Sigue el Bilbao Basket invicto en este comienzo de temporada y esa es la mejor conclusión que se puede sacar del partido en Praga. No ... fue el de ayer uno de esos partidos de los que el espectador puede disfrutar especialmente, con las culpas repartidas entre el bajo nivel competitivo de los locales y las dificultades de los visitantes para poner en marcha su maquinaria. No hizo falta un gran despliegue para traerse la victoria a Bilbao y unos pocos destellos de calidad fueron suficientes para derribar la resistencia del Nymburk.
ENERGÍA
La única buena noticia para el Bilbao Basket al finalizar la primera parte del encuentro de ayer la podíamos encontrar en el marcador. Sí, porque pese a irse al descanso tres puntos por debajo los de Ponsarnau seguramente merecieron un toque de atención mayor. Solamente el juego anárquico y la escasa puntería exterior de los locales evitaron un castigo mayor para los bilbaínos. Las rotaciones en el quinteto titular del Bilbao Basket seguramente buscaban una energía que, a priori, podría estar bajo mínimos en el tercer partido en cinco días y con los viajes de rigor de por medio. Pero ni por esas hubo manera de revolucionar el motor bilbaíno, que funcionó al ralentí durante los primeros veinte minutos. Sin llegar a entrar en ritmo de partido, solamente algún triple esporádico y la intimidación de Kyser y Withey -cinco tapones entre los dos en la primera parte- fueron suficientes para no dejar que el Nymburk se escapara.
SUPERIORIDAD
Tras el paso por los vestuarios, el nivel de actividad del Bilbao Basket cambió. Sin llegar a la intensidad de los dos partidos ligueros anteriores, pero sí lo suficiente como para comenzar a hacer más visibles todavía las grandes costuras del Nymburk. Smith asumió el liderazgo a la hora de meterle algo más de chipa al encuentro, participando en casi todas las situaciones ofensivas que dieron la vuelta al marcador. Los locales seguían siendo incapaces de superar la defensa bilbaína y era cuestión de tiempo que la obvia superioridad técnica y táctica de los de Ponsarnau se viera reflejada en el marcador. Llegado ya el último periodo apareció Hakanson, el mejor del choque. Al igual que Smith antes, el sueco tomó la batuta del ataque bilbaíno para desarbolar la defensa local con su capacidad para generarse sus propios tiros desde el bote y romper el partido.
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