Alojamiento a cambio de sexo y grandes empresarios de la miseria

Es que, además, hay situaciones que sin encajar en esta categoría, sin ser gente que está en la calle, sobrevive en una situación dramática y con pie y medio en la indigencia. «Hay quien está de prestado durante un tiempo en el sofá de algún conocido, o quien recibe techo a cambio de sexo», revela Alberto Estefanía, de Lagun Artean. Es decir, personas al límite que en cualquier momento pueden terminar en el sinhogarismo.

También hay un negocio en torno a tanta necesidad. Porque la demanda siempre estimula la oferta. ¿Qué demanda? De habitaciones. La casuística es variada. Sabiendo que personas de determinadas razas o en determinadas situaciones no encuentran a nadie que les alquile un piso, hay gente que «realquila» viviendas para que se amontonen inquilinos ahí. «Lo hacen a espaldas de los propietarios», dice Gema Orbe, de Cáritas. Pero también «hay quien acumula pisos en propiedad», viviendas baratas y que están en malas condiciones, para arrendarlas por habitaciones a precios abusivos, sin contrato, sin derecho a padrón y sin nada. Un sector especializado en miseria.

Apunta Orbe que, en parte, la solución está en la propia sociedad. Que hay propietarios de pisos vacíos que no los alquilan por miedo y que podrían formar parte de la solución. Lo mismo apunta Juan Ibarretxe, concejal de Acción Social en Bilbao. Y llama la atención sobre el lastre que suponen los estereotipos, que haya personas a quienes nadie les quiere arrendar una vivienda porque son negras o marroquís.