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¿Quién dijo que el negro es un color tristón? La afición del Bilbao Basket, aunque el equipo jugó en esta ocasión de blanco, enterró ... para siempre esa leyenda urbana en una tarde noche de comunión total con el equipo, antes, durante y después de un encuentro de ida de la FIBA Europe Cup cuyo desenlace (72-65) permite seguir creyendo con tocar la gloria dentro de siete días a orillas del Mar Egeo. La marea negra no escatimó esfuerzos ante la segunda final continental del equipo. En la primera (2013) el Lokomotiv Kuban truncó el sueño de los vizcaínos, que en la presente edición no quieren pasar de nuevo por ese amargo trance de ser recordados como segundos del torneo.
'Kopa gurea da' / 'La Copa es nuestra' fue la consigna empleada por la peña Hirukoa en las redes sociales los días previos al primer asalto ante el PAOK en Miribilla con el objetivo de ir caldeando el ambiente en una ciudad ilusionada con que sus dos referentes deportivos se coronen en Europa en un mismo curso -al Athletic aún le quedan tres pasos para disputar la final de la Europa League el 21 de mayo en San Mamés-.
Y el día de autos, los integrantes de Hirukoa ejercieron de maestros de ceremonia con un amplio repertorio de cánticos ideados para la ocasión con el fin de que la plantilla de Jaume Ponsarnau se sintiera arropada desde el minuto cero. Alrededor de 350 personas se congregaron en las escaleras de acceso a Miribilla dos horas antes de que los colegiados, mejor no hablar de ellos, pitaran el salto inicial para recibir a los jugadores del Surne. Entre ellos se encontraba una nerviosa Bego Chacón, que esperaba impaciente la llegada de su nieta Ainhoa Molina. «Es el talismán. Cada vez que viene ganamos. Está llegando de Murcia para el partido», aseguró nerviosa. «Estuve en la final de Charleroi y esta vez ganamos seguro», adelantó. Y no falló en su predicciones.
A escasos metros de distancia niños y mayores disfrutaban de una Fan Zone con múltiples actividades -lanzamientos a canasta, espacio para mimetizarse con pinturas de guerra para la batalla posterior o simplemente relajar los nervios y la espera con la música de un Dj-. Pero por encima de todo se escuchaba: «Somos hijos del hierro. Nacidos del Nervión. Ale, ale, ale, Bilbao Basket ale», uno de los temas clásicos de la Peña Hirukoa que pusieron a los presentes en ebullición. Era el aperitivo de lo que estaba por llegar después en el interior.
El primer jugador en aparecer por el Bilbao Arena fue Cazalon y tras el francés el goteo de protagonistas fue constante. Todos llegaron a pie ante los vítores de la afición con la que se sumergieron en abrazos y choques de palmas en señal de complicidad. Los jugadores se toparon con una gran pancarta colgada en el acceso al parking por la peña Turín 2009, una de las más antiguas, en la que podía leerse 'Para nosotros estar aquí es ya ser campeones. ¡Eskerrik asko!'. Más ambiciosos se mostraban un grupo de chicos y chicas que había fabricado unos carteles a mano con rotuladores de colores en los que dejaban claro que iban a por todas: 'Podemos hacerlo todos juntos Bilbao Basket' era su eslogan.
La llegada de Melwin Pantzar desató la locura de los asistentes al recibimiento que abrieron botes de humo negros y rojos con lo que el acto ganó calor y color. Impasible como un témpano de hielo, pero con paso firme llegó poco después Tomasz Gielo enfundado con la camiseta con el número 23 de Chicago Bulls que llevaba uno de los mejores jugadores de la historia como es Michael Jordan.
Para cuando recaló el PAOK al pabellón la tranquilidad reinaba en el acceso a Miribilla, pese a lo que la Ertzaintza habilitó un pasillo de seguridad. Otro tanto sucedió en el acceso de los 500 aficionados helenos desplazados hasta el Botxo que entraron al pabellón una hora antes del choque. Se dejaron sentir. Colgaron una pancarta grande para alentar a los suyos en la que podía leer en inglés 'Desde que nacemos hasta la muerte PAOK' y mostraron pequeñas cartulinas con la fecha 1925, el año de la fundación de la entidad griega.
Para entonces todo estaba listo ya en el interior del Bilbao Arena. Las 9.500 camisetas que regaló el club con el diseño de un lobo y el lema 'Gure etxea gure arauak' / 'Nuestra casa nuestras reglas', junto a cartulinas negras y rojas para conformar un mosaico gigante estaban colgadas de cada uno de los asientos. Y en un día tan señalado, y máxime tras el llamamiento de las peñas, las gradas del pabellón estaban prácticamente llenas media hora antes de que arrancase el choque. Los jugadores del PAOK fueron recibidos con una sonora pitada a su salida a la cancha para calentar y cuando lo hicieron los del Surne Miribilla entró en ebullición. Los aplausos y gritos de ánimo de 9.500 enfervorizadas gargantas se escucharon desde todos los rincones de la capital vizcaína. 'Bilbao Basket, Bilbao Basket'. Los seguidores griegos intentaron contrarrestar la fuerza y el calor de la marea negra quitándose la camiseta para hacerse más visibles, pero sin éxito. Eran una pequeña gota en medio de un océano embravecido dispuesto a impulsar al Surne hacia la gloria.
Y la presentación fue el impulso final, la gota que necesitaban los jugadores para terminar de meterse en el partido. La puesta en escena estaba perfectamente estudiada. A diferencia de otras ocasiones, la plantilla se metió al vestuario y sus integrantes fueron saliendo uno a uno cuando el speaker de lujo contratado para la ocasión, Julen Axpe, pronunciaba su nombre con la melodía de Carmina Burana como telón de fondo. Con todo Miribilla en pie conformando el mosaico negro y rojo no hacia falta más alicientes. Así permaneció la grada hasta que el equipo logró su primera canasta cumpliendo el decálogo guía difundido por el club para la final. No tuvo que esperar demasiado. Menos de los 24 segundos de la primera posesión. Fue lo que necesitó Tomasz Gielo para meter su primer triple como carta de presentación.
No todo fue tan dulce como ese primer tiro del polaco, sobre todo a partir del segundo cuarto. Justo antes del descanso, con un arbitraje desconcertante, los griegos aprovecharon la pérdida de rumbo de la escuadra bilbaína para ponerse a dos puntos a cuatro minutos del descanso y la caldera de Miribilla incrementó la presión. 'Jota ke irabazi arte' estalló al unísono en respuesta a un Ponsarnau que solicitaba su apoyo alzando los brazos repetidamente. Resultado: el Surne se fue siete arriba a los vestuarios.
La película se repitió varias veces, sobre todo en la recta final del encuentro en la que varias decisiones discutidas de los colegiados encresparon los ánimos de una grada que quería alcanzar la mayor diferencia posible para la vuelta en Grecia. ¡Fuera, fuera, fuera!, respondieron los aficionados. Miribilla no sentenció, pero impulsó para lograr un colchoncito -siete puntos- que podría llevar a los hombres de negro al Olimpo.
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