esos centros deben estar en pueblos alejados o en ciudades?

- Depende. La ventaja de que estén en Bilbao es que disponen de más recursos comunitarios, como centros de formación.

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