El Bellas Artes trae a Foster de vuelta a Bilbao
El arquitecto británico visita la capital vizcaína para supervisar la ampliación del museo, proyecto que lleva su firma
Sir Norman Foster ha vuelto hoy lunes a Bilbao. Que uno de los padrinos del resurgir de la ciudad pasee por el centro siempre es un acontecimiento, pero más aún si tiene entre manos otro proyecto icónico. El arquitecto británico ha querido ver 'in situ' el avance de las obras para la ampliación del Museo de Bellas Artes, un trabajo que lleva su firma y que entró hace un par de semanas en su segunda fase. Quedan aún meses de labores, pero la actual es la etapa más compleja desde el punto de vista técnico. Y la más llamativa para cualquiera que pase cerca de Doña Casilda y vea allí erguidas dos grúas gigantes moviendo milimétricamente entre edificios y árboles una formidable rejilla de acero de varias toneladas.
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El Bellas Artes inició en enero las labores que le van a permitir ganar una nueva planta de 6.000 metros cuadrados en la que el Gobierno vasco, la Diputación y el Ayuntamiento de Bilbao van a invertir 45 millones a partes iguales. Si se cumple el cronograma previsto, podría ser inaugurada durante la primavera del año que viene. El cambio va a ser muy notable porque la apuesta rompe con la estética tradicional de la pinacoteca para añadirle un piso superior de corte modernista: Foster y su colega alavés Luis María Uriarte, coautor del proyecto de ampliación, proponen crear una atalaya diáfana que emerja sobre los edificios actuales sin tocarlos.
A primera hora de la mañana los dos arquitectos han comparecido en el Bellas Artes acompañados por el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, que es también el presidente de la fundación del museo y el director de la pinacoteca, Miguel Zugaza, Foster que a punto de cumplir 89 años el próximo 1 de junio sigue supervisando algunas de las obras que ejecuta su estudio. No ha habido declaraciones, pero sí una foto de familia en el entorno de los pilares con forma de 'v' que sostendrán el nuevo edificio, uno de sus emblemas.
Son seis los tirantes de casi doce metros, tres a cada lado del museo, que ya están ubicados donde corresponde. Tras esa primera etapa llega ahora la de fijar sobre ellos el armazón sobre el que se posará el nuevo edificio. Primero se están colocando una serie de celosías a lo ancho y a lo largo, sobre las que quedará instalada la primera planta, que albergará la zona de servicios. Después llegará una segunda tanda de celosías y, según los responsables de la obra, el momento más crítico de un proceso «que ya de por sí va a ser complejo». Encima irá la nueva sala de exposiciones y la terraza.
15.000 piezas
La nueva estructura que sobrevolará los edificios actuales estará compuesta por 15.000 piezas. Una aplicación informática ha permitido ya unirlas todas a escala real y concretar el volumen. Tendrá 65 metros de largo y 55 de alto. Para hacerse una idea, su ancho será idéntico al de la Plaza Nueva. Los pilares elevarán a 13 metros de altura el nuevo piso, que quedará libre de todo tipo de columnas, sostenido únicamente por los tirantes exteriores.
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Aunque técnicamente la nueva infraestructura quedará superpuesta sobre los edificios tradicionales del museo, inaugurados en 1945 uno y 1970 el otro, sin contacto alguno, también va a suponer una revolución para ellos. Bajo la nueva planta, en la Plaza Arriaga, se creará un vestíbulo acristalado en torno a la escultura de Francisco Durrio que homenajea al compositor bilbaíno. Será una estancia pública, los visitantes podrán atravesarla de camino a cualquier sitio.
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