El partido que nunca existió

Quedaban en el limbo las palabras de Mumbrú a la tropa con aquel ya preocupante 14-3. Mientras les exigía que espabilaran y comenzaran a competir les libraba de presión. «Van a entrar, no os preocupéis». Qué fácil es decirlo. Seguro que muchas veces en sus tiempos de alero no encontró explicación alguna a por qué los aros no tragaban sus lanzamientos librados. Llevaban los vizcaínos en ese instante 1 de 11 en canastas de dos y 0 de 3 en triples, amén de un tiro libre de Rousselle. Y el asunto en absoluto iba a mejorar.

Desde la casilla de 18 puntos de desventaja para iniciar el segundo cuarto se veía todo borroso. En la mochila llevaba el Bilbao Basket dos faltas de Dos Anjos y Zyskowski, la pólvora mojada de Kulboka, la decepcionante lejanía de un estado pasable de Hakanson, y una actuación de Huskic en las antípodas de lo que mejor sabe hacer. Decir que no salía una a derechas es quedarse insultantemente corto. Con una pérdida no forzada Brussino se marchó hasta la cocina, leyó el cartel de pasar sin llamar y clavó un mate de espaldas para colocar el 45-20 en sólo quince minutos consumidos de semejante aberración, de ese no partido.

Brown, Reyes y Miniotas, más Rousselle, eran los que mantenían a modo individual unos mínimos exigibles. Acierto al margen fueron los únicos en cuyos rostros se iban leyendo las marcas del dolor provocado por la fusta aragonesa, léase orgullo herido, en un día grande para el Casademont en el que jugaron hasta los júniors, anotaron los doce implicados y sus pesos pesados (Bray, Ennis, Benzing y Thompson) se llevaron un buen lote prenavideño.

Gastó ocho tiros lejanos el RETAbet antes de que Zyskowski anotara el primero, para entonces ya testimonial. Dos Anjos era una caricatura en la pintura, lo mismo que Huskic, y para más inri su carga de faltas obligó a Mumbrú a jugar varios minutos como postes con Kulboka y Miniotas juntos. Un arrebato de rabia llevó a Brown a firmar la jugada del día, la última previa al descanso, encontrando un hueco por el que activar sus muelles para reventar el aro. El mate de la frustración, de un 56-30 que lo decía todo camino del vestuario. Si no les hiere lo suficiente el marcador, quizá lo haga el 73-12 que diferenciaba la valoración de ambos conjuntos.

Debería haber una norma que permitiera la rendición en casos similares. Aunque quizá no la hubiera aceptado el Zaragoza, que no dejaba de dar paladas a favor de obra. Dos Anjos recibió la cuarta falta a los 23 minutos. Uno después sumó sus primeros puntos Huskic. Bandejas, bombitas, segundas opciones a modo de gancho, tiros librados de tres metros, triples sin oposición. El aro se había cerrado cual esfínter que huele el peligro. Por momentos estaban más cerca los hombres de negro de entrar en la más cruel cuarentena deportiva, iban camino de acabar totalmente desfigurados y a saber con qué efectos secundarios en la moral.

El Casademont llegó a estar dos veces con 38 puntos de margen, el último con un 88-50 que la vergüenza torera en la txanpa final y las rotaciones de 'El Oveja' Hernández dando entrada a su chavalería hicieron que se rebajara del techo de la treintena.

¿Una pesadilla? Ojalá. Pero pareció tan real que da miedo.