
Real Madrid 90-74 Baskonia (Partido 1)
El Baskonia, sometido en el primer asalto de principio a finSecciones
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Real Madrid 90-74 Baskonia (Partido 1)
El Baskonia, sometido en el primer asalto de principio a finLa frase recordaba a aquella célebre de Winston Churchill. Sólo que, con ligeras variaciones, la pronunció Dusko Ivanovic la víspera del partido. El mariscal pedía ... el habitual sacrificio a sus hombres con tres verbos conmovedores. El técnico del equipo vitoriano reclamaba «creer, luchar y sufrir». Y sus discípulos conjugaron casi nada el primero, el segundo en la medida de lo escasamente posible y se hartaron de recitar el último. Una tortura deportiva desde el principio y hasta el final. Ni un mísero asomo de opción para el bando alavés en la cruda apertura de la serie.
El Real Madrid impuso el peso de una lógica que, en veladas como la de ayer, no hay cuerpo humano que la resista. Un Baskonia en tono muy menor notó el agobio del sometimiento absoluto a cargo de su potente rival. El líder incontestable después de seis meses y medio en la Euroliga parece el mago que despliega la baraja en forma de abanico y conmina a coger una. No importa cuál elija el pagano del espectáculo porque todas llevan el veneno inoculado.
Real Madrid
(26+22+22+20): Campazzo (10), Musa (16), Hezonja (9), Yabusele (7), Tavares (8), -cinco inicial-, Poirier (10), Deck (4) Llull (8), Causeur (-), Sergio Rodríguez (5), Rudy Fernández (6), Abalde (7).
90
-
74
Baskonia
(17+20+16+21): Miller-Mcintyre (14), Kotsar (2), Sedekerskis (3), Marinkovic (9), Rogkavopoulos (14) -cinco titular-, Díez (-), Howard (15), Costello (14), Chiozza (3), Raieste (-).
Árbitros: Emin Mogulkoc (Turquía), Olegs Latisevs (Letonia) y Ioannis Foufis (Grecia). Sin eliminados.
Incidencias: primer partido de playoffs de la Euroliga de baloncesto disputado en el WiZink Center ante 9.632 espectadores.
Duele escribirlo, pero la Casa Blanca acude a la cita con artillería pesada mientras el Baskonia suplica que sus flechas ligeras alcancen de lleno el corazón del oponente. Ya revalidaba Pablo Laso en este periódico cuanto conoce la parroquia azulgrana. Que el cuadro vitoriano depende enormemente del acierto exterior y sabe que sin puntería no hay paraíso. Ayer disparó 41 dardos más allá del arco y ni siquiera llegó al 30% de tino. Sin su mejor argumento en ataque, el triple como arma de destrucción masiva, carece de medios para contener la tormenta merengue que castiga con rayos y truenos a sus adversarios. Una virtud al alcance del Baskonia sólo en los días de precisión quirúrgica con el cirujano Howard al mando de las operaciones.
Los 'cincos' de Chus Mateo
Si Dusko dispone de un jugador absolutamente diferencial como Markus, su colega de banquillo al otro lado de la pista alinea a dos con sus respectivos escuderos de rango mayor. No existe un pívot que condicione más los tiros y los estados de ánimo de los rivales que Tavares. Un faro que tapona en cada destello luminoso y a partir de quien el Madrid libera espacios adelante. Pelota al tallo longitudinal en el eje de la zona y aperturas a las esquinas desde ahí que tan bien ocupan Hezonja y Musa.
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A partir de esa superioridad gestó el equipo blanco unas rentas que ayer no pudo en momento alguno discutir el grupo alavés. Aunque el 25-11 del minuto 8 recordaba tanto al 27-12 de idéntico instante hace casi veinte días en el mismo WiZink Center que siempre cabe encender la linterna de la esperanza. No ayer, con las pilas mojadas por efecto del chaparrón merengue. En esos momentos el Baskonia apenas se sostenía con el arrojo ofensivo de un Rogkavpoulos en cuarto creciente y la verticalidad de un McIntyre superado en la gobernanza del partido.
Por Campazzo, desde luego, que roba balones y lanza a sus compañeros. Tanto que el Real Madrid volaba y fluía a través de excelentes movimientos de la pelota. Enfrente, un oponente empequeñecido que apenas alcanzaba a tapar tantas vías de agua en su casco azulgrana. Y consciente de que ha de aprovechar la munición porque no tiene el arsenal del que se nutre el vigente campeón del torneo.
Tavares y Campazzo, sí. Pero desde la reserva alinea la Casa Blanca a Chacho Rodríguez, protagonista con su talento generoso de la primera cuenta de protección a un púgil muy tocado (42-25, minuto 15). Y cuando el gigante caboverdiano se seca el sudor en el banquillo aparece el exbaskonista Poirier, quien también decreta la ley marcial en las zonas y redujo como quiso a un Kotsar en declive desde hace algunas semanas.
La tunda crecía (79-53 a siete minutos del final) y el ánimo visitante mermaba. Abrió entonces McIntyre el neceser del maquillaje con el fin de calmar de manera estética tanto orgullo herido. Lo suficiente como para rebajar aparentemente los daños de un primer asalto demoledor. El menos 16 final suena en los oídos a una mentira piadosa.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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