Y Bizkaia se heló
Se cumple un año desde la mayor nevada en Bilbao en tres décadas. El temporal obligó al cierre de colegios, colapsó carreteras y dejó a 5.000 hogares sin luz eléctrica
Silvia Cantera
Jueves, 4 de febrero 2016, 01:41
Pocos se creían lo que había ante sus ojos al levantar la persiana. Donde hasta la noche anterior solamente había asfalto se podía disfrutar de un paisaje casi inédito. Un manto blanco cubría aceras, jardines y hasta una importante parte de la costa vizcaína. El año pasado, tal día como hoy, los termómetros se desplomaron en Bizkaia y trajeron consigo la mayor nevada en los últimos 35 años.
«Ama, mira, llueve como en Burgos», decía una cría mientras disfrutaba de un Bilbao que nunca antes había visto. La villa se convirtió en una suerte de Alaska pese a que el invierno había tardado en llegar. Cuesta imaginarse un 2016 con una estampa similar teniendo en cuenta que hasta hace unos días los termómetros señalaban temperaturas de lo más agradables.
Hasta 5.000 hogares se quedaron sin luz eléctrica, y en las zonas más altas tuvieron problemas para salir de sus casas. Hubo quien se quedó aislado durante varios días y en pueblos limítrofes como los de las Merindades llevaron a quedarse sin gasolina para las quitanieves.
El temporal se prolongó durante tres días, aunque la mayor sorpresa fue el pasado 4 de febrero. Los más pequeños miraban por la ventana mientras se calzaban las albarcas para cantar por Santa Águeda en el colegio. Aunque no todos tuvieron la oportunidad de demostrar sus dotes como cantantes. Varias escuelas no pudieron abrir sus puertas y en algunos casos llegar a clase o al trabajo era una odisea.
Metro Bilbao funcionó sin problemas aunque sí que hubo algunos retrasos en la línea de Euskotren a Bermeo. El colapso de las carreteras hizo que muchos bares y comercios abriesen más tarde que de costumbre, y quienes optaron por coger un taxi para llegar a sus lugares de trabajo tampoco se aseguraban llegar a tiempo. Las emisoras de radio no daban abasto y conseguir un vehículo libre era una tarea más que complicada. «En recorrer poco más de un kilómetro he tardado cerca de media hora. Hay un colapso terrible», lamentaba un conductor en el barrio bilbaíno de Txurdinaga.
El aeropuerto tampoco pudo funcionar con normalidad. Un claro ejemplo es que Air France canceló sus ocho enlaces desde 'La Paloma' y algunas aerolíneas tuvieron que operar hasta siete horas más tarde de lo que estaba programado.
Quitanieves
Las instituciones realizaron un despliegue sin precedentes. 500 operarios del Ayuntamiento de Bilbao y otros 400 de la Diputación se emplearon a fondo para evitar que la nevada fuese más molesta de lo debido. También trabajaron duro dotaciones de Bomberos, patrullas de la Ertzaintza y la Policía Municipal y los servicios de emergencias, que tuvieron un día especialmente movido a causa de los accidentes y los resbalones.
Además, en las carreteras aparecieron vehículos nada usuales en la capital. El Consistorio tuvo que sacar a la calle varias quitanieves y adaptó algunas máquinas de menor tamaño con palas para realizar esa misma función. Aunque durante los siguientes días el azote del temporal no fue tan notable, los servicios siguieron trabajando a un ritmo muy alto, especialmente para luchar contra la mayor amenaza: el hielo.
La nevada duró tres días, aunque en la segunda jornada los mayores problemas los provocó una monumental granizada que llegó cuando nadie la esperaba. Alrededor de las nueve y media de la noche, las fuertes precipitaciones provocaron importantes retenciones en la A-8 y La Avanzada que se prolongaron hasta más allá de la una de la madrugada.
Trineos y guerras de bolas
Bilbao se tiñó de blanco en un día que quedará para el recuerdo en la memoria de muchos. Los más pequeños no habían visto nada igual cerca de su casa, los jóvenes añoraban ver semejante capa helada y los mayores tuvieron la oportunidad de ser niños otra vez organizando guerras de bolas.
Hacia tiempo que los trineos no se convertían en un bien tan preciado en Bizkaia. Lanzarse por las cuestas hacía que algunos jóvenes se sintiesen como participantes de los Juegos de Invierno. Los más mañosos, en cambio, optaron por prestar su bufanda a los muñecos de nieve que acababan de hacer y más de uno acabó con un catarro que le duró hasta después de que el sol se disgnase a volver a salir. Hay fríos a los que ni el cordón de San Blas puede hacer frente.
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