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Luis Gómez
Domingo, 16 de octubre 2016, 01:14
A Miren Rodrigo Pildain la vida le va sobre raíles. Si cuando lean estas líneas algún lector se pregunta por qué le suena tanto la cara de esta joven es porque su imagen viaja a diario a bordo del tranvía. El centro comercial Megapark de Barakaldo promociona a su nueva embajadora desde las cristaleras del tren ligero. Sin embargo, más que a los vizcaínos, a quienes realmente les resulta familiar este rostro es a ciudadanos residentes a casi 10.000 kilómetros de Bilbao. La modelo arrasa desde hace meses en Shanghái, donde aparece hasta en la sopa. Se ha metido a los empresarios y editores de moda chinos en el bolsillo con su apariencia cándida y sus ojos, curiosamente, «achinados». A sus 23 años, no para de trabajar. Lo mismo la contratan para realizar catálogos publicitarios que protagoniza campañas para marcas de bolsos, automovilísticas, deportivas o centradas en el negocio online. Eso, cuando no es portada de revistas fashion, como Hot 100.
Si su difunto abuelo, el chef del histórico restaurante Guria, Jenaro Pildain, se ganó fama en los fogones con su bacalao al pil-pil , la maniquí y periodista se cocina el futuro de otra manera. Ya antes de acabar la carrera coqueteó con la moda con desfiles para El Corte Inglés y publicitando productos de Eroski. «Hacía un poquito de todo y me presentaba a todos los castings que surgían», apunta. Así hasta que el pasado febrero, junto a su novio, también modelo, hicieron las maletas y se marcharon a Shanghái. Casi seis meses han permanecido allí. «Fuimos a probar y ver cómo funcionaba aquello...» Y funcionó. Podían haber prolongado más la estancia porque la agencia que representa a ambos les pidió «que nos quedáramos un poco más». Les llovieron los contratos y han regresado, pero ya tienen preparado el billete de vuelta.
¿Qué es lo que tiene Miren para haber caído de pie en China? «Les encantan mis ojos, porque son muy grandes, y, sobre todo, mi rostro tan blanquito», responde. Es el prototipo de belleza que reina allí. «Adoran mi estilo de cómic manga. Allí gustan mucho los ojos redondeados». Miren no es una modelo al uso. Es alta, pero tampoco tanto para lo que se estila en las pasarelas. Mide 176 centímetros, pero, más que por sus medidas ha fascinado por su estilo y que, pese a su juventud, aparenta menos años de los que tiene. «Me ven como a una chavala de 16 ó 17 años. Me ayuda mucho en el trabajo porque significa que tengo más años por delante en esta profesión. Me ven casi como una niña y, de hecho, me visten a menudo con ropa excesivamente juvenil. Tanto que a veces las prendas me quedan muy pequeñas. Entre que ellas son tan menudas... Pero mentalmente soy muy madura. Yo sé lo que quiero en la vida, pero eso de ver trabajar a modelos de 13 años...»
Con cara de muñecas
De su paso por Shanghái Miren ha aprendido un cosa clave: la moda es distinta según donde se luzca. Ella no responde al prototipo de maniquí «con curvas y sexy». Y ahí tiene las de ganar, porque en Asia se imponen las chicas «delgaditas y con cara de muñecas», argumenta. La joven bilbaína reconoce que se exige mucho «a sí misma» y que prescinde del Photoshop. «Los fotógrafos suben mucho los blancos y los contrastes conmigo, pero nunca me han hecho un retoque. No estoy dispuesta a pasar por sesiones a cuya conclusión tenga que preguntarme ¿qué han hecho aquí conmigo? No me gusta eso», advierte.
Con Miren es fácil trabajar. No pone demasiadas trabas porque se «amolda» a lo que le piden. «Busco ofrecerles algo fashion, pero natural. Quizá porque me ven con mis imperfecciones es por lo que les gusto». Con su licenciatura en el bolsillo, se interesa por transmitir un modelo de belleza y «un estilo de vida sano. Y eso pasa por una buena alimentación para todas las niñas. Nada de promover estilos de chicas anoréxicas y muy delgadas. Cuando deje esto estudiaré Nutrición», desvela.
Si fuera de los estudios y pasarelas tira de prendas cómodas y deportivas -«no soy nada fashion victim», detalla-, en las sesiones de trabajo disfruta con las piezas que le ponen encima. Muchas están inspiradas en personajes de videojuegos, del estilo de las Barbie y Super Mario Bros. «Me lo paso de cine, porque son cosas muy transgresoras y divertidas que me hacen mucha gracia. Ellos no tienen ninguna vergüenza vistiendo. Se ponen lo que les da la gana. No se preocupan por el qué dirán. Llevan lo que quieren».
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