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Edmund Bardrick, un inglés que vino a Bilbao.
«Soy un profesor que aporta a la sociedad y que disfruta con ello»

«Soy un profesor que aporta a la sociedad y que disfruta con ello»

«En el País Vasco la cordialidad es habitual y se agradece», dice el docente, que llegó desde Peterborough hace ya más de una década

LAURA CAORSI

Lunes, 19 de diciembre 2016, 02:30

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Edmund Bardrick es inglés. Nació en Peterborough, una pequeña ciudad situada al norte de Londres en cuya catedral yacen los restos de Catalina de Aragón. Pero hace tiempo que no vive allí. Emigró al estrenarse siglo, cuando tenía 25 años. «Había terminado mis estudios y estaba trabajando en Inglaterra, aunque el empleo no me gustaba. Me aburría confiesa. Quería hacer algo distinto y entonces surgió la idea de venir a Bilbao». En ese momento, solo conocía a tres personas de Euskadi dos chicas que habían ido a Reino Unido de Erasmus y el novio de una de ellas, pero igualmente se aventuró.

«Vine y me quedé. Desde el principio me sentí muy a gusto, tanto con la gente como con el lugar», relata en un castellano impecable que atribuye a una mezcla entre la formación tradicional y el esfuerzo propio. «Estudié en la Escuela Oficial de Idiomas, aunque aprendí mucho hablando con las personas, viendo películas, hincando los codos y leyendo», recuerda. Hoy es él quien enseña a otras personas a hablar inglés. La decisión de cambiar de país supuso un giro muy grande en su vida: cambió de entorno y de profesión. Desde que llegó a Bilbao, Edmund se dedica a la docencia.

«Disfruto mucho con mi trabajo porque siento que aporto valor a la enseñanza local y porque creo que contribuyo a mejorarla», dice Edmund, que reparte sus clases entre una academia de idiomas en Orduña y un centro de formación empresarial en Bilbao. «Viajo mucho, sí dice entre risas. Entre los dos sitios tengo alumnos de casi todas las edades, desde niños pequeños, de 4 o 5 años, hasta adolescentes y personas adultas. Obviamente, las clases son distintas dependiendo del grupo al que van dirigidas. Con los niños juego mucho, pero a todos les hago trabajar».

Edmund nota que los niños se relajan más a la hora de aprender, quizá porque lo viven de forma lúdica. Pero a medida que la edad aumenta también crecen la presión y la sensación de frustración. «A mis clases ha llegado mucha gente desilusionada con el inglés; personas que han intentado distintas cosas y que sienten que no han aprendido lo que esperaban o lo que les prometía la publicidad. Sienten que han invertido muchos años y que no han avanzado. Es un problema porque te quita la motivación», observa.

En su opinión, «tener éxito es fundamental para estudiar». Su frase llama la atención porque, en general, se plantea al revés hay que estudiar para tener éxito, pero él lo explica de la siguiente manera: «Si tú te esfuerzas mucho en aprender algo y ves que no progresas, sientes que el esfuerzo no te sirve y lo dejas. Si, en cambio, sientes que aprendes, que avanzas, que las clases te reportan un éxito real, entonces te esmeras más, te motivas y estudias. Yo he visto muchos cambios de actitud en todos estos años, y se deben a eso, a que la dedicación se ve recompensada».

Con su propio método

Su experiencia como profesor le hizo notar esos obstáculos. Su creatividad le permitió diseñar un mecanismo para sortearlos. A lo largo de estos años, Edmund ha ido perfeccionando un método propio de aprendizaje del que se siente muy orgulloso, a la luz de los resultados. «En las clases utilizo mucho las traducciones. Me apoyo en ellas para que los alumnos adquieran vocabulario y, sobre todo, para que avancen rápido en la parte gramatical. Con una frase simple puedes hacer muchas cosas y conseguir que las personas manejen tiempos verbales complicados, otras frases más complejas y construcciones que se suelen aprender en niveles más avanzados», detalla con entusiasmo.

Ese progreso que ha notado en sus alumnos es una de las razones por las que se ha quedado a vivir en Bilbao. «Como profesor, siento una gran satisfacción. Para mí es importante comprobar que lo que hago funciona», reconoce. No obstante, hay más cosas que lo ligan al País Vasco, como la música o la manera de ser de la gente. «Toco la guitarra y participo en jam sessions cuando puedo, ya sea en Deusto, en Rekalde o en Getxo. En Matxitxako me lo paso fenomenal con amigos de aquí y extranjeros», explica. Y, ya en términos cotidianos, Edmund pone en valor ciertas costumbres sociales. «La ciudad es cómoda, el vecindario es apacible y la gente me conoce. La cordialidad es habitual y se agradece».

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