
Real Madrid 101-90 Baskonia (Partido 2)
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Real Madrid 101-90 Baskonia (Partido 2)
El Baskonia y la maldición de otra noche en blancoTan cierto es que el Baskonia rehabilitó ayer su muy diluida imagen del martes como que apenas manejó la idea de igualar la serie a ... un Real Madrid intratable. Mejoró el equipo vitoriano con su empeño por sostener desde una inferioridad manifiesta el pulso a un adversario con demasiados argumentos para quebrar las muñecas rivales. Y también a través del acierto exterior que le dejó tirado en la cuneta de la M-30 hace tres días, esa puntería sin la que no puede en modo alguna discutir la jerarquía madridista. Hasta tres veces llegó a replicar la opulencia local. Incluso aguantó 27 minutos (63-54) en esa distancia a la que se divisan los faros traseros del coche que siempre circula por delante. Pero acabó con las palmas desolladas por los tirones letales blancos antes de recuperar el neceser del maquillaje con el que disimular los efectos de otra noche en blanco. Literalmente.
Real Madrid
(23+23+28+27): Campazzo (24), Musa (-), Hezonja (7), Yabusele (16), Tavares (10), -cinco inicial-, Poirier (10), Deck (10) Llull (13), Sergio Rodríguez (8), Rudy Fernández (3).
101
-
90
Baskonia
(21+19+23+27): Miller-Mcintyre (13), Costello (10), Sedekerskis (9), Marinkovic (20), Rogkavopoulos (9) -cinco titular-, Díez (3), Howard (12), Kotsar (3), Chiozza (8), Raieste (3) y Theodore (-).
Árbitros: Fernando Rocha (Portugal), Sasa Pukl (Eslovenia) y Jakub Zamojski (Polonia). Sin eliminados.
Incidencias: segundo partido de la serie de playoffs de la Euroliga de baloncesto disputado en el WiZink Center ante 10.688 espectadores. En la previa Sergio Llull recibió una camiseta conmemorativa con el dorsal 624 en honor al número de triples que le han convertido en el máximo anotador de canastas de tres puntos en la historia de la Euroliga.
A cuatro minutos del final, el vigente campeón del torneo había tumbado sobre la lona a un Baskonia que ya no encontraba hueco entre las cuerdas del cuadrilátero para contener tantos guantazos en forma de canastas. El 93-70 que volvía a escocer en los ojos requería al menos ese último empujó renal de orgullo que limitara la estética de los daños. Los once puntos de diferencia, como los dieciséis de la primera entrega, significan la tarea del carrocero para enmendar los golpes de chapa. Pero el cuadro azulgrana concluye su estancia en la villa y corte -ojalá que para volver el 8 de mayo, aunque resulte tan difícil de imaginar ahora- con una avería severa en el motor.
A veces las explicaciones son sencillas. Como en este enfrentamiento que cruza a un transatlántico con un barco de eslora considerablemente menor que ondea con dignidad su bandera. El Madrid amparado por el omnipotente fútbol paga nóminas al alcance de pocos clubes a jugadores absolutamente diferenciales. Así, en plural. Y el Baskonia ha padecido el enorme peaje de jugar al póker contra un rival que lleva dobles parejas. Las torres gemelas por un lado, los generadores Campazzo y Chacho desde el otro. Demasiados frentes humanos abiertos si además hay que vigilar la incontinencia triplista de Llull o la deflagración de Yabusele en el tercer cuarto.
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Lástima que los dos encuentros iniciales inciten a hablar bastante más del bloque local que del visitante. Pero es que el partido transcurrió según las coordenadas que en el navegador introdujo el grupo de Chus Mateo. Tavares y Poirier se alternaron para condicionar la noche entera con sus intimidaciones de ogro y su manera agria de ensuciar los ataques alaveses mediante sus muros elevados. Los seis tapones entre ambos al término de la primera parte obligaron a recalcular rutas y encomendarse a los triples que ayer mantuvieron al conjunto azulgrana más tiempo que el martes de dolores.
Flota el fatalismo una vez vistas las dos entregas iniciales de la serie. El Baskonia, con más energía ayer que el grupo tan escasito de pulso tres días antes, sufre una barbaridad para tapar tantas vías de agua como abre el Real Madrid en el casco azulgrana. Cuando se dejaba el alma para mantenerse a una distancia prudencial reventó la traca Yabusele. A partir de ahí, la conexión Campazzo-Tavares y la descarada búsqueda de Deck por elevación ante la defensa de Howard rompieron el duelo hasta esparcir añicos sobre el parqué.
Una pena por el esfuerzo azulgrana y las actuaciones muy decorosas de varios de sus hombres. Empezando por Marinkovic, que se reivindicó de manera autoritaria ante Musa. Siguiendo por algunos destellos del evangelista San Markus, vigilado a rajatabla por el alero argentino, y de transiciones veloces de un Sedekerskis castigado en el otro lado por la traca del ala-pívot francés. O la labor de limpieza final de McIntyre. Pero, aunque duela escribirlo, el Baskonia abandona Madrid tras dos severas sesiones de sometimiento.
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