Aimar y la bruja
«Brujas y duendes». Automática y condescendiente, sería la respuesta que daría uno ante el temor de que hoy un niño nacido en nuestros hospitales ... pueda ser robado por un desconocido. Lo que vendría después sería una mezcla de sarcasmo y erudición forjada sin esfuerzo en tebeos, novelas y pelis de terror. «Una tijera de acero bajo la almohada funciona contra las brujas y cuidado con los bebés feúchos porque suelen ser 'changelings': los dejan para disimular las hadas celtas que secuestran a los bebés más hermosos». Entre el miedo atávico y el mecanismo de control, el robo de niños es una constante cultural. Supercherías. El joven Yeats describía en un poema a las hadas maléficas llevándose a un chiquillo: «Con nosotras viene el de solemnes ojos». Dándole la mano a una de ellas, el niño abandonaba «un mundo con más llanto del que puede entender».
Bueno, supercherías. Hay que ver las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad de Basurto el miércoles por la noche. Una mujer vestida con uniforme sanitario sale del hospital llevando en una bolsa al bebé al que acaba de separar de su madre asegurando que tenía que hacerle una pruebas. No era el primer recién nacido que intentó llevarse aquella noche. Lo que vino después fueron unas horas de espanto inimaginable. Y lo que parece un itinerario desequilibrado: la mujer llevaba tiempo diciendo que estaba embarazada y durante la noche envió fotos del niño secuestrado haciéndolo pasar por su hijo. A primera hora lo abandonó en el felpudo de un piso de Santutxu. Tocó el timbre y se fue.
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En cuanto el bebé estuvo en brazos de la vecina estupefacta regresó a un mundo en el que no es el llanto, sino el amor, lo que alcanza una dimensión superior a lo entendible. La secuestradora ha sido detenida y Osakidetza anuncia revisiones de unos protocolos que ya cambiaron cuando hace unos años se dieron en el hospital Donostia casos similares. Los mitos son ficciones que se construyen sobre verdades poderosas. Volvamos al pequeño Aimar. Sus dos primeros días de vida incluyen un secuestro, la mayor incertidumbre y la mayor alegría. «Pero menudo mundo es este, ¿no?», pensará ahora feliz y somnoliento, siendo sin duda el bebé más abrazado del País Vasco. Cuando crezca, no va a ser ese muchacho fácil de impresionar.
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