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La baldosa de Bilbao sobrevive a la modernidad
Aunque pierde protagonismo con las peatonalizaciones sigue presente como mucho más que un símbolo de la ciudad
Nadie sabe cuál es la clave para que un objeto ordinario se termine convirtiendo en símbolo de una ciudad. Eso es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con los monigotes de los semáforos de Berlín, el logo del metro de Londres o el cartel ese que pone 'Welcome to Fabulous Las Vegas' en Las Vegas. En Bilbao está la baldosa. Fue en los años noventa, casi medio siglo después de que empezase a utilizarse en las aceras de la ciudad, cuando se convirtió en el emblema que ahora se ve en camisetas, colgantes, pasteles, adornos y muchas cosas variadas. Se trata de algo que tiene que ver con la identidad.
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Se habrá dado cuenta gran parte de la ciudadanía de que este elemento tan bilbaíno parece estar perdiendo algo de presencia en el espacio público. En las nuevas peatonalizaciones se opta por suelos más luminosos, quizás de apariencia más alegre, incluso más noble: baldosas lisas, solados de piedra, adoquines... Hay menos gris. La idea es crear entornos agradables que inviten a estar ahí, a pasar el rato, y que rompan con la tradicional idea de acera como espacio segregado del tráfico con la única función de ir de paso.
Esta es nuestra baldosa:
¿Está en peligro la baldosa de Bilbao? Pese a todo, no. Por un lado, porque se sigue usando en buena parte de las calles de la ciudad. Por otra, porque se mantiene muy presente como símbolo en algunos de los desarrollos urbanos más recientes.
Por comenzar con esto último: en la renovada calle de María Díaz de Haro se ha pintado en gran formato el tradicional diseño «en algunas de las zonas estanciales» como elemento ornamental que vela por las esencias locales. Desde el Ayuntamiento también apuntan hacia el paseo mirador de Artxanda, donde la baldosa «aparece impresa en el asfalto». Es decir, se trata de un elemento que «se ha integrado de forma diferente en los nuevos espacios de la ciudad».
Más que un adorno
Pero es que estamos ante algo más que un adorno. Es una constante en la inmensa mayoría de las calles de la ciudad. «La baldosa gris tipo Bilbao se adapta muy bien a las aceras sobre todo si son estrechas, mejor que cualquier otra, por su tamaño», de 30x30 centímetros, de manera que «tendemos a colocarla ahí», explican los expertos del Ayuntamiento. Su utilización es constante porque tras cada obra para reparar o mejorar servicios subterráneos hay que devolver la superficie a su estado anterior.
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Otra cosa son los nuevos desarrollos y las peatonalizaciones. En el área de Obras tiran de diferentes opciones. «En plazas y calles peatonales con superficies anchas hemos tendido a colocar baldosas más grandes, de 60x40 y 40x40, generalmente lisas o con una cenefa de 40x40 con el dibujo representativo de Bilbao». Luego están los ámbitos considerados «monumentales», como el Casco Viejo o la Gran Vía, donde se utilizan losas de granito, piedra caliza o arenisca, y también adoquines graníticos.
En las plazas y paseos, y también en aceras anchas, se colocan «baldosas hidráulicas de cemento con textura distinta a la tipo Bilbao y con tamaños mayores». Y en los parques urbanos, como Doña Casilda, Europa o Etxebarria «los caminos están hechos con aglomerado».
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Todo lo anterior debe tomarse sin dogmatismos porque «no hay una regla específica para la elección de uno u otro material», explican los mismos medios. En este sentido, apuntan que también hay plazas y calles peatonales cubiertas con la baldosa tradicional como «Ledesma, Lutxana y Trauko, por ejemplo».
Desde Barcelona
¿En qué se basan entonces los urbanistas a la hora de elegir material? «Responde a una cuestión de diseño en base a la estética global que se le quiere dar al espacio en el que se interviene», dicen los expertos municipales. En los últimos tiempos ha habido ejemplos de todo tipo: en Cocherito de Bilbao se ha puesto baldosa hidráulica de 60x40 y adoquín granítico, igual que en Lehendakari Agirre; mientras, en Buia, Zamakola, Madariaga, Batalla de Roncesvalles, Camilo Villabaso o San Francisco se ha tirado de la baldosa de Bilbao.
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Hay casos muy especiales como el de Rodríguez Arias. Se quiere que esta calle, ahora en obras, sea un corredor comercial «al estilo de la Gran Vía», por lo que «se están usando los mismos o similares materiales, como el granito». En otros espacios, como María Díaz de Haro, al que se le quiere dotar de un carácter «más estancial, se ha optado por otro tipo de acabado», más colorido.
A veces la elección de un firme u otro tiene mucho que ver con qué va a ocurrir sobre él. «También usamos otras soluciones como el hormigón impreso» en zonas como «la calzada delante del Palacio Foral» para soportar el tránsito de los autobuses, o también «en los senderos de jardines de Garai, en Txurdinaga».
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Pero aquí y ahora tenemos que terminar hablando de la baldosa de Bilbao, la genuina, un diseño del Departamento de Vialidad del Ayuntamiento de Bilbao surgido en algún momento entre las décadas de 1940 y 1950. Fue un rediseño de la 'Rosa' de Barcelona ideada por Joseph Puig i Cadafalch, al que se le dotó de cuatro canales rectilíneos para ayudar a la evacuación de agua, porque aquí antes del cambio climático llovía mucho. En un principio se fabricaba con hormigón y mortero al que se le añadían virutas de hierro. Hoy se compone, esencialmente, de cemento. La mayoría son grises. Igual es ese uno de sus mayores pecados para ver menguado su protagonismo en el espacio público.
Un icono que viene de Sopuerta y de Burgos
La baldosa de Bilbao la fabrican Ecopavimentos Euguskiza, en Sopuerta, y Prefabricados Vascos, en Lerma (Burgos). Allí, en sus dependencias, hay almacenadas miles de unidades en palés listos para enviar a la ciudad. Desde el Ayuntamiento apuntan que ellos, en el Consistorio, no tienen baldosas en el almacén, pero sí cuenta con ellas «las empresa adjudicataria del mantenimiento del solado de aceras y plazas». En concreto, en sus instalaciones hay un stock que está «entre los 150 y 200 metros cuadrados» para hacer frente a las necesidades inmediatas.
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