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Puede que tenga problemas de visión, pero ni por esas pierde la sonrisa. Y más ahora, cuando acaba de recibir un sonado homenaje en la ... sala Bilborock. La Sociedad General de Autores (SGAE) ha organizado este sábado un concierto benéfico a Pascual Molongua, el artista callejero más popular de Bilbao. Rezuma tanto optimismo que en absoluto interpreta este concierto como su última actuación, sino como la apertura de «una nueva etapa. Va a ser mi inicio», promete.
En la Cafetería Lago de la calle Correo, de la que es asiduo, la clientela no le quita la vista de encima. Rechaza una taza de chocolate que le ofrece el antiguo dueño del establecimiento, Boni García -«luego me da mucha sed», matiza- y opta por un café con leche. Se le ve a gusto y, sobre todo, emocionado, pese a sus achaques. «Mi religión me prohíbe mentir, ¿entiende? Estoy bien», subraya. «El Casco Viejo ha sido mi casa y Bilbao sigue siendo todo para mí». Ha cantado «cuarenta y tantos» años en la esquina de la calle Correo con Sombrerería. A Pascual, que se fogueó en el metro de Madrid y en el Parque del Retiro, sigue siendo un tipo corpulento, aunque está algo más delgado. «Ahora vivo a dieta», detalla. «¿Qué quiero hacer? ¡Cantar! Me pasaría el resto de mi vida actuando y me da lo mismo hacerlo en 'mi' esquina que al lado de la iglesia», reflexiona mientras se toca la chapa que cuelga de su anorak advirtiendo que «tengo problemas de visión. Veo muy poco, pero ahora percibo que estás moviendo los dedos. Parecen rabas», advierte al periodista.
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La comparación en absoluto es gratuita, sabido lo mucho que le gusta comer. Molongua, a sus 74 años, sigue refiriéndose a sus fans como «pocholos». A todos les llamaba así para no tener que aprenderse «tantos nombres». «Todos somos pocholos y pocholas», asegura mientras engulle, «muy despacio», una galleta. Le gusta conjugar el verbo comer. «Me gusta todo, todo, todo, aunque el arroz es mi debilidad. Qué bueno está. Es un alimento que comería en el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena». Ahora también le ha dado por los aguacates.
Aunque viva en Sondika, cada tres días se acerca a Bilbao. Si por él fuera, pasaría a todas horas por la capital vizcaína, pero debe someterse a sesiones de diálisis. Tampoco los problemas renales le han borrado la sonrisa. «¿Para qué?», se pregunta. «Hay una mujer que me ha dicho que quiere donarme un riñón. Pero tengo que salir de Bilbao e ir a vivir a Zaragoza», a lo que se niega. «Le he dicho, 'señora, no sé cuánto me quedará de vida, pero eso no'», subraya.
Oginario de Guinea Ecuatorial, está escribiendo un libro, del que no quiere adelantar ni una línea. Es algo que le ilusionaba desde hace tiempo y del que están al corriente «hasta las monjas de la Catedral de Santiago» y el anterior obispo de Bilbao, Mario Iceta. «Fue mi médico y confesor», relata un artista que en su juventud no descartó dedicarse al sacerdocio tras su paso por «la familia de las Teresianas», bromea.
A Molongua se le escapan carcajadas estruendosas al lado de Boni, con el que tiene una gran complicidad. «Es alguien muy especial para mí», subraya. Como las hijas del hostelero ya jubilado, que no se perdieron ni una cabalgata de reyes cuando se metía en la piel de Baltasar. La más pequeña, recuerda, solía decirle 'Pascual, tú no eres Baltasar, ¿no?'
«¿Cómo voy a ser yo Baltasar?», respondía él. Realizó el papel 17 años y fue también cartero real, antes de que el Ayuntamiento le destronara. Se ha olvidado de aquel trago tan amargo. «Nunca pasó nada, es algo que se ha inventado la gente. Era feliz haciendo felices a los niños. Ha sido el mejor regalo de mi vida. No puedo pedirle más porque lo tengo todo», confiesa mientras adelanta que interpretará en su homenaje el tema que ha marcado su carrera. Cantará el 'What a wonderful world', de Louis Armstrong, y 'Un beso y una flor', de Nino Bravo. «Fue el primer tema que canté en televisión», recuerda el artista, fascinado por la belleza de Carmen Sevilla. «Fue una de las mujeres más guapas -detalla-. He sido un hombre muy enamoradizo, pero no mujeriego», aclara.
Molongua no descarta viajar a Guinea Ecuatorial para complacer al presidente de su país natal. «Me llama para que vaya a cantar allí», agradece, aunque no hay mejor cariño que el que le dispensa su público. «Noto que la gente me quiere. Es salir del portal de casa y ya tengo a los niños gritando ¡Baltasar! ¡Baltasar! ¡Pascual!», subraya emocionado.
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