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Para muchos seguidores baskonistas, Essie Hollis fue el primer jugador de auténtico impacto que vieron sus ojos en el polideportivo de Mendizorroza. Es el mismo ... emplazamiento donde, a partir de las 20.30 horas de este viernes, el exjugador azulgrana recibirá el homenaje en un acto organizado por el programa radiofónico 'Los Kiroleros'. Una ocasión para poder ver en persona al 'Helicóptero' reunido con algunos de sus compañeros de aquel Baskonia de mediados de los ochenta con el que ganó la Copa Asociación en 1985.
– ¿Qué le trae por Vitoria?
– Como hace ya unos años que ganamos aquella Copa Asociación, quería celebrar aquel título y juntar a mucha gente que entonces jugábamos juntos. Me comentaron lo del homenaje y yo encantado. También era una oportunidad de dar una abrazo a Iñaki Garaialde, el capitán. Con él estoy en contacto casi cada semana. Tengo muchas ganas de saludar a mis compañeros de aquel Baskonia.
– Dejó muchos amigos en Vitoria durante aquellos dos años en los que jugó en el Baskonia. ¿Con Garaialde mantiene una sintonía especial?
– Antes de jugar en Vitoria, me había enfrentado a Iñaki cuando estaba en el Askatuak. Era el que me defendía. O al menos lo intentaba (risas). Cuando llegué al Baskonia, él era capitán y le cogí cariño de inmediato por su manera de ser. Era una persona fenomenal y uno siempre debe aprender de los mejores.
– ¿Cómo se gestó su fichaje por el Baskonia aquel lejano verano de 1983?
– Había estado jugando en Italia y mi agente Luciano Capichionni me dijo que había llegado una oferta de Vitoria. Sabía que había jugadores como Garaialde, Clarida o Josu Pérez, todos buena gente. Eso ayudó a convencerme.
– ¿Cómo era aquella Vitoria de mediados de los ochenta?
– Era una ciudad amable. Como era americano, alto y 'moreno', la gente se quedaba mirándome. En un par de meses, ya estaba todo el mundo acostumbrado a verme por la calle o comprando en el supermercado. Pronto hice amistades, salíamos por la noche... Recuerdo un sitio en el que iba a jugar al billar con Terry White.
– ¿Qué le dio su estancia de dos años en el Baskonia?
– Intento tratar a la gente como me trata a mí. En ese sentido, no hubo ningún problema. Me hice muy amigo del mánager del equipo, Fernando Martínez de Ilarduya, que falleció hace unos años. La nuestra fue una amistad que todavía perdura a través del resto de su familia. Éramos como hermanos. Recuerdo haber hecho con Fernando muchos viajes juntos y haber dormido en su casa cada vez que volvía a Vitoria.
– ¿Le sorprende que la gente se acuerde tanto de Essie Hollis?
– Un poco. La gente quizás se acuerde de las cosas de 'payaso' que hacía en la cancha, porque eran algo diferente. Por otro lado, hay lazos más personales que todavía perviven. Sigo manteniendo contacto con algunas personas que conocí en aquella época.
– ¿Recuerda aquel jovencito con el que coincidió en su segundo año? Era Pablo Laso.
– Claro. Sigo en contacto con Pablo. Hablé con él hace un par de meses y también charlábamos durante su época en el Madrid y Alemania. Cuando llegué al Baskonia, Pablo era de los pocos que hablaba inglés, así que practicamos idiomas juntos (risas).
– De aquellos dos equipos baskonistas en los que militó usted, algún jugador se le podía acercar?
– Clarida y White, quizás (risas). En serio, todos tenían algo especial. Aitor Zárate era muy joven, tenía buen tiro y mucha potencia. Alberto Ortega era un zurdo que podía tirar desde cualquier sitio. Mikel Cuadra era un 'zorro', tenía un conocimiento de baloncesto muy grande y en los entrenamientos siempre me forzaba a dar más. Estaba también Miguel López Abril, del que yo creo que Pablo Laso aprendió mucho. Todo el mundo tenía habilidades que yo podía explotar como jugador.
– Al mando de Txema Capetillo y Xabier Añúa...
– Añúa era una persona excelente y un entrenador muy observador. Capetillo no tenía problema en pedirte consejos y tu opinión. Hablaba mucho con Garaialde. Estaban muy interconectados. A veces es lo que tiene que hacer un técnico. No se trata solo de mandar sino también de alcanzar un acuerdo que beneficie al equipo. Puedes aprender de tus jugadores o de tus asistentes muchas cosas.
– Porque Essie Hollis era el epicentro del juego, más allá de los mates y los altos vuelos.
– Siempre he dicho que mi juego eran trozos de todo el mundo con el que había jugado. Cada cual tiene su forma de hacer las cosas, pero lo que yo quería era divertirme en la cancha y, de paso, hacer feliz a todo el mundo. Pero mi juego también tenía seriedad. Cuando llegaba el balón a mis manos, yo tenía el control. Podía ir lento, rápido o como quisiera, saber dónde está la defensa. Eso te lo da el conocimiento del juego.
– ¿Ese conocimiento lo transmite ahora como entrenador de jugadores jóvenes en Fort Lauderdale?
– A los jóvenes siempre les digo que lo primero es manejar bien el balón, lo que te da tiempo a pensar sobre una cancha del baloncesto. Hay jugadores que admiro por su manejo de la pelota. Kyrie Irving es un brujo con el balón. Luka Doncic, parece jugar lento pero domina a la perfección su cuerpo aunque incluso parezca un poco gordito... Luego está Nikola Jokic. Solo tiene tres movimientos en ataque, pero nadie le puede parar porque tiene un conocimiento elevadísimo del juego. Siempre hablo mucho con mi hijo sobre el baloncesto de antes y el de ahora. Suelo recordarle que yo necesitaba solo dos o tres botes para ir a canasta y que él necesita diecisiete (risas).
– ¿Qué trata de transmitir a los chavales que entrena?
– Lo primero que trato de hacerles entender es que vean el baloncesto como algo para disfrutar y no una vía para ganar dinero. Tú puedes tener tus sueños y querer llegar lejos, pero no puede ser un trabajo. Debes tener gusto por el juego, no porque te empujen a hacerlo o porque sea una manera de buscarte un futuro profesional.
– La NBA acaba de anunciar que quiere desembarcar en Europa y la Euroliga lo ve como una amenaza. ¿Habrá guerra?
– Los negocios no tienen frontera. Si tú quieres poner una tienda en medio del desierto porque crees que es un buen sitio no importa. Está claro que todo el mundo está buscando lo mejor para su bolsillo. El baloncesto tampoco tiene fronteras y eso ayuda a que se eleve el nivel de juego. Un Luka Doncic ha podido ver a Larry Bird o a Tim Duncan y decir 'yo quiero ser como ellos'. Los niños tampoco entienden de fronteras.
– Es obvio que el baloncesto ha cambiado mucho. ¿Y la mentalidad de los jugadores?
– También. Los jugadores son menos duros, más niños. Ahora se rompen una uña del dedo y no sé cuánto tiempo están de baja. Cuando jugué en la NBA, los compañeros te decían que no te pusieras esparadrapos en ninguna parte del cuerpo. Si lo veía el rival, era el lugar exacto donde te iba a golpear. Yo entreno a chicos muy jóvenes. A veces me vienen diciendo que me duele esto o lo otro. Les digo que de eso trata también el baloncesto.
– ¿Sorprendido por el crecimiento del Baskonia?
– Ha dado pasos muy grandes para convertirse en un club de élite, con capacidad para tener jugadores importantes en sus filas. Josean Querejeta es clave. También fue compañero mío, con muy buen tiro, capacidad de salto y que tenía un gran conocimiento del juego. Es muy importante que el presidente de un club haya sido sido antes jugador de baloncesto. Josean ya tenía dotes para dirigir en su época de jugador.
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