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Corría el año 1983, tiempos pretéritos en los que muchos y muchas no habían recibido aún la palmada en el trasero de los ginecólogos de ... sus madres. En ese bendito año se alumbró Gasteiz con la presencia de un mago del balón, un dios entre aros. Su nombre, Essie Hollis. Él ya había paseado por la Concha y sobrevolado Anoeta en un helicóptero sin motor. Los que conservamos la memoria, tenemos en nuestras cada vez más cansadas retinas las primeras imágenes de un americano de Erie (Pensilvania) que no jugaba con camiseta y pantalón corto sino con el frac más elegante jamás visto. Un lustro después de quitar las telarañas a los aros guipuzcoanos le recibimos en Mendizorroza con las bocas y brazos abiertos.
Os aseguro que la mayoría de americanos que aterrizaban en nuestra liga no comprendían por qué corríamos por los parques y subíamos cuestas siendo la cancha de baloncesto llana y sin césped. Algunos locales también lo pensábamos, pero como se sufren las hemorroides, en silencio. Los entrenamientos de Essie eran un espectáculo gratuito que adelantaba lo que iba a ocurrir ante cualquier rival, se llamase Real Madrid, Barcelona o Clesa Ferrol, la leche.
Tapones repartidos con cariño, eso sí, a sus compañeros, botes imposibles del balón entre sus benditas manos, saltos sin que la gravedad lo entendiera y canasta tras canasta por mucho que nuestros traseros se agachasen como si no hubiera un mañana. 'Me voy a ir por la derecha', te decía el cabronazo, y aunque le dieras toda la izquierda como regalo se nos iba por la derecha. Aún hoy no sabemos, los que lo padecimos con los petos, cómo pelotas lo hacía. Inolvidables calentamientos con sus pies bailando al son de la comba a la que seguían sentadas con dos balones que obedecían a las yemas de sus dedos como las serpientes a sus encantadores.
Los que llenaban las gradas en aquel bendito año abrían las bocas de admiración por lo nunca visto. Tuve la suerte de volver a compartir vestuario algún año después en León, sintiendo de nuevo la emoción que embarga con lo nunca visto aunque ya me sonara. Otra vez supo levantar de sus asientos y calentar las palmas de las manos a otra ciudad que sabe lo que es chupar frío.
Tenía que escribir estas humildes líneas sabiendo que todo lo que cuente sobre Essie no llegará a la suela de su zapatilla como estrella del aro ni como maravillosa persona. Yo le 'Bee' jugar y muchos de vosotros también; y por muchas décadas que pasen Hollis estará eternamente en las páginas doradas del baskonismo. Disfrutaremos estos días con él, brindaremos con una bebida de naranja, compartiremos anécdotas y daremos saltos de alegría aunque las rodillas ya no estén para estos trotes.
Welcome, Essie!! Ongi Etorri, Essie!!
PD: Essie y todos nosotros echaremos mucho de menos a Fernando Martínez de Ilarduya, el mejor delegado baskonista de la historia.
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