El botellón obliga a adelantar el turno de limpieza en 28 calles del centro de Bilbao
El refuerzo de las brigadas desde la noche del jueves se suma a los actos vandálicos y engrosa una factura de más de 1,5 millones al año
TERESA ABAJO
Lunes, 13 de junio 2016, 03:06
La resaca del botellón en Bilbao no se cura con horas de sueño, sino con madrugones. En 28 calles y plazas, desde Mazarredo hasta Barrenkale ... Barrena, hay que adelantar el turno de limpieza y movilizar brigadas adicionales para borrar las huellas del ocio nocturno. A las seis de la mañana, una hora antes de lo habitual, 21 operarios provistos de barredoras, equipos de baldeo y furgones hidrolimpiadores se despliegan por todo el centro de la ciudad para que a las ocho vuelva a lucir impecable, sin ojeras de plástico y cartón. Así empieza la jornada los viernes, sábados y domingos.
El fin de semana se alarga porque el jueves se ha convertido en día grande son muchos los que no se pierden el juernes y también se suman nuevas zonas al mapa del botellón. Ercilla, Henao, jardines de Albia, Uribitarte, Pozas, Arriquibar, Urquijo, Iturribide... según datos facilitados por el área de Obras y Servicios, en la limpieza de estas zonas se gasta cerca de un millón de euros al año, aunque no se ha calculado el sobrecoste que supone el dispositivo de refuerzo. Fuera del centro de la ciudad, también hay que hacer limpiezas especiales por el botellón en Bolueta y Zorrozaurre. En estos casos sólo se adelanta a las seis el turno del domingo para despejar la zona antes de que empiece el mercadillo y las actividades de los pabellones de Artiach, respectivamente.
Más difícil es borrar el rastro de los sabotajes. El año pasado hubo que tirar 96.000 euros para reponer 400 papeleras, entre las que quedaron inservibles y las que se robaron; gustan sobre todo las de acero inoxidable. En total, los actos vandálicos cuestan más de 1,5 millones al año a las arcas municipales, la cantidad que se destina a las obras del plan Auzokide de todo un distrito o el presupuesto de la peatonalización de la calle Iparraguirre. Es una cantidad que se mantiene estable, pero a la que resulta difícil acostumbrarse. «Ahorraremos mucho, y la ciudad estará mejor, si realmente tenemos conductas cívicas», afirma el concejal de Obras y Servicios, Ricardo Barkala.
El primer teniente de alcalde destaca el «comportamiento ejemplar» de la mayoría de los bilbaínos frente a los «energúmenos» que dejan un reguero de facturas a su paso. Lo más costoso es eliminar pintadas, pancartas y carteles. 900.000 euros para limpiar una superficie de 170.000 metros cuadrados, casi seis veces la huella del estadio de San Mamés. El ambiente en la calle ha cambiado, «ahora hay menos pintadas y más pancartas», pero cuesta reducir el desembolso. También se ha hecho fuerte en las estadísticas la quema de contenedores, unos 200 cada año. Sólo en la pasada Nochevieja se destruyeron 25. Los pirómanos se ensañan con los de papel y cartón porque arden antes.
Atasco con toallas
En sus rondas de los fines de semana, los operarios de limpieza prestan especial atención a los espacios entre contenedores. Pueden amanecer cubiertos de orines o excrementos, al igual que algunas esquinas y callejones, lo que obliga a utilizar equipos de desinfección. A muchos les saldría más barato ir a un bar, porque orinar en la vía pública es el tema estrella en las sanciones por actos incívicos. El año pasado se abrieron 218 expedientes por este motivo, el 70% del total. Muy por delante de los daños en mobiliario urbano (58), no recoger excrementos de perros (25) o pintadas en la vía pública (9).
Las juergas nocturnas tampoco respetan los parques infantiles. Se hacen estragos en los vallados más de 700 reparaciones el año pasado pintadas y roturas en columpios y toboganes que algunos confunden con juegos para noctámbulos. Otro blanco recurrente en la diana del vandalismo es el mobiliario de diseño con el que Philippe Starck vistió el entorno de Azkuna Zentroa. Dos de sus tableros de ajedrez tuvieron que ser reparados, y el personal de seguridad sorprendió a unos admiradores del artista cuando intentaban llevarse una mesa completa.
Junto a los ataques directos, hay otras conductas poco ejemplares que salen caras. El consumo de bolsas para recoger excrementos de perros se ha vuelto «desorbitado», y no porque Bilbao sea el paraíso para la población canina. De 1,5 millones de bolsas en 2008 se ha pasado a reponer 10,5 millones, y aun así se agotan. Hay gente que se las lleva a casa y les busca otro uso, por ejemplo para congelar alimentos. En Semana Santa, alguien tuvo la ocurrencia de tirar «un montón de toallas» al sistema de recogida neumática de Amezola, «lo que hizo que se estropeara». También en los compactadores soterrados, pensados para hacer la calle «más amable», se producen atascos que obligan a recurrir temporalmente a los contenedores tradicionales.
Unos se llevan papeleras de recuerdo y otros prefieren dejar regalos en la vía pública. Muebles, colchones y cachivaches que estorban en casa se abandonan junto a los contenedores sin avisar al servicio de recogida, que tiene la lección aprendida. Cuando sale a atender los avisos que le dejan en el 010, moviliza el doble de recursos para retirar los hallazgos inesperados. Todo ello genera «necesidades de recursos adicionales» en el servicio de limpieza, al que se destinan 39,5 millones al año, y que desempeñan 700 trabajadores. Un «esfuerzo colectivo» valorado con notable en las encuestas que no puede permitirse bajar el listón.
«Una ciudad dinámica y viva es una ciudad que se pisa, se usa, se vive, se disfruta y se ensucia, por lo que debe disponer de recursos para mantener el nivel de limpieza», asume Barkala. A finales de año toca renovar el contrato, el mayor del Ayuntamiento, y se revisarán las necesidades de la ciudad para la póxima década. Se buscarán máquinas y productos más eficientes y también se va a lanzar una campaña «potente» contra el incivismo. «Debemos tener claro que si la gente no colabora, no hay limpieza que dure».
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