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Bilbao lleva tres años ganando población gracias a que llegan miles de personas extranjeras. Esa gente no solo cubre el saldo vegetativo negativo (porque mueren muchos más bilbaínos de los que nacen), sino que logra que la ciudad siga creciendo. Así se relaja la crisis ... demográfica. Pero, al mismo tiempo, se tensiona el mercado inmobiliario porque el parque de pisos crece menos que el número de vecinos. Eso es un lastre para todo el mundo, pero sobre todo para los propios inmigrantes porque la mayoría de ellos, más del 60%, vive de alquiler. Y no es solo que las rentas, los precios, se disparen hasta cotas inaccesibles, sino que además un buen número de propietarios rechaza arrendar a gente de otros países.
Primero, como siempre, los datos. Según las cifras facilitadas por el Ayuntamiento de Bilbao a este periódico, el pasado día 3 de enero había inscritas 353.347 personas en el padrón. Son 2.937 más que un año antes. Y se encadenan así tres ejercicios seguidos de crecimiento después del desplome poblacional sufrido en la pandemia.
Entonces, cuando el covid, la ciudad menguó mucho porque dejaron de llegar inmigrantes, colectivo del que Bilbao depende desde hace mucho tiempo tanto demográfica como económicamente. Eso es porque nuestro crecimiento vegetativo es negativo desde 1988 y la tendencia se ha enconado a partir de 2015. En el último año cerrado, 2023, hubo 1.770 defunciones más que nacimientos.
353.347 personas
estaban inscritas en el padrón de Bilbao a principios de enero, lo que supone 2.937 más que hace un año. La ciudad lleva ganando población desde después de la pandemia gracias a la llegada de extranjeros.
Como queda dicho, esta situación se ha compensado con el aumento de población extranjera, que es de 44.303 personas, lo que supone 2.483 más que hace doce meses. Pero es que esta realidad es incluso mayor porque no se cuentan aquí las personas llegadas de fuera que ya se han nacionalizado como españolas. Oier Ochoa de Aspuru, investigador de Ikuspegi (el Observatorio Vasco de la Inmigración) y doctor en Sociología, eleva la cifra de vecinos de Bilbao nacidos en el extranjero a «alrededor de 60.000». Según datos del Eustat, hace un año el 16,4% de la población de la ciudad había llegado de otros países, un porcentaje que cada ejercicio se dispara (en 2023 era el 15%). Así que concuerda con la tesis de Ikuspegi.
44.303 de los empadronados
son extranjeros, 2.483 más que hace doce meses.
Antes de continuar hay que matizar que estos datos ofrecidos por el padrón son provisionales. La cifra oficial de población en Bilbao a 1 de enero de 2025 se conocerá dentro de dos o tres meses. Eso ocurre porque en ese tiempo el Instituto Nacional de Estadística (INE) elimina las bajas no actualizadas y las duplicidades. Eso se hace cruzando los datos de los padrones de todos los municipios españoles.
La maniobra se aprecia muy bien viendo lo que ha ocurrido en años anteriores, esto es, la diferencia entre esta especie de primer sondeo demográfico de enero con los datos finalmente consolidados. En enero de 2024 el flash inicial era de 350.410 empadronados, que se quedaron luego, tras la corrección del INE, en 348.089. Siempre es así, se baja entre 2.000 y 3.000 personas.
En cualquier caso, la foto fija que ahora está disponible comparada con la foto fija de hace un año y de ejercicios anteriores anticipa la evolución de lo que confirmará el dato oficial. Siempre se ha visto, y esto lo confirma Ikuspegi, que los flujos migratorios han estado condicionados por los ciclos económicos: con la crisis financiera se desplomó la llegada de extranjeros, y lo mismo pasó en la pandemia. En momentos de crecimiento, como el actual, se dispara.
Es una buena noticia porque hace falta que llegue gente para satisfacer las necesidades del mercado laboral (en Euskadi ya hay casi 100.000 extranjeros cotizando, el 10% del total de trabajadores). Pero tiene también el efecto perverso antes apuntado: si aumenta la población pero no el parque de vivienda, éste se tensiona y los precios se disparan aún más. Es lo que ha pasado en 2024: Bilbao ha ganado casi 3.000 vecinos, pero sólo ha estrenado 245 viviendas.
Que el mercado inmobiliario esté disparado afecta de una manera muy particular a los inmigrantes, porque en Euskadi cobran, de media, un 34% menos que los autóctonos, según datos del INE. Y por si el acceso a una vivienda no fuese suficientemente complicado por este asunto, «hay mucha gente que no quiere alquilar a extranjeros», confía Ana Acasuso, vicepresidenta del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (APIs) de Bizkaia. «Todos los días llegan personas extranjeras buscando alquilar, pero no salen pisos... No sé dónde encuentra vivienda este sector de la población».
Como ejemplo de cómo está el mercado pone el caso de una habitación de anunciaron exclusivamente para estudiantes «y en dos días nos llamaron cientos de personas». Pues bien, «sólo tres eran estudiantes; el resto, la gran mayoría, extranjeros».
¿Dónde viven entonces todas esas personas que llegan a Bilbao? El 90% proceden de otros continentes y, según constata Ikuspegi, se buscan la vida de distintas maneras. «En muchos casos hay mujeres cuidadoras que entran en régimen de internas y residen en la casa de la persona a la que cuidan», apunta Ochoa de Aspuru. Así, el 80% de la comunidad nicaragüense, que no deja de aumentar, son mujeres. Y la mayoría se dedica a esto.
En otros casos, teniendo en cuenta que muchas personas llegan por reagrupamiento familiar o animadas por familiares o amigos que están aquí, se quedan acogidas en el piso de sus allegados. Pero por un tiempo. Luego llegan los problemas. Ocurre porque la gente no viene de paso. «Más del 90% tiene intención de quedarse a medio o largo plazo», explica el sociólogo de Ikuspegi, porque «el territorio es muy atractivo desde el punto de vista laboral». Pero si no hay donde vivir, este sector de la población se buscará otros destinos a los que ir. Y entonces Bilbao volverá a encogerse y a envejecer aún más.
La inmigración se reparte por Bilbao de manera desigual y con criterios previsibles. El distrito con más población extranjera, donde residen casi 10.000 personas con otras nacionalidades, sigue siendo Ibaiondo, sobre todo por su presencia en Bilbao La Vieja. Y le sigue Rekalde, que ya ha superado los 9.000. Sin embargo, el distrito en el que más ha subido la presencia de gente foránea en el último año es Begoña, al pasar de 4.847 a 5.317, según los datos del padrón. Eso es casi un 10% más. La explicación podría tener que ver con que esta zona es, con diferencia, la más envejecida de la ciudad. Eso supone que, por un lado, cada año quedan decenas de pisos libres por el fallecimiento de sus ocupantes; y, por otro lado, con una población tan mayor, la demanda de ciudadoras es alta, y muchas de ellas, como apuntan desde Ikuspegi, llegan en régimen de internas.
En el envejecimiento es donde hay que buscar tanto el motivo de que cada vez lleguen más personas de otros países, como la necesidad de que sigan haciéndolo. Y es que la pirámide de población cada vez tiene menos pinta de pirámide. Según los datos del padrón, hay en la ciudad 53.316 personas menores de 19 años, cifra que no deja de caer desde hace demasiado tiempo; ahora son 344 menos que hace un año. Mientras, los mayores de 64 años se elevan hasta los 89.436, lo que supone 1.631 más que hace doce meses. La población foránea, en su mayoría, está entre los dos extremos, en edad de trabajar. Y son las mujeres extranjeras, además, las que tienen más niños: alumbran al 32% de los bebés que nacen en Euskadi.
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