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Con el bocinazo final en el PAOK Sports Arena, un infierno en la tierra que no pudo quemar el corazón de un equipo irreductible, el ... Bilbao Basket se fundió en un abrazo eterno. El milagro se había hecho realidad y el título de la Europe Cup incorporó el nombre del Surne como el noveno ganador de la segunda competición de la FIBA. Un premio enorme, de una trascendencia aún pendiente de ser calibrada, que coronó a un grupo de sufridores acostumbrados a pelear por la pura supervivencia, por ser uno de los 16 mejores de la ACB, con un presupuesto más que ajustado, instalados en la humildad más extrema, en la austeridad sistémica, por fin despegados de su realidad de galeotes para darse un paseo por las nubes. Lo hicieron anoche en Salónica, desde ya un lugar santo y de peregrinaje para toda la familia del basket vizcaíno, distinguida con un éxito sin precedentes que quedará esculpido en mármol para el resto de los tiempos. La franquicia de Miribilla luce orgullosa el cartel de campeona que debe cambiar para siempre el rumbo del club y ennoblecer sus objetivos.
Así lo entiende también la presidenta del Surne, Isabel Iturbe, quien en una reciente entrevista con este periódico se atrevió a imaginar un futuro ambicioso que ayer se manifestó en todo su esplendor en Grecia. «Nos apetece empezar a ganar, a ganar algo, pelear por títulos». Cinco semanas después de estas palabras, enmarcadas en la celebración de los 25 años de vida del club, el Bilbao Basket ascendió al Olimpo con su primer trofeo profesional y encima continental, algo de lo que solo puede presumir el BSR en toda Bizkaia. Más allá del deporte adaptado, y para valorar en su justa medida lo logrado, en Euskadi apenas tres equipos han conseguido un galardón internacional: El Bidasoa, campeón de Europa en 1995, el Baskonia, vencedor de la Euro Cup en 1996, y ahora los hombres de negro con la Europe Cup en las vitrinas. Tras 20 partidos, nueve rivales y casi 40.000 kilómetros recorridos, la manada de lobos ha entrado en los libros de historia.
Hace poco más de cuatro meses, el Bilbao Basket fue reconocido por el Ayuntamiento como el «Embajador de la Villa» justo en la temporada en la que cumple 25 años. Pocas veces un nombramiento ha sido tan apropiado. «Muchas proezas, batallas, derrotas, alegrías, apreturas económicas… pero siempre de pie. Pasando de La Casilla al BEC y ahora a Miribilla, sin bajar la cabeza y con la fuerza que a veces nos proporciona dar pasos atrás para coger impulso», relató el alcalde, Juan Mari Aburto, durante la gala en la que el Surne recibió las credenciales de su nueva «condición diplomática». Apenas 27 días más tarde, a más de 3.000 kilómetros por carretera de casa, los vizcaínos regalaron a su ciudad un título europeo. Han representado con dignidad y honor su nombre, lo han pasado por el Viejo Continente y ahora sueñan con entrar en otra dimensión, más amable y menos austera.
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El trofeo conquistado en la caldera del PAOK es una recompensa por tantos años de sufrimiento, crisis institucionales y deportivas, problemas económicos, montañas rusas que llevaron al equipo a cotas inimaginables -jugar la final de la ACB y de la EuroCup y también alcanzar los cuartos de final de la Euroliga- para luego arrojarlo al barro y dejarlo al borde de la extinción. Conviene recordar que el Bilbao Basket estuvo a punto de desaparecer, que fue excluido de la ACB por su ruinosa economía e impagos y que poco después bajó a la LEB. Entonces comenzó la 'operación retorno', con una importante quita de la deuda y un trabajo responsable en los despachos. El equipo regresó a la élite en un tiempo récord, en aquella F4 memorable en Miribilla, compitió en la Copa, en los play-off por el título, ató permanencias holgadas y ahora luce orgulloso el trofeo de la Europe Cup. Un éxito mayúsculo que debe contribuir al crecimiento de la entidad.
Desde la sencillez, el sudor y el acierto en la confección de la plantilla, un encaje de bolillos en el que se mide cada euro invertido, el Surne ha conseguido coronarse en la segunda final continental de su historia. La primera, la de 2013 en la Eurocup, la perdió en Charleroi (Bélgica) frente al Lokomotiv Kuban. Ahora se ha tomado la revancha y saboreado las mieles del éxito, que en una casa humilde y trabajadora saben a gloria.
A partir de ahora, toca dar un paso adelante y nunca más volver a mirar atrás. Dotar a la dirección deportiva de un mayor músculo financiero con el objetivo de no sufrir en la ACB -competir con 1,3 millones destinados a la composición del equipo es algo que no puede repetirse- y aspirar a metas que nada tengan que ver con la salvación, sino con cotas nobles. Si de algo debe servir la experiencia de Salónica es para que la mentalidad del Surne sea definitivamente ganadora.
Tanto el club como su masa social por fin han tragado una píldora de felicidad, acostumbrados a perder, caerse y levantarse, atender los partidos con cuadros de ansiedad, calcular distancias con la zona roja, celebrar al verse fuera de su alcance, en tierra firme. Ahora tienen una oportunidad de disfrutar, de sentirse por fin ganadores, soñar con tiempos mejores y hasta verse más altos en el espejo. Todo empezó con la previa en Lituania ante el Neptunas Klaipeda y acabó anoche en Grecia, cerca del monte Olimpo, donde duermen los dioses. Allí ascendió por un rato el Bilbao Basket, el único superviviente de una carrera que empezó con casi medio centenar de aspirantes al trono. Se ha quedado solo ahí arriba, en la cumbre, donde soplan los vientos de cambio y modelan la figura de un equipo campeón. El futuro ya está aquí, y es de color negro, como los sueños de Miribilla.
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