Tras comenzar la temporada con cinco derrotas consecutivas y no muy buenas sensaciones, llegar a este parón liguero con el equipo en mitad de la ... tabla, con un 50% de victorias y más cerca de los puestos de play-off que de los de descenso es, sin duda, un lujo para el Bilbao Basket.
Mucho han cambiado las cosas desde aquel dubitativo inicio de campaña, y lo cierto es que los niveles de compenetración, confianza y solidez en el juego de este Bilbao Basket están a años luz de los de aquel equipo.
Lo primero y más obvio ha sido el cambio de jugadores. La llegada de Inglis como recambio de Miniotas le ha dado un plus al juego interior, con un ala-pívot sobrio y muy efectivo cerca del aro que está aportando muy buenos números. El covid y las lesiones trajeron como consecuencia otras incorporaciones de urgencia, pero sin duda la del interior francés ha sido la de más influencia en el cambio de cara del Bilbao Basket. Más allá de este importante acierto en el fichaje de Inglis, la base del equipo que ha firmado esta gran racha es la misma que la de aquel comienzo de curso. Y la razón fundamental del cambio está en el incremento de prestaciones individuales de varios jugadores clave. Hombres como Goudelock, Hakanson, Luz y Withey han ido creciendo con el paso de los partidos, elevando con ellos el nivel de juego del equipo. Bigote, con menos presencia en las últimas jornadas, ha sido una de las principales referencias ofensivas del equipo. Y Delgado está siendo el pilar interior que todo equipo necesita. Unos antes y otros después, toda la plantilla ha ido acoplándose y la mejoría individual ha traído la confianza colectiva, sin duda acrecentada por las victorias.
Todos los equipos con limitaciones presupuestarias, el Bilbao Basket las tiene y muy grandes, sufren cada verano con la reconstrucción de sus plantillas. Llegan nuevos jugadores, algunos sin experiencia en la liga, que deben interiorizar el libreto del entrenador y conocer a sus compañeros. Ese proceso puede ser más o menos áspero, y en el caso del Bilbao Basket parece que ha quedado ya atrás. El equipo está demostrando en las últimas semanas hechuras de equipo sólido, con una idea clara de juego colectivo y roles individuales bien definidos. Mumbrú cuenta ahora mismo en todas las posiciones del campo con dos o hasta tres jugadores capaces de aportar, pudiendo mantener así un ritmo de juego constante en ambos lados de la cancha.
Una pena no haber podido redondear la racha por seis malos minutos en Burgos, pero lo cierto es que el nivel de juego e intensidad exhibido por el equipo en estas jornadas obliga a pensar que debe ser competitivo en lo que queda de temporada y que los sufrimientos del año pasado no volverán. Ahora toca un pequeño descanso para coger fuerzas de cara a esa ilusionante recta final.
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