Balkan 62-93 Bilbao Basket

Coser y cantar en Bulgaria para el Surne

Decía Ponsarnau que el partido iba a ser un trámite si el equipo lo afrontaba como si fuera una prueba de altura. Quiso respetar así al rival y obligar a los suyos a trabajar con el mono de trabajo puesto, sin Marvin Jones, quien descansó por aquello de esquivar la fatiga y dejar su sitio a Iker Chacón como el quinto cupo exigido por la FIBA. El canterano dispuso de los tres minutos finales y le dio tiempo a clavar un triple. Los hombres de negro atendieron la petición de su entrenador. Salieron con buena actitud y en nada fabricaron un parcial de 0-9 que obligó al técnico local a parar el choque. Tampoco tiraron purpurina al aire, pero bastó para cegar a los balcánicos, sepultados en el fondo de la tabla con cuatro derrotas en otros tantos duelos. Lo veía tan fácil el Surne que abandonarse a la vida contemplativa era una tentación constante, comprensible por lo que se veía en el parqué. Cuatro minutos tardaron los de Botevgrad en estrenar su casillero de puntos y luego se vieron uno arriba después de la charla de Vasil Hristov (13-12 y 15-14). Un pequeño rayo de luz que apagó a balonazos el Bilbao Basket.

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Coser y cantar

Fue Xavi Rabaseda el que no paraba de martillear el aro rival. Se marchó al descanso con diez puntos –dos triples, una canasta de dos y un par de tiros libres– con un solo fallo en lanzamientos de campo. Gielo se salía del guion con muchos fallos desde el perímetro pero el Surne sumaba por inercia, a veces sin esfuerzo, situado a años luz de un rival en el que solo daban señales de vida Boyanov e Ivanov. Un parcial de 0-7 sirvió para que la franquicia de Miribilla cerrara el primer cuarto seis arriba (15-21), en constante pelea contra la relajación. No quería tumbarse a la bartola sino aprovechar los minutos para entrenar fuerte, probar cosas y limar aristas de su baloncesto con vistas al duelo del sábado ante el Granada.

Al estar Marvin Jones desactivado, Amar Sylla fue la pareja de baile de Hlinason en la pintura. Le costó coger ritmo, tomar el pulso al partido y se fue al descanso sin anotar y con valoración negativa. Luego mejoró y dio algo de color a sus números. Rubén Domínguez también arrancó frío, con la muñeca más dura que un bloque de cemento, algo raro en él, y firmó un uno de cinco en tiros de campo en la primera parte. Al igual que el senegalés, después se soltó un poco y terminó con nueve puntos. Se encargaban de abrir la brecha De Ridder y Rabaseda –Kullamae se obcecaba con encestar y de ahí que sus elecciones desde el perímetro no siempre fueron las adecuadas– y un triplazo sobre la bocina de Zoran Dragic dejó a los hombres de negro 15 arriba tras los 20 minutos iniciales (32-47). El encuentro estaba más acabado que las cabinas de Telefónica y solo era cuestión de saber hasta dónde crecería la ventaja visitante.

El paso por los vestuarios no trajo cambios significativos. El Bilbao Basket se perdía en el horizonte gracias a los aciertos de Ali y De Ridder, que en un abrir y cerrar de ojos ayudaron al equipo a ponerse 26 arriba (37-63). Fue el momento en el que flotó en el aire la posibilidad de asaltar el récord continental y batir la marca del día del Caledonia Gladiators –en La Casilla también se anduvo cerca–, pero al final la plusmarca de los escoceses no corrió peligro. Los 12 hombres de negro que saltaron a la cancha anotaron y los puntos estuvieron muy repartidos, sin nadie que sobresaliera. Una buena manera de reforzar el trabajo del equipo como bloque.

Más allá de la victoria, presupuestada de antemano, el partido sirvió para repartir cargas y minutos, no forzar a nadie y mantener el ritmo competitivo. Y tampoco le viene mal al Bilbao Basket sentirse de vez en cuando poderoso, intocable, porque para sudar sangre ya está la ACB.