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Del apagón no se ha librado nadie este lunes. Ni las residencias de mayores, donde la situación ha transitado entre la preocupación inicial y la ... organización posterior. Muchas de ellas cuentan con dos y hasta tres líneas para garantizarse la energía en situaciones como averías o cortes 'normales', pero no para algo como lo vivido este lunes. «Cuando he visto que no recuperábamos la luz con la línea de socorro he pensado que era gordo», reconocía Iratxe Landeta, directora del centro Colisée Indautxu, en el centro de la capital vizcaína. No era una bilbainada.
En IMQ Igurco, otra residencia situada unas calles más allá, también sospecharon que pasaba algo grave cuando todo se apagó. El local es nuevo y lleva apenas un mes abierto. No podía ser una avería interna. «Enseguida hemos habilitado una salita para los que no pueden usar las escaleras», explicaba Marthe Esparza, encargada de la recepción. Ellos solo tienen, todavía, una decena de residentes. Pero en otros centros llegan a los 200, como en La Misericordia; algunos, incluso, con respiración asistida.
«En cuanto hemos visto la situación, nos hemos reunido para organizarnos y atender todos los frentes», remarcaba su directora, Sofía Delgado. La prioridad era atender a aquellos con máquinas de oxígeno. «Hemos ido planta por planta comprobando que seguían funcionando con la batería, que dura unas tres horas, o cambiándolas si era necesario». Luego han repartido las medicaciones que estaban pendientes.
Escalera arriba y abajo, porque los ascensores, lógicamente, estaban inutilizados. Alguno, incluso, con algún residente en su interior. «Llamamos inmediatamente a la empresa de mantenimiento para que los sacaran», continúa Delgado. Vinieron «rapidísimo», pero mientras tanto, algunos trabajadores daban conversación a los atrapados.
El apagón se produjo justo cuando en las residencias estaban a punto de dar de comer. En ese sentido, no ha sido una mala hora porque en cocinas ya estaba todo hecho y 'solo' quedaba servir. «Entre varios trabajadores hemos subido las cazuelas al comedor y hemos dado el servicio con normalidad», explica Landeta. Lo único diferente ha sido que había una luz «más tenue de lo habitual» y que han almorzado algo antes .
- ¿No se han puesto nerviosos?
- Qué va, se lo han tomado con mucha calma. Al final, han vivido más apagones que los que somos más jóvenes.
Eso sí, cuando volvió la luz, en el centro de Indautxu aplaudieron todos, trabajadores y residentes. Estos, por cierto, se quedaron sin siesta en las habitaciones puesto que durante la primera hora nadie se fiaba de que el suministro se mantuviese. «Que nadie use los ascensores», pedían las auxiliares. Landeta se mostraba satisfecha por cómo había ido todo y hacía una reflexión: «Esto no ha sido nada comparado con la pandemia».
La recuperación del suministro, sin embargo, no fue el fin de los problemas, aunque sí de las urgencias. Quedaba por delante volver a la normalidad y poner en marcha el siguiente turno, algo que ya no dependía de lo que pasaba dentro de las residencias. En La Misericordia, el goteo de trabajadores para relevar a los que les tocaba salir fue más largo de lo habitual.
Los hubo que llegaron puntuales, sobre todo los que vivían en Bilbao. Otros, los de más lejos, llegaban tarde porque, en muchos casos, venían andando. Begoña, la vigilante de seguridad, llegó haciendo autoestop desde Astrabudua. «Pasaron como sesenta coches y ninguno me cogía», se lamentaba.
«El transporte es un caos y hay unas colas...», informaba una joven a la directora al entrar. Otra llegaba con el tupper en la mano porque no había tenido tiempo de comer. «Los de la mañana han estirado el horario hasta que llegaran los de la tarde y estuviera todo.
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