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Manel Fuentes, durante su actuación en la Plaza Nueva.
Sexo, droga y fotocopias

Sexo, droga y fotocopias

Lo de la clonación comenzó con la oveja Dolly y se complicó después con las bandas tributo

Pablo Martínez Zarracina

Lunes, 20 de junio 2016, 00:17

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Hace unas semanas presencié en la Plaza Nueva un fenómeno extraño. Pasaba por allí a media tarde y vi que había un escenario. Sobre él, una banda medio multitudinaria tocaba a todo trapo un tema que me resultaba familiar. Esperanzada y épica, la canción llevaba mucho saxo. Y una línea de piano que hacía tirurí, ya saben, tirurarirurí.

Al frente del conjunto cantaba (muy alto) un hombre que, desde lejos, parecía estar imitando a Manel Fuentes, el presentador de televisión, pero a un Manel Fuentes que estuviese imitando a su vez a Bruce Springsteen. «Esto va a ser que las impresoras 3D vienen también con fotocopiadora», pensé poniéndome del lado de la tecnología. «Y nos encontramos ya explorando los límites mismos del multicopismo».

No había sin embargo en la Plaza Nueva tantas copias. Te dabas cuenta al acercarte. Por resumirlo un poco, podríamos decir que Bruce Springsteen no era Bruce Springsteen, pero sí era Manel Fuentes. Es una forma de hablar, claro, porque Manel Fuentes es siempre Manel Fuentes: lo que ontológicamente podríamos definir como el Manel Fuentes propiamente dicho. Solo que, por lo que fuera, aquella tarde hacía de Bruce Springsteen. Manel Fuentes. Yo creo que me explico.

Ya frente al escenario, reconocí la canción. Era 'The promised land'. Y reparé en que Fuentes -vaquero negro, camiseta negra, chaleco negro- tenía preparada detrás de él, según creí distinguir, una Fender Esquire como la de Springsteen, aunque sin descascarillar aún por el roce con la leyenda americana. Todos sus gestos perseguían igualmente la identificación, con un resultado aproximado.

Ya se sabe que Fuentes es un gran fan de Springsteen. Todos le hemos visto cantar alguna vez sus canciones en la tele, así como encorvándose un poco y arrugando la voz, achinando los ojos y poniendo cuello de hacer pesas. Lo que yo no sabía es que esa afición suya le ha llevado al extremo de montar eso que se llama ahora una «banda tributo» y a actuar por el país, atacando los clásicos de su ídolo.

Creo que nunca había visto antes a una banda tributo en acción. Fue mi primera vez. Sé por supuesto que llevan años proliferando y ocupando un notable espacio en el circuito musical. Son el mejillón cebra del rock and roll. Su prevalencia se basa en la paradoja de que presentan un repertorio mítico y un caché realista. Hay por lo visto bandas tributo que hasta se anuncian como «oficiales», lo que abre una interesante vía en la ascensión al disparate: la posibilidad de reivindicar la autenticidad de una copia.

Yo no tengo mucha idea, pero la banda de Manel Fuentes sonaba bien. Lo incómodo era la dramaturgia, esa vocación de mímesis. A mí me daba como cosa. Sobre todo, cuando Manel Fuentes se dirigía al público en inglés. Y luego estaba el problema con Ben Stiller. En su show televisivo de los noventa, Stiller imitó mucho a Springsteen y consiguió esa clase de parodia que no solo atrapa la personalidad del imitado sino que casi termina perfeccionándola e imponiéndosela. La fama del 'Boss' de darlo todo, por ejemplo. Stiller tenía un 'sketch' en el que Springsteen entraba en un bar después de un concierto y ofrecía por sorpresa otro concierto. De quince horas. Después, fregaba el bar, rellenaba las botellas de ketchup y le arreglaba la barba a un parroquiano que se había quedado dormido sobre la barra.

Lo que quiero decir es que toda imitación exenta de ironía se convierte en algo un poco fantasmagórico que cuesta tomarse en serio. Manel Fuentes imitaba a Bruce Springsteen y a mí me parecía que le estaba quedando soso Ben Stiller. Seré yo, pero algo no encajaba. El saxo icónico de la banda de Springsteen era Clarence Clemons, un gigantesco negro de Newark que vestía como un gánster funki. En la Plaza Nueva llegó el solo de saxo de 'The promised land' y junto a Manel Fuentes soplaba un señor blanco, normal, delgado, probablemente de Palamós.

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