La batalla de una baracaldesa de 94 años con las aseguradoras del coche que casi acaba con ella
Bene García ha «perdido vida» tras ser arrollada en Barakaldo y espera desde mayo a que los seguros decidan quién debe indemnizarla
Juncal Munduate
Domingo, 10 de agosto 2025, 00:46
A la hora de definir a su madre, la primera palabra que le viene a la cabeza a Mercedes Salazar es «superabuela». Hasta hace unos ... meses Bene García tenía una rutina envidiable para sus 94 años: por las mañanas salía de su piso en Barakaldo -donde vivía sola- y daba su paseo de rigor por el jardín botánico. A las tardes, reservaba unas horas para socializar con sus amigas entre juegos de cartas. El 5 de mayo, sin embargo, su día a día cambió radicalmente. Cuando cruzaba por un paso de cebra en una de sus caminatas matinales, un coche se desancló de la grúa que lo sostenía y la arrolló, provocándole una fractura en la cadera y otra en el hombro. Ocurrió en un cruce de La Avenida de la Libertad, a la altura del parque de Los Hermanos. Al recordarlo, no puede evitar tocarse la zona lastimada: «Me pegó un golpe de muerte».
Tras el accidente fue trasladada al hospital de Cruces y después al de San Eloy. Allí pasó unos días hasta que pudieron operarla de la fractura de cadera. Mercedes, su hija, todavía se sorprende de que las lesiones físicas no hayan sido más graves: «Hemos tenido mucha suerte, los médicos nos dijeron que, de haber tenido otro tipo de cuerpo, podría haber sucedido lo peor», explica con alivio. Tres meses después, Bene ya ha cambiado la silla de ruedas por el andador, aunque todavía tiene pendiente la cirugía de su hombro derecho, para la que tendrá que esperar. Como ocurre a estas edades, es peligroso realizar varias operaciones seguidas.
Más allá de las lesiones físicas, Mercedes lidia ahora una batalla económica y judicial con las aseguradoras de la grúa y del coche implicados en el accidente. La situación lleva meses «estancada» porque las empresas no terminan de ponerse de acuerdo sobre quién debe asumir la responsabilidad. «Se echan la culpa los unos a los otros, es como ver un partido de tenis», afirma.
Mientras espera una solución que no llega, Mercedes se hace cargo de unos gastos que se van acumulando y no hacen más que aumentar con el tiempo. «Tras el accidente, tuvimos que ingresar a mi madre en una residencia porque ya no podía vivir sola. Todo el mundo sabe que baratas no son». Se trata de un centro privado de la localidad vizcaína. Para poder hacer frente a estos gastos, ha pedido un adelanto de dinero a las aseguradoras, aunque todavía no ha recibido nada. «Lo hago porque, sea quién sea, al final alguien va a tener que pagar. Mi madre salió un día felizmente de casa y acabó en un hospital por el error de otra persona. Es evidente que tienen que asumir una responsabilidad civil», sentencia.
Hasta el día del accidente, Bene era completamente independiente. Andaba entre 6 y 8 kilómetros diarios y presumía de no poseer ni pastillero, pues solo tomaba una píldora por las noches para conciliar el sueño. «Ahora, si camina, solo recorre 300 o 500 metros al día, todo ha cambiado», lamenta su hija. Su ánimo tampoco ha mejorado, a pesar de que pone de su parte. Ni partidas de cartas con las amigas ni las mismas ganas de hacer planes. «Hasta el accidente, mi madre era una persona vital, tenía una calidad de vida envidiable», explica Mercedes, que ahora le acompaña en sus reducidas salidas.
El desacuerdo entre las aseguradoras todavía podría alargarse hasta final de año «o incluso más». Se trata de un tiempo que tanto madre como hija, no poseen. El accidente cambió las prioridades de Mercedes y, con ello, sus planes de vida. Residente en Madrid, iba a comenzar en un puesto de trabajo dos días después del accidente. No pudo ser. A Bene el tiempo también se le escapa. «Tres meses de inmovilidad a esas edades es una eternidad, le han privado de vida», denuncia su hija.
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