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¿Nos hemos acostumbrado a estar mal?

Cada vez son más las voces que se alzan para reivindicar una mayor atención a la salud mental y explorar los orígenes individuales y compartidos de un estado que no, no debería ser 'normal'

Domingo, 23 de octubre 2022, 22:14

Hablemos del tercer Objetivo de Desarrollo Sostenible: salud y bienestar. Pero empezando por el primer escalón del concepto, la vertiente mental. Te llevantas cuando aún es de noche, desayunas y te vas al trabajo -en el mejor de los casos-, llega la hora de comer, almuerzas algo y regresas a tu puesto hasta que llegan las cinco de la tarde. A esta hora algunos recogen a sus hijos del colegio, otros dedican el resto de la tarde a alguna actividad deportiva o cultural y los menos afortunados no ven el momento de que la jornada laboral llegue a su fin. Es la historia de casi todos nosotros. De lunes a viernes, el cansancio se transforma en rutina y los ciudadanos confían en aprovechar al máximo el sábado y domingo para darle sentido a la semana, a la vida. En este contexto, en el que más de uno se habrá reconocido, los trastornos de ansiedad, la depresión y el estrés campan a sus anchas: en nuestra sociedad ya da la impresión de que compartir un malestar lo vuelve 'llevadero'. Lo estamos aceptando. Pensemos también en las personas mayores, y no tan mayores, que tienen profundos sentimientos de soledad, el desempleado que no levanta cabeza o el joven que no acaba de ver materializado su primer contrato. Todos ellos sobreviven, verbo que con un prefijo le da la vuelta al verbo 'vivir'. Muchos ciudadanos 'están mal' de forma habitual, sin que esto necesariamente tenga que llevar aparejada una etiqueta de trastorno mental. Es lo que hay

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La falta de «soberanía sobre el tiempo» es una de las cuestiones sobre la que reflexionan los autores Javier Padilla y Marta Carmona en 'Malestamos' (Capitán Swing). El presente nos instala en un clima de conformismo y el futuro, que constantemene nos pintan negro, favorece la desesperanza. ¿Cómo nos vamos a encontrar bien? Padilla y Carmona defienden que lo que muchas veces nos sucede es «que estamos mal». Tan simple como eso. Estamos en desacuerdo con lo que nos rodea. Pero su visión no se queda en cada individuo -al que debe prestársele la atención sanitaria que requiera- sino en una sociedad que vive patologizada y sin visos de cambiar sus males a corto plazo. Carmona propone la metáfora de la esclavitud y los antidepresivos para explicar una de las situaciones que más se repiten en el día a día. La psiquiatra compara la mezcla de «café con lorazepam» con darle antidepresivos a los esclavos para combatir el malestar.

Su alternativa pasa por contemplar «abolir la esclavitud» para solucionar el problema que comparte el grupo, en lugar de medicarles para tratar de mitigar sus dolencias. Y aunque reforzar la sanidad pública con más profesionales psicólogos y psiquiatras es una demanda más que justificada ante el aumento de pacientes con patologías mentales (algo con lo que coinciden los autores), Carmona y Padilla tratan en su libro de desgranar los mecanismos compartidos que nos llevan a estar mal como sociedad.

«Dueños de nuestro tiempo»

Aplicado al siglo XXI, ese modelo de esclavitud estaría representado en jornadas laborales interminables, que impiden una conciliación real y que tornan en irrealizables nuestras esperanzas. «No es trabajar menos o más, sino ser dueños de nuestro tiempo», señala Padilla. «El malestar también es la sensación de que las decisiones que tomas están manejadas por vaivenes», añade.

Volviendo al ejemplo de los esclavos, no se puede experimentar una «sensación de plenitud si somos súbditos». Sin embargo, en medio de este contexto, son muchas las voces -cada vez más- que se han alzado para poner en el foco sobre la importancia de la salud mental, aunque en ocasiones las dolencias psicológicas más graves sigan ocultas bajo el telón del tabú, mientras que la depresión y la ansiedad llenan los muros de las redes sociales. Ver tantas personas en vídeos contando su experiencia y decir: «Anda, si a mi me pasa lo mismo», es bastante habitual. Pero, como en todo lo que pasa en las redes, hay que verlos bajo una mirada crítica. «La enunciación individual puede servir de identificación y abrir otros marcos de debate», asegura Carmona. No obstante, avisa de que «hay una diferencia importante entre quien lo hace desde el ámbito del activismo

-donde se está abriendo un melón tremendo- o desde perfiles de gym bross».

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