Bilbao prepara la Navidad en octubre: instalación de las luces navideñas, turrones en los supermercados...

Pese a que quedan más de dos meses para el inicio de las fiestas, el Consistorio de la villa ha comenzado con las tareas para instalar el alumbrado sin hacer ningún ruido mediático. Fuentes municipales han confirmado la colación de las luces en la Gran Vía este viernes, una operación que curiosamente coincide con las horas previas a la celebración de la Noche Blanca bilbaína.

Como todavía no se ha dado a conocer formalmente los detalles del alumbrado, se desconoce el número de luces y las zonas en concreto dónde se desplegará el espíritu navideño en forma de leds. El año pasado, 1.200.000 de bombillas se instalaron tanto en el centro como en los diferentes barrios de la villa. Todas fueron encendidas el 24 de noviembre en una tradicional ceremonia que quedó ensombrecida por la difícil situación sanitaria provocada por la pandemia.

También se adornaron con guirnaldas lumínicas 120 árboles centenarios a lo largo de la ciudad para, por arte de magia, deslumbrar con su tono dorado a un Bilbao huérfano de turistas como consecuencia del Covid. También se incorporaron a la decoración festiva un árbol de Navidad de 14 metros, una bola gigante y la típica baldosa de Bilbao de considerable tamaño, así como una ballena dorada. De momento, se desconoce si tan impactantes esculturas lumínicas volverán a las calles de la capital vizcaína este año.

Lo que sí que ha hecho el Ayuntamiento es anunciar que este año se celebrará el próximo 21 de diciembre el tradicional mercado de Santo Tomás, tras el parón del año pasado como consecuencia de la grave crisis sanitaria. De esta forma, se volverá a disfrutar de los talos y demás productos que se venden en la multitudinaria feria con lo mejor del agro vizcaíno considerada desde siempre como una especie de antesala de las fiestas navideñas.

Como lo es también la aparición de los primeros puestos de castañas asadas que, en este mes de octubre soleado, todavía compiten con los de los helados. En todo caso, su típico olor nos traslada a las épocas en las que se consumen para cumplir una doble misión: calentar las manos ateridas por el frío y también el espíritu.

Además de en la calle, el ambiente navideño se ha colado también en los supermercados. Como ya va siendo tradicional, los turrones, mazapanes, polvorones y demás dulces típicos de esos días comienzan a ocupar un lugar preferente en las estanterías de los establecimientos. Una dulce tentación que provoca que más de uno comience a degustarlos meses antes del día de Nochebuena y un auténtico martirio para todas aquellas personas que, por diversas razones, huyen de las fiestas navideñas.

Otra de esas cosas aparejadas con esas fechas es el sorteo la Lotería. El soniquete de los niños de San Ildefonso es más navideño incluso que los propios villancicos. Una cita que abre oficialmente esas dos semanas de comidas y cenas familiares, regalos, espumillones, uvas y reencuentros. Los décimos en los que cada 22 de diciembre miles de personas depositan su ilusión salen a la venta en julio en toda España y fían sus esperanzas a los números comprados en sus lugares de vacaciones. Lo saben bien en la administración Azkarreta. «Este verano hemos vendido mucho, sobretodo a turistas nacionales. Han viajado décimos nuestros a todas las comunidades», detallan desde el establecimiento.

Un buen ritmo de ventas que se mantiene estos primeros días de octubre. Ver la luz al final del túnel de una pandemia mundial ayuda. «Las ventas van mucho mejor que el año pasado, se nota que la gente está más animada y optimista», confirman con alegría. No cabe duda de que si todo sigue así, las colas ante los puestos loteros bilbaíno volverán a formar parte del paisaje navideño de la capital vizcaína.

Como se puede comprobar, las señales de la Navidad están bien visibles para los ojos que las quieran ver, sobre todo los de los niños Y eso que todavía faltan dos meses para que llegue. Una forma, como cualquier otra, de calentar motores y imbuirnos de un espíritu navideño que nos empuja a ser un poco más amables, solidarios y cariñosos con familiares, amigos y el prójimo en general. Aún a riesgo de llegar a diciembre empachados. Y no de dulces precisamente.