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Sonrisas, abrazos, saludos, apretones de manos, ganas de hablar y de viajar a Salónica, a la tierra prometida, después de que el vuelo chárter con ... destino a la ciudad helena se retrasara hora y media por culpa de una avería. Más de uno bromeó con las señales. Así llegaron ayer los hombres de negro al aeropuerto de Loiu, previo paso por Artxanda, y su buen humor tampoco cambió al tocar suelo rival. Porque van a por un pedazo de cielo en Grecia, hogar de los dioses, para regresar a casa con el título de la FIBA Europe Cup. 40 minutos -«o más», como se encargó de matizar Jaume Ponsarnau- les separan de un éxito sin precedentes, de traer a casa un trofeo continental. Cuentan con siete puntos de ventaja, un colchón fino pero colchón al fin y al cabo, aunque en la expedición vizcaína solo se conjuga el verbo ganar. Nadie piensa en defender su renta, sino en atacar al PAOK en su guarida. Allí estará la manada de lobos disfrazada de jugadores de baloncesto.
Porque sería un error especular con el marcador en una cita trascendental, en la que cada detalle importa. Ocurrió en Bursa, donde el Bilbao Basket acudió con un +12 y sobrevivió gracias a un triple lejanísimo sobre la bocina de Ali. Así que la lección está aprendida. Los hombres de negro tienen interiorizado que deben morder en una de las canchas más calientes de Europa, donde la gente va sin camiseta, lanza papeles, no para de gritar y de hacer ruido durante los 40 minutos del partido. O más. Y también antes y después, un muro humano sobre el que descansan los sueños de un PAOK muy sólido en casa. Tanto es así que solo ha perdido un partido en Europa en lo que va de torneo -ante el Cholet y apenas de uno- y se siente fuerte a los mandos de su caldera. El Surne está obligado a aislarse del ambiente, del envoltorio, porque lo importante es la pista y ahí siempre juegan cinco contra cinco. «Cuando el balón salte por los aires no importará lo que haya alrededor», dijo a este periódico Zoran Dragic. El alero, curtido en cientos de batallas, sabe de lo que habla.
Reconfortó ver en la expedición a Tryggvi Hlinason, quien tratará de echar una mano después de sanear bastante sus problemas en el gemelo. Lo tendrá más complicado Malcolm Cazalon, con una lesión en el tobillo, mientras que Xavi Rabaseda se vestirá de corto porque ya ha superado su batalla con el meningitis. «Está siendo un año difícil para mí. Tuve la lesión en la mano y ahora esto», manifestó el capitán en el hotel de concentración en referencia a la inflamación de las meninges. «He acelerado los plazos para estar con el equipo. Tenemos que estar juntos y jugar juntos», recordó el alero. «Estamos preparados. Somos mejor equipo, pero hay que demostrarlo».
Antes, en Bilbao, Jaume Ponsarnau también habló de la final y de los recursos con los que cuenta. «Médicamente, casi todo el mundo está disponible», dijo el técnico de los hombres de negro. Cartas boca abajo, nada de dar pistas al PAOK. «Ahora nos toca jugar los segundos 40 minutos. Lo haremos en un sitio con mucho ambiente y eso lo hace todavía más motivador». Cabeza fría y corazón caliente serán dos ingredientes básicos para resistir en la olla a presión helena.
Ponsarnau recalcó que el Bilbao Basket competirá en un pabellón con «mucha tradición, muy caliente, pero lo que más nos preocupa son las virtudes del PAOK». El catalán advirtió de que los griegos hacen «bastantes cosas» bien y no se le olvidó de que plantean varios tipos de defensa que dificultan el baloncesto de ataque de sus hombres. Cuando se le preguntó por los siete puntos de ventaja, por si cree que serán suficiente durante las labores de resistencia, acotó que los vizcaínos entienden el choque como una única unidad independiente, sin pasado ni referencias, la mejor manera de acudir a la cita con la historia y triunfar. «Los siete puntos son casi como un empate. En el baloncesto de hoy en día se pueden levantar en 15 segundos. Lo que tenemos que hacer es competir cada posesión», subrayó en referencia a la actitud que quiere ver en la pista.
Es un suspiro lo que separa a la franquicia de Miribilla de un éxito sin precedentes, pero será eterno. 2.400 segundos, una vida en una cancha de baloncesto. El equipo supera en todos los apartados numéricos a su rival -en puntos anotados, recibidos, asistencias, porcentajes de tiro, victorias...-, pero en Salónica el aspecto mental será fundamental. «Cabeza fría y nunca venirnos abajo en los malos momentos», recalcó Hlinason, encantado con la oportunidad de competir en una cancha tan caliente. Marvin Jones la conoce porque defendió el escudo del PAOK durante una temporada. «Vuelvo a casa», soltó sonriente desde una de las butacas del Boeing 737-800 que trasladó a la expedición bilbaína a Grecia. Es allí donde está el tesoro, que los vizcaínos quieren cargar en la maleta y traer a la villa.
«Prefiero empezar con más siete y no con menos siete», se sinceró Rafa Pueyo en el hall del 'Met hotel'. Entiende el argumento de Ponsarnau porque «hoy en día los parciales se hacen en muy pocos segundos», aunque el director deportivo del Surne insistió en que prefiere abrir el partido por delante del PAOK. «No es una gran ventaja, pero es mejor tenerla a favor y no en contra». En este sentido, el bilbaíno expuso que un encuentro «con pocos puntos nos vendría bien. Debemos controlar el ritmo y los malos momentos, que sean lo más cortos posibles».
Porque después de casi 40.000 kilómetros recorridos, cubiertos entre 22 vuelos, 12 autobuses y dos trenes, ocho países visitados -Lituania, Bulgaria, Georgia, Eslovaquia, Italia, Francia, Turquía y Grecia-, diez rivales enfrentados -Neptunas, Balkan, Kutaisi, Prievidza, Dinamo Sassari, Cholet, Le Portel, Tofas, Dijon y el propio PAOK-, 16 victorias cosechadas y tres derrotas encajadas, los hombres de negro quieren poner la guinda a la tarta de su 25 cumpleaños. El escenario es inmejorable y el rival, un histórico de las canchas helenas y europeas. Es hora de ganar. Es hora de ser inmortales.
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